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El insistente despertador me levantó de mi encantador sueño. Otro día de mierda. Era un día de mierda, tras otro y tras otro. Esa había sido mi vida hasta el momento.

Incluso después de haber conocido a ese simpático pelirrojo. Fue una muy buena distracción, pero no fue más que eso, una distracción. Llegué a mi casa tras dos horas de haber estado fuera. Cuando entré a mi cuarto la oscuridad volvió a envolverme, mi vida era un asco otra vez.

Me quité mi estúpida camiseta y mis sucios y arrugados pantalones. Rocé mis cortes con las yemas de mis dedos. Esa era la respuesta a una vida de mierda.

Dejando de recordar lo sucedido el día anterior, sacudí un poco mi cabeza. Bajé la mirada a mis brazos, a los que había recordado. Tenían unos cuantos cortes más que el día anterior. Había vuelto a caer. Necesitaría bastante tabaco para tapar esa adicción a la autolesión.

Reparé en qué no había hecho las tareas al preparar mi mochila, reparé en qué no había recogido mi cuarto al buscar mi ropa, reparé en qué no había solucionado nada.

Volví a desayunar sin hambre con la mirada de mi padre encima. Quizá se dio cuenta de la mierda que me sentía en ese momento.

—Oye, ¿con quién saliste ayer? Hace semanas que no sales de casa.— asumió que no habría respuesta al presenciar un largo silencio —Entiendo que no quieras hablar de ello. Igualmente estoy feliz y de buen humor, te llevaré en coche al instituto.—

Le vi levantarse para coger las llaves seguramente. Me limité a suspirar, me había quitado un peso de encima. Ese día no tendría que estar soportando la mirada rabiosa de Cartman en el autobús. Si se hubiese llegado a enterar de que hablé con alguien más que no era él, estaría furioso.

Me terminé el plato de comida y me levanté de la silla, dispuesto a subirme al coche con mi padre. Él ya estaba allí con el coche encendido y una media sonrisa en su cara. Le había encantado el hecho de que hubiera quedado con alguien. Lo entendía, es una gran decepción que tu hijo se encierre en su cuarto por semanas.

—¿Sabes, Stan? Yo a tu edad también tuve mi temporada de estar encerrado en mi casa. Pero luego fue recompensado por la época más social de mi vida.—

Aburrido miraba por la ventana fingiendo escuchar a mi progenitor. Lo que menos necesitaba en ese momento era una charla motivadora. Él seguía hablando de su juventud, yo miraba los árboles pasar a toda velocidad ante mis ojos.

El panorama no mejoró al llegar al instituto, de hecho, empeoró. Lo primero que vi en la entrada fue un grupo amplio de estudiantes rodeando algo o a alguien. Me bajé del coche agradeciendo a mi padre por inercia, ya que mi atención estaba puesta en aquel grupo de gente. Me hice paso entre las personas lo más disimulado posible, yo también quería enterarme de lo que pasaba.

Mis ojos se abrieron al ver a la directora separando a Cartman del chico que había conocido el día anterior.

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