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Estaba ansioso por que las tres primeras horas terminasen. Esa mañana no había llegado a hablar con Kyle. Estaba ansioso por poderle ver sonreir mientras hablaba.
El timbre que anunciaba el final de la clase sonó, sobresaltándome un poco. Rápidamente me levanté de la silla, recogiendo lo más pronto posible.

Como el día anterior, noté una insistente mirada posada en mí. Temía darme la vuelta y quedar cara a cara. Porque estaba claro que quién tenía los ojos pegados en mí era Cartman.

Sin siquiera darme la vuelta para comprobar si era verdaderamente él, salí del aula prácticamente corriendo, buscando a mi amigo con la mirada de forma apresurada.

Le vi parado en la puerta principal, esperándome pacientemente. Aunque noté que fingía tranquilidad en su semblante, vi que en realidad estaba decaído. Eso mandó un pinchazo a mi corazón.

—Kyle tío.— mi llamada pareció sacarle de sus pensamientos —¿Estás bien?— parándome a su lado pregunté

—Si Stan, estoy bien.— dijo cambiando su expresión con una sonrisa

Me encantaba admirar su sonrisa, pero no de esa manera. No cuando sabía que era falsa y solo la utilizaba para tranquilizarme. Quería una sonrisa honesta de felicidad, no una que escondía una gran angustia por algo que yo no sabía.

Me agarró del brazo y me llevó a la parte trasera del instituto como el día anterior. Nos sentamos en aquel bordillo de forma sincronizada y esperé a que sacase los cigarros para comenzar una conversación.

—Oye tío, ¿qué quería Wendy esta mañana? ¿Está todo bien?— se adelantó

Eso estrujó más mi pobre corazón. Sabía que el chico a mi lado no se estaba sintiendo del todo bien pero, ignorando sus problemas, me preguntaba por los míos.

—Nada importante, está todo bien. Nada de lo que preocuparse.— le hice un pulgares arriba, ese gesto le sacó una pequeña sonrisa —Y oye, estaba pensando en si podía tener tu número, ya sabes, ahora hablamos mucho y—

—Ya lo sé, es criminal que dos amigos no tengan su número.—

Ese comentario me sacó una sonrisa a mí. Sí, Kyle me consideraba su amigo, lo nuestro no era solo amabilidad, no era relación por conveniencia.
Me tendió su teléfono móvil para que fuera posible apuntar mi número. Sonreí satisfecho al agendarlo.

Dando una calada a su cigarrillo me miró devolverle el aparato. El humo blanco saliendo de su boca, sus profundos ojos mirándome. Miré hacia otro lado avergonzado, optando por preguntar lo que me había estado rondando por la cabeza desde el día anterior.

—¿Entonces somos amigos?— me miró de una forma como si lo que hubiese dicho le hubiera ofendido

—¡Claro que sí! Me da igual haberte conocido hace poco. ¿Por qué esa pregunta?—

—Es que ayer me estuve preguntando si lo nuestro era el inicio de una amistad o solo relación por conveniencia. Ya sabes, quizá solo hacías esto porque te pedí cigarrillos y, luego cuando pudiese conseguirlos yo solo te irías. Pensé que esto lo hacías con todos.— dije directamente, sin remordimientos, sin pensar dos veces

—Eres un idiota.— me agarró de los hombros, frunciendo el ceño —¿Por qué piensas que nadie quiere ser tu amigo? No estoy ahora contigo porque me sienta obligado a darte cigarros, estoy contigo porque quiero, porque me caes bien y quiero que seas mi amigo.— su mirada enojada me traspasó, sentí ganas de llorar por lo que dijo, si que sentía como si nadie quisiera acercarse a mí —Me impulsó a seguirte hablando esa camiseta de perro gracioso que tenías.—

Intentó aligerar el ambiente con ese comentario, siempre sabía qué hacer y en qué momento. Dejó de mirarme cuando sus ojos se achicaron al empezar a carcajear. Su linda y suave risa se hacía escuchar, una impecable sonrisa postrada en su rostro, sus grandes pestañas resaltaban en sus ojos cerrados, su nariz puntiaguda y pecosa se movía ligeramente por la risa y un lacio ricito amenazaba con meterse en su vista.

¿Lo mejor? Que me tenía agarrado por los hombros y no podía alejarme de él.

Cuando abrió los ojos me encontró a mí, con una expresión extraña y rojo hasta las orejas. Su risa se intensificó.

—¡Tío te has puesto rojo!— se separó para pegarme un leve codazo en el brazo

Yo me sonrojé aún más, tapando mi caliente cara con las manos. Una sonrisa tímida adornando mi cara.

Sí, me había puesto rojo al haberle visto reír de cerca.

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