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Alex recogió el teléfono del suelo, le preguntó a Kim qué había ocurrido. Y mientras se esforzaba por descifrar los balbuceos de mi amiga, intercalaba una vista hacía mí y otra a sus amigos.

Blake y Melanie se ponían al tanto de la conversación, deduciendo la tragedia que había azotado la vida de Kim. Yo estaba simplemente ausente; fue como si una parte de mi se quebrara en miles de piezas tan diminutas que jamás podrían volver a unirse.

Michael, muerto, cuerpo encontrado, policía, forenses, pruebas.

Mi cabeza apenas era capaz de entender el significado de cada una de esas palabras.

Sentí las lágrimas rodar por mis mejillas; sabía que no era tanto por Michael, al menos no en el sentido de que extrañara a mi ex. Pero lo conocía, a fin de cuentas, nos quisimos. Y lo que esto le hacía a Kim, eso me dolía hasta el alma, como si la muerte me hubiera arrebatado a mi propio hermano. Minutos después, justo cuando Alex colgó, Evan llegó a reunirse con nosotros, acompañado de Owen y Jerome.

Los vi acercarse, Alex hablaba con su padre en un tono tan bajo que ... era estúpido. Podía estar gritando y aun así yo no escucharía nada más que la tormenta interna que se había desatado en mi interior.

Luego de soltar un suspiro que duró más que unos cuantos segundos, Owen asintió a lo que sea que Alex le hubiera dicho.

— Jerome, quiero todos los detalles, quien lo encontró, donde, cómo y hace cuánto tiempo.

— Sí, señor.

— Alex, llama a Philip, dile que te reunirás con él en la comisaría. Hablen con Rodríguez.

Alex asintió, les hizo una seña a sus amigos, indicándoles con el pensamiento que no me dejaran de ver mientras iba por su celular, o eso fue lo que interpreté.

— Señor, lo siento mucho.

No reconocí mi propia voz, tan queda, frágil y aguda. Además ¿por qué me disculpaba? Ah claro, por echar a perder una fiesta de cumpleaños, trayendo mi propio drama al escenario.

Para mi sorpresa Owen me ofreció una mano y me ayudó a levantarme, sus ojos seguían siendo oscuros y no hablo solo del color, así como Alex tenía neblina con secretos, su padre tenía ... ¿sombras, demonios, culpa? Un pasado terriblemente sucio, que ningún tipo de jabón por muchos ingredientes que tuviera en su fórmula, podría borrar.

— ¿Tú lo mataste? — preguntó usando un tono seco.

— No, no, no ... ¿por qué ...

— Entonces no te disculpes. Sécate las lágrimas de cocodrilo, levanta la cara y ve a ayudar a tu amiga — miró por detrás de mi hombro —, Henry, ve por sus maletas, partirán de inmediato.

¡Nena!

Vi hacia atrás, Alex me extendió la mano, indicando que nos fuéramos. Asentí, limpié mis lágrimas y volví a ver a Owen antes de echar andar.

— Gracias.

— Y Sophie ...

Apenas había dado un par de pasos, cuando la voz del padre de Alex llamó mi atención.

— Espero que seas tan fuerte como Alex cree.

¿Qué demonios significaba eso? No importa, no había tiempo para acertijos. Con paso rápido llegué hasta donde Alex aguardaba, nos despedimos de sus amigos con señas y salimos a toda prisa, dejando atrás la fiesta, la música y la posibilidad de pasar una noche normal.

Tuvimos suerte de que la autopista estuviera despejada, Henry pudo pisar el acelerador a fondo y llevarnos de vuelta a San Francisco en poco más de una hora.

El sabor de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora