El corazón aún me latía como loco a un ritmo casi imposible. Tuve que permanecer en cama hasta que las mariposas se agotaron y decidieron aterrizar. Un sabor dulzón se asentaba en mi garganta, era rico, picante, exótico, como probar por primera vez una fruta prohibida.
El nombre de Zac y todos los recuerdos del día anterior prácticamente habían sido despachados de un plumazo al olvido, reemplazados por Andrew. Andrew y su hermosa sonrisa, sus ojos de ensueño, su cuerpo perfecto de Dios griego.
Andrew y su aire de misterio, de isla inexplorada perdida en un mapa pirata con un tesoro oculto. No hablo de oro sino de él, de su esencia, de la verdad oculta en aquel ser mágico. Porque si había una palabra que pudiera describirlo, era esa: magia.
Alguien único, que no debía ser comprendido, al que no se le debían hacer preguntas, solo disfrutar de él por el tiempo que durara. ¿Cuánto tiempo? Siendo honesta no tenía un argumento sólido que respaldara lo que mi corazón aseguraba: por siempre, llegó para quedarse.
Cierto o no, no me importaba, aprovecharía cada oportunidad que tuviera, aún si solo fuera en sueños. Quién sabe, tal vez él era tan real como yo. Y de ser así estaba más que dispuesta a recorrer cada rincón para encontrarlo. Pero por ahora tendría que esperar, al menos hasta que pasara el examen de ciencias.
En el colegio, de no haber sido porque todas mis compañera de clase se acercaron a hablar conmigo (cosa rara), mi cita con Zac no habría vuelto a rondar en mi cabeza.
— ¿Es cierto que saliste con Zac? — preguntó una.
— Claro que es cierto, idiota. Mi hermana los vio — respondió otra.
— No te quedes callada, ¿cómo fue?, ¿qué te dijo?, ¿de qué hablaron?, ¿van a ser novios?, ¿irás con él al baile?
Tanto interés de pronto por mi vida amorosa resultó abrumador, estas chicas jamás habían hablado conmigo, ni siquiera para pedirme la tarea. Aún así traté de ser amable, sonreí y contesté sus dudas. Bueno, no todas, porque no tenía todas las respuestas conmigo.
La cita había salido bien, él era un chico guapo, lindo y divertido que sabía escuchar, todo un caballero. Eso tuvo que bastarles al menos por ahora, el profesor Adam entró al salón y sólo quedaron cuchicheos de fondo y una que otra mirada envidiosa por ahí. Sí, me refiero a la de Anna.
Unas horas después, la chicharra sonó, anunciando el periodo libre. Me excusé con las interesadas sedientas de jugo de chisme y fui a buscar a Kyle a la cafetería. Mi mejor amigo por si se lo preguntaban.
Localicé su enmarañado cabello rubio frente a una de las cocineras que servía su almuerzo en una de las charolas de plástico rojas, esperé hasta que terminara de cargar la bandeja y luego lo seguí hasta la mesa donde por lo regular nos sentábamos. Aún no había visto a Zac, probablemente se encontraba en las canchas practicando jugadas para el próximo partido o respondiendo a las dudas de otros tantos entrometidos.
— ¿Qué hay? — preguntó en cuanto me vio.
Me senté enfrente, ansiosa por contarle todo y no, no me refiero a mi cita con Zac, sino al encuentro con Andrew en sueños.
— ¿No vas a comer?
Negué con la cabeza.
— No tengo hambre.
— Podrías pedir el almuerzo y darme tu rebana de pizza — bromeó tras llevarse un pedazo de masa crujiente a la boca.
— Luego, tengo que contarte algo.
— Si es sobre el musculoso sin cerebro olvídalo. No me interesa. Ya tuve suficiente de tanto cuchicheo en clase.
Admito que eso me sorprendió un poco, no el hecho de que prefiriera no saber cómo me había ido, un tema que prácticamente estaba en boca de todas mis compañeras de clase y que solo él podría darse el gusto de saber todos los detalles por mi propia boca. Pero en realidad lo que me sorprendió fue que la cita había causado más sensación de la que consideré en un inicio. Como sea no le di tanta importancia.
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El sabor de los sueños
Misterio / SuspensoSophie, su destino da un giro inesperado cuando comienza a soñar con un apuesto joven del que se enamora perdidamente sin saber su nombre y menos si es real. De lo único que está segura es de que debe encontrarlo. Alex, luego de quedar en coma tras...