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Admito que una parte de mí se sintió decepcionada, luego de que Michael se marchara sin decir nada más, sin intentar algún gesto romántico para convencerme. Pero lo respeté más por eso.

Le había contado a Kim acerca de lo ocurrido y ella me confesó que no le importaba si salía con su hermano. No sabía si era una especie de "pago" que estaba dispuesta a hacer, toda vez que ella salía con el mejor amigo de Mike y se sentía en deuda. Como sea, fue un alivio que dijera eso.

Me prometí que si Mike volvía a invitarme a salir esta vez aceptaría, escucharía el consejo de Kyle y le daría una oportunidad.

Pasaron dos semanas más y no había ni rastro de Mike, no nos habíamos vuelto a cruzar en Hygge, ni siquiera cuando Matt estaba. Supuse que me había descartado y había centrado su atención en alguien más.

Para la tercera semana, cuando salí de clases, me sentía agotada mentalmente, no por los estudios, esos me fascinaban, sino porque estaba consciente que lo había arruinado con Michael, por primera vez después de tanto tiempo, mi corazón había vuelto a latir por alguien.

En el camino al dormitorio, intenté darme ánimos, si se había rendido tan pronto, era mejor que nunca ocurriera nada ¿verdad?

Crucé la puerta, y lo primero que vieron mis ojos fue a Kim sentada sobre mi cama con una caja de regalo frente a ella.

— Es para ti — la señaló —. ¡Anda ábrela!

— ¿Quién la envía?

— No sé ni me importa, tiene solo una tarjeta con tu nombre.

Tomé asiento a los pies de la cama, agité la no tan pequeña caja entre mis manos y me devolvió el sonido de algo rebotando en su interior.

— ¡Sophieeee! Detesto los suspensos, lo sabes. Si no la abres tú, soy capaz de taclearte, arrancártela de las manos y abrirla.

— Bueno, alguien esta demasiado emocionada.

Sonreí.

Con cuidado desaté la cita y la abrí, volcando el contenido sobre la colcha, maravillada cada que mis ojos veían aquellos objetos robados de los cuentos.

Una manzana roja, una zapatilla de cristal, una aguja (supuse que habría sido muy difícil conseguir una rueca), una caracola, una rosa, una lámpara que bien podría tener un genio dentro y un reloj.

Al final cayó una nota.

Kimberly se paró más rápida que un rayo y se colocó a mi espalda para poder leer sobre mi hombro:

"Había una vez, una chica que deseaba un gentil galán que le ofreciera su amor. Lo conoció una vez, en su sueño y su corazón anhelaba que aquel sueño maravilloso pudiera hacerse realidad.

El príncipe que nunca había sentido algo así por nadie, deseaba hacer algo por ella, compartir este mundo a su lado, un mundo que a pesar de ser tan malo pudiese sorprenderla con sus maravillas. Con la magia de los cuentos como aliados, se propuso no perder más el tiempo e ir por ella".

Michael

Mi corazón no volvió a latir hasta que Kim soltó un gritó eufórico y comenzó a brincar de un lado a otro, cuando notó que yo seguía pasmada me agitó por los hombros.

— ¿Qué estás esperando ahí sentada? ¡Anda! ¡Ve por ese maldito príncipe tuyo y bésalo! Lo haría yo, pero es mi hermano y sería asqueroso.

No sé como fue que logré levantarme, pero le hice caso. Atravesé el edificio, entré a Hygge, no vi a Michael, corrí de vuelta al campus y entonces lo encontré sentado en una banca junto a Matt y otros chicos que no conocía. Caminé con paso decidido hasta él, no le di tiempo a mis pensamientos de que hablaran, si lo hacían comprobaría que esto era una locura y me detendría.

El sabor de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora