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Supe que me había dormido cuando abrí mis ojos con pereza. Tenía apoyada la cabeza en el hombro de Kyle, todavía sentado junto a él. Levanté mi mirada para verle y el chico también se había dormido. Sonreí al ver su carita adormilada.

Por mucho que extrañase, recordaba todo a la perfección. O casi todo.
Me había confesado, mandando a la mierda a Wendy de por medio, y me había besado con el pelirrojo a mi lado.
¿Lo recordaría él igual que yo?

Escuché la puerta de mi cuarto sonar, estaba a unos metros de frente a nosotros. Se dejó abrir, revelando la figura de mi padre.

—Stan tu amigo Kyle tiene— no llegó a terminar la frase —¡Joder! ¿Qué coño os habéis fumado?—

Moviendo la mano de un lado a otro, adentró la mirada dentro de la habitación. Se sobresaltó aún más al vernos sentados en el suelo abrazados, mientras él seguía dormido.

—Por Dios Stan, levanta a tu amigo y ponle algo de perfume antes de que se vaya. Su madre me ha avisado porque el autobús de vuelta a South Park llega pronto.— echando una última mirada, cerró la puerta con la fuerza perfecta para hacer que el pelirrojo se despertaste

Se estiró y desperezó, acostumbrándose al entorno poco a poco. Confundido miró a su alrededor, su cuerpo dejó de estar tenso al notarme a mí a su lado. Apoyó su cabeza en mi hombro, mirando hacia arriba para ver mi rostro.

—¿En qué momento me he dormido?— preguntó, noté su mirada clavada en mi cara

—No sé...— bajé la vista hasta él, viendo su cansado rostro, siendo así un poco lindo

Sonrió ante mi confusión, y acercó nuestros rostros sujetando mi nuca. Me plantó un decidido beso en los labios, me sonrojé ante tal acto atrevido.

—Por si te lo preguntas, me acuerdo perfectamente de lo que ha pasado. No te preocupes, que te veo tenso.—

Suspiré cerca de su cara, él rozó nuestras narices, haciéndome cosquillas. Tratando no ser brusco, se levantó lentamente, sacudiéndose la ropa de por medio. Hice lo mismo, mirándole fijamente sin querer.

—El autobús llega pronto, ¿verdad?— esa expresión triste se reflejó cuando asentí con la cabeza —Bueno, ¿me acompañas a la puerta?—

Una ola de angustia me azotó al volver a asentir, asumiendo que se tenía que ir. Asumiendo que no le vería dentro de bastante. Él también pareció asumirlo ya que le vi al borde de las lágrimas. Sus ojos verdosos brillando más de lo habitual.

Sujeté su mano y bajé las escaleras junto a él. Caminamos hasta la puerta de forma dolorosa. Cuando él se postró fuera y yo dentro, el silencio reinó entre nosotros. Otra despedida.

—Mi madre me deja visitarte cada dos semanas, veré si la puedo convencer para que sea cada una.— finalizó abriendo los brazos, esperando que me acurrucase entre ellos

Sin esperar lo hice, dejándome mimar. Sus cálidos brazos me hicieron sentir en casa de nuevo y, cuando se tuvo que separar, me sentí vacío.

—Te quiero, Stan. Hablamos por mensaje, ¿sí? Te avisaré cuando llegué a casa.— asentí, mudo

La habilidad de hablar ya no estaba en mi cuerpo, había desaparecido. Igual que las ganas de dejar ir a ese encantador chico.
Mi cara se calentó cuando me dio un besito de despedida en la nariz, suavemente. Con un lindo sonrojo, se alejó progresivamente, desapareciendo de mi vista a los segundos.

Volví a sentirme incompleto. Un pinchazo me atravesó, inconformidad. ¿Por qué mis padres no veían que esa no era mi forma de vivir, que estar en esa granja era solo su sueño?

Que por su culpa no podía estar con el chico de rizos rojos del que tanto me había enamorado.

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