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Volvíamos a estar en mi desastroso cuarto, pero esta vez sentados en el suelo y con un porro en mano. Nos reíamos, divertidos por nuestra travesura.

—Tío, pensaba que iba a ser más difícil.— comentó sacando un mechero de su chaqueta naranja habitual

—Mi padre tiene todo a la vista.—

Le vi ponerse el canuto en la boca, seguí sus acciones, esperando a que encendiese el mechero.
Como esa vez en la que casi me desmayo, se acercó notablemente a mi cara, juntando los porros con el fin de encenderlos juntos. Sus largas pestañas movían el aire mientras el pelirrojo estaba concentrado en lo suyo.

—Hacia dentro, ya sabes.— dijo con dificultad una vez el artilugio prendió

Hice lo dicho, notando un fuerte sabor inundando mis papilas gustativas. Nunca imaginé un sabor tan fuerte. Por la cara que le vi poner a mi amigo, también tuvo que notar aquello. Una mueca instalada en ambos rostros.

—Joder.—

—Sí.— respondí expulsando el humo

Esas simples palabras sirvieron para entendernos. Igualmente, la sonrisilla traviesa no abandonaba la pecosa cara del chico. Tosió un poco después de aspirar el humo.

—Hermano, te echo de menos. South Park no es lo mismo sin ti.— me miró —Todos te echan de menos.—

—¿Todos?— volví a calar del canuto —Con que tú me eches de menos estoy satisfecho.—

—Bueno, eso está hecho. Todo el rato pienso en ti.— eso me sacó una sonrisa —Y joder, hasta el insensible de Pete te echa de menos.—

—No es insensible, solo se hace el duro.—

La conversación siguió avanzando, igual que nuestro consumo de la marihuana. Un cuarto, ya me sentía pesado. La mitad, veía raro, no sabía si podría terminar de fumarlo.

—Kyle, ¿no ves como raro?— mi ceño se frunció fijándome en mi alrededor, mi vista pareció emborronarse

—Lo único que veo son tus ojos rojos, tío. — rió, pegándome vacilón en el brazo —Pero sí, me mareo un poco incluso.—

Empecé a ver cosas que no estaban. Dios, entre que estaba borracho y colocado, sentía que iba a desmayarme.
Difícilmente miré al chico a mi lado, agarré su mano cuando sentí un pequeño mareo.

—Tío, incluso viendo borroso, puedo decirte que eres guapísimo.— carcajadas se hicieron escuchar

—Vas colocado, no sabes lo que dices.— rió conmigo —Yo también voy colocado. No sé ni dónde estoy.— sentí su mano más cerca aún, apretada junto a la mía

—Sé lo que digo.—

—Madre mía, suenas tan gay.— sin parar su risa, respondió

—Quizá lo sea, tío. ¿Eres homófobo acaso?— con sarcasmo le pregunté

—¡No! No pero...— sus carcajadas cesaron, no pude ver bien si seguía sonriendo o no —¿Y Wendy?—

Escuchar ese nombre de nuevo me puso de mal humor, y más saliendo de él. Imaginé la cara de pena que ponía siempre al hablar de ella. Joder Kyle, cállate.

—Eso digo yo, ¿y Wendy?— mi sonrisa se borró, agotando de a poco mi paciencia —¿Tiene algo que ver aquí?—

—Es que... ¿No te gusta? Dijiste que podías intentar volver con ella. Te gusta, no puedes ser gay.— concluyó, también lo hizo mi paciencia, el efecto de las drogas no me dejaba pensar con claridad

—Tío, ¡qué le jodan a Wendy!— solté su mano, se sobresaltó por mi tono de voz —¡No me gusta Wendy, no voy a volver con ella! No la quiero.— acuné su cara entre mis manos —Te quiero a ti, ¿sabes? —

—Estás súper colocado.— noté su cabeza negar de un lado a otro

—Puede ser. Pero así puedo serte honesto del todo. Y te lo digo de verdad, que le jodan a Wendy, yo te quiero a ti.—

El ajeno se quedó completamente callado y quieto. Apenas podía escuchar su respiración. Sentí que la había cagado, que fumar marihuana y beber había sido un error y que nuestra amistad se iría a la mierda. Pero sentí la calidez de su respiración acercarse y supe que iba a pasar.

Un roce acarició mis labios de forma suave, y una mano agarró mis cabellos por detrás de mi cabeza. El roce pasó a ser una presión certera. Eso era un beso, nuestro primer beso. Me aferré a sus calientes y pecosas mejillas mientras movía mis labios a mayor velocidad. Su nariz puntiaguda rozó con la mía, sacándole una leve risita.

—Tío, sabes a porro.— entre risas comentó al apartarse unos centímetros

Aproveché para pasar mis brazos por detrás de su cuerpo, atrayéndole más a mí. Esto le gustó, noté un suspiro complacido. Y otra vez nuestros labios estaban unidos. Se entrelazaban, abriendo un poco la boca en el proceso. Mi lengua se aventuró en ese atrevimiento, el cual fue aceptado con gusto. Otro suspiró terminó en mi rostro.

Con disimulo abrí mis ojos ligeramente. Su cara estaba completamente relajada, sus ojos cerrados resaltando sus grandes pestañas. Sus mejillas estaban rojas como un tomate, haciendo desaparecer sus pecas por el contraste.
Noté sus dedos hundiéndose en mis cabellos rubios de nuevo, intensificando aún más el beso. Su cara se acercó más, y sus labios volvieron a abrirse, dejando pasar mi rugosa lengua.

Jesús, gracias por haberme dado a ese lindo chico, y por darme la oportunidad de besarle.

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