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Las reglas del buen comportamiento se me resbalaron como gelatina, lo miré descaradamente, pero solo pude verle la espalda. Parecía tener un cuerpo atlético, vestía ropa deportiva, cabello corto, castaño sin reflejos de caramelo. Necesitaba ver su cara, sus ojos. Lo seguí con la vista, tenía un buen trasero debo admitir.

Llegó a la mesa donde otro chico lo esperaba, guapo, alto, de ojos azules y una complexión similar, no le di tanta importancia. Ambos chocaron los puños; seguía dándome la espalda y entonces como si fuera una película de guardianes de la bahía, volteó el rostro. Sus ojos no eran grises sino verde esmeralda, un rastro de pecas apenas perceptibles en ambas mejillas. No era él. No era MÍ MICHAEL.

Tras intercambiar unas cuantas palabras con su amigo, fue hacia la barra, caminaba con la confianza de alguien que se sabe guapo; regalando sonrisas como si fueran dulces. Y entonces miró hacia mi mesa, nuestros ojos chocaron apenas por un segundo, porque la voz de Kim reclamó mi atención.

Puaj, ¿qué hace aquí?

— ¿Lo conoces?

— Sí, es mi hermano.

Luego de recibir su vaso con una bebida exótica que no era café, el chico se acercó a nuestra mesa.

— ¿Qué hay Pony?

— No me digas así, ¿Qué haces aquí? ¿El gimnasio está cerrado?

— No, pero ya acabé de entrenar.

Noté que llevaba la playera algo húmeda, bendito sudor que hacía que la tela se pegara a su pecho; Megara sin duda podría confundir sus pectorales con los de Hércules.

— ¿No vas a presentarme a tu amiga?

— No, ahora vete y ni se te ocurra acercarte a ella.

Michael la ignoró, centrando su atención en mí.

— Perdónala, no debió comer su alfalfa esta mañana. Soy Mike.

— Sophie — un puntapié me dio directo en los tobillos.

— Bueno ya sabes su nombre, vete ahora antes de que comience a contarle cosas vergonzosas sobre ti, y créeme hermano tienes muchas.

Michael sonrió.

— Te veré luego, supongo.

Kim le gritó algo, no le presté atención. Estaba demasiado concentrada en aquella espalda que se alejaba hasta el otro extremo de la cafetería.

Por la noche Kim me contó un poco más sobre la relación con su hermano, luego de que yo sutilmente insinuara que no estaba bien que se trataran de ese modo. Aunque no parecía, se querían y se llevaban bien, al menos cuando no había chicas de por medio. Kim consideraba a Michael como un conquistador; cuando iban en preparatoria salió con varias de sus amigas por cortos periodos de tiempo y cuando terminaban, la amiga en cuestión dejaba de hablar con Kim. Así que con cada ruptura desarrolló un resentimiento hacia su hermano mayor.

Luego de aquella información, decidí que me mantendría lejos de él. Aunque no tenía la mirada lobuna de Zac, su reputación como Casanova no me inspiraba confianza.

Estaba determinada a no volver a caer ante personas como ellos, por otra parte, mi amistad con Kim significaba mucho más que un galán. Además, si Michael era como Kim decía y compartía algo más con Zac además del aire de galán, probablemente buscara acostarse con cuanta chica bonita se le cruzara en frente, y yo no estaba dispuesta a hacerlo. Había desarrollado una aversión hacia el contacto masculino. Que sin duda no sería fácil que se desvaneciera, ni siquiera con el cuerpo de Zac bajo tierra.

El sabor de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora