Para Roier y Jaiden era realmente molesto ver como aquellos niños, Híbridos de dragón, eran tratados por sus padres adoptivos, Raramente prestandoles atención y haciendo que algunos quedarán únicamente con una vida por la falta de atención.
Roier er...
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Aquella lista dorada, que a los humanos se les prohibía ver y que era conformada por Dioses.
Habían demaciados nombres, demaciados idiomas y especies, pero todos gobernaban algo.
Chafaland, Karmaland, Lokoland, Qsmp Dream smp, entre otros, cada pueblo o ciudad tenia alguien al mando de todos.
Todos los Dioses tenían derecho a bajar a la tierra y vivir en sus propios smp's.
Algunos decidían tener una vida pacifica, otros ser tiranos, otros preferían vivir en el santuario de los Dioses...Todos hacían lo que quisieran.
Pero aún si sus reglas se los empedia, los Dioses no podían negar que tenían a algún favorito en sus terrenos.
El diablo existe, pero no era un ser pequeño y rojo, no, era alguien hermoso, alguien que se convirtió en el favorito de dios, talvez no solo sea uno, talvez cada dios creo su propio demonio sin darse cuenta.
Pero ellos lo sabían, en cada lugar que gobernaban, existía un ser que ellos mismo habían bendecido y adorado, algunos incluso podían decir que se habían enamorado, otros que únicamente apoyaron y otros que admiraron a sus demonios.
Más, aparte de aquellos Dioses que resguardaban algún smp o terreno de héroes.
Habían Dioses con distintas funciones.
El más importante?, El Dios de la muerte y la guerra...
Technoblade.
Aquel invencible Dios que vio a toda una nació a su mando, aquel que había visto el poder pasar por las manos de tantas personas, que nisiquiera podía contar.
Aquel que se había resignado a nunca morir, pero tampoco a vivir.
Aquel que admiro a demonios que nunca creo, y que a las espaldas de todos, ayudaba a aquellos bendecidos.
Podrías preguntar por qué ayudaba a aquellos mortales, pero el nunca contestaría, simplemente seguiría observando a sus protegidos.
Seguiria observando a los niños jugar, a algunos teaicionarse y a otros perdonar, seguiría en silencio hasta que alguno de sus protegidos estuviera en peligro y aún así, el nunca pelearia por alguien.
El era firmé, se limitaba a alertar y guiar, más nunca más volvería a luchar, o almenos el se prometía eso.
Almenos eso le había dicho a el hombre cabra que siempre le acompañaba.
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