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"Nos encontramos en la calle 24 de Noe Valley donde se registró un terrible accidente a las 14:05 horas. Los servicios de emergencia han confirmado hasta el momento seis muertos y un sobreviviente, el hijo del famoso empresario ..."

— Los jóvenes de hoy en día no saben conducir — reprochó mi abuela con los ojos fijos en el televisor.

— Lany, ¿podrías apagarlo o al menos cambiar el canal? Sabes que detesto ver ese tipo de cosas.

— Lo siento Sophie, a veces olvido que te afectan las tragedias — sus ojos verdes centraron su atención en mi rostro fastidiado —, aunque no te haría daño salir de vez en cuando de tu burbuja rosa.

— Suenas igual que papá.

— Pues tiene razón.

La mueca burlona se suavizó para darle paso a ese cariño con el que fui bendecida desde mi nacimiento, apagó la televisión con el control remoto. Entrelazando sus delgadas manos arrugadas volvió a mirarme con ternura. Parecía que quería agregar otra cosa, pero las palabras debieron asustarse al oír el timbre del teléfono. Cogió la servilleta de su lado derecho y tras limpiarse los dedos, se levantó para atender la llamada.

Luego de relamer el puré de papa de mi plato, observé el reloj colgado de la pared. Faltaban diez minutos para las tres. Un cosquilleo se me plantó en la boca del estómago trayendo de vuelta a los nervios que creí haberles puesto un alto hace unas horas, luego de que Zac Myers me invitara a salir.

Zac Myers, ¿cómo describirlo? Al igual que sus antecesores de la realeza (con realeza me refiero a su título como rey de la preparatoria), era guapo y alto; con unos bíceps perfectamente marcados gracias a su dedicación al ejercicio, lo único para lo que era bueno claro está, porque la gente como él es así. No tienen que esforzarse tanto con las notas; su lugar en la universidad básicamente está garantizado junto con una beca deportiva.

Listo no era, sin embargo, su sonrisa con hoyuelos era todo lo que necesitaba para la vida en general y los exámenes en particular. Prácticamente sus compañeras podrían pelearse entre ellas por ayudarle, dejándose copiar y hasta cambiando su examen con él. Solía estar rodeado por su séquito de brutos que portaban orgullosos el escudo de la escuela en sus chaquetas deportivas.

Era de risa pronta, siempre con una carcajada incluso para los chistes malos. Y lo más importante: soltero. Al menos desde hacía una semana. Porque claro que sí, como todo rey, antes tenía a su reina. En este caso: Anna.

Melena rubia con caireles; cintura de avispa; ojos azules; piernas largas y torneadas; busto al menos dos copas más arriba que las mías; un trasero que apenas cabía en sus jeans y como este cliché no podía quedarse así, también era porrista.

Pero volvamos a lo importante, Zac y su recién recuperada soltería. Que con algo de suerte, no duraría mucho. El baile de graduación estaba a sólo tres meses y según las reglas no oficiales y mucho menos escritas, aunque bien conocidas por todo adolescente, el rey no podría llegar solo, así que Zac estaría buscando a su nueva reina.

De acuerdo con los chismes que se cuentan en los pasillos y sobre todo en los baños de chicas, luego de que Anna rompiera con él (o eso se decía), y esperara el tiempo de luto apropiado, ósea siete días, las audiciones para el papel "nueva novia", habían iniciado.

Si esto fuera una carrera de caballos, se podría decir que las apuestas estaban a favor de Julie, pero al ser "amiga" de Anna las posibilidades en realidad no eran tan altas, aunque en esta jungla que llamamos oficialmente colegio nunca se sabe. Joanne, la capitana de porristas hubiera sido la favorita, de no ser porque ya tenía novio, que por si fuera poco, era un universitario.

El sabor de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora