El pasado se encuentra con el presente.

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Daniel llevó a su amiga a la oficina del rector del colegio. Era un hombre corpulento, de tez morena y vestido con un uniforme de semigala de la Marina, su presencia infundía en la mayoría de la gente del lugar temor, pero por alguna razón, Diana se sentía protegida y confortable en su presencia.
El Coronel Caboana miraba fijamente a la nueva profesora que estaba sentada al lado del psicólogo de su colegio. "¿En serio tiene 22 años? Parece una chica de último año de secundaria" pensaba para sus adentros. Pero el tono femenino y a la vez enérgico de su voz le gustaba, al igual que su presencia; no solamente era una mujer hermosa, también se sabía desenvolver."Si está nerviosa, lo sabe disimular muy bien. Debería entrar al ejército, sería un gran elemento" Decía para sí mismo. La escuchaba hablar acerca de su experiencia laboral y la analizaba cuan escáner. Le preguntó:
-Dígame, licenciada Heredia, ¿alguna vez ha trabajado en un colegio con estudiantes?
-No, señor. Es mi primera vez. Le dijo mirándolo a los ojos.
-¿Y qué le hace pensar que podrá con estos estudiantes? Para nadie es un secreto que muchos de los cadetes de esta institución vienen de otras instituciones por problemas de conducta. Hay padres que los traen acá para que nosotros los pongamos a andar derechos.
Diana lo miraba a los ojos. Lo analizaba detenidamente. La estaba poniendo a prueba, pensaba que al verla frágil y con poca experiencia, no iba a poder con el empleo, pero en eso se equivocaba.
-Coronel, se que soy una mujer joven, pero no se confunda. Esta es mi fortaleza, aparentar ante los demás que soy un ser indefenso. Los retos me han gustado siempre y se que trabajar aquí lo es. Además, tal vez no tenga tanta experiencia, pero tengo ganas y conocimiento. No sirve de nada ser experimentado en algo si no se ama la labor, y yo amo mi profesión.
Daniel miraba la escena detenidamente y sonreía para sus adentros. Se daba cuenta de que Diana se había echado al bolsillo a Caboana con semejante respuesta. Él conocía muy bien a su amiga, y estaba muerta del susto, pero si algo admiraba de ella era que siempre podía ocultar sus sentimientos, y en esta ocasión lo hizo tan bien, que el rector no lo notó, a pesar de que era un hombre entrenado para detectar esas cosas. Sabía que Diana no lo iba a defraudar.
-Coronel Caboana, se que al estar aquí como docente me equivocaré muchas veces, pero se que también voy a aprender muchísimo- Continuó Diana-. Soy una mujer que aprendo de mis errores y trato de mejorar diariamente. Si bien en ocasiones puedo parecer relajada, en realidad soy una auténtica perfeccionista. Y esta institución me dará la oportunidad de mejorar mucho, de eso estoy completamente segura. Soy una mujer disciplinada y exigente conmigo misma, por eso he llegado hasta donde estoy y se que llegaré aún más lejos.
-Se tiene confianza, profesora. Le dijo Caboana con una sonrisa.
-Si no me tengo confianza yo, nadie lo hará por mí. Le contestó con una sonrisa. Lo había desarmado, se lo había echado al bolsillo. Su osadía le había ganado la simpatía de ese hombre de ébano colosal.
-Usted es todo un personaje, licenciada Heredia. El doctor Daniel tenía razón al recomendarla como lo hizo.
Tomó el teléfono, marcó una extensión y dijo: -Por favor, mande a buscar al profesor de literatura de los grados superiores... Ah, sí? Perfecto, hágalo pasar, entonces -Se dirigió a los jóvenes que tenía en frente: -Ya el profesor saliente está aquí.
A la oficina llena de placas y condecoraciones entró un hombre joven de unos 23 años, de tez trigueña, ojos y cabello negros. Medía unos imponentes 1.85 de estatura, de complexión atlética y sonrisa seductora. Su sonrisa adquirió un matiz de felicidad al ver a Diana, y esta sentía que el suelo se le estaba abriendo a los pies al verlo a él, a Juan Diego Miller, puesto que no solamente era el profesor al que ella iba a reemplazar. Lo conocía muy bien porque era su exnovio antes de Federico.
Él al verla, se dirigió a ella con alegría mientras la abrazaba y le daba un beso en la mejilla:
-Red Diana, ¿Eres tú quien me va a reemplazar? Estoy sorprendido y complacido.
-Yo aún más. Le respondió mientras correspondía a sus gestos cariñosos.
Daniel se estaba dando gusto contemplando la escena con una sonrisa algo socarrona.
-Ah, ¿Y es que ustedes se conocen? ¡Qué agradable sorpresa!- Exclamó el coronel Caboana- Entonces, licenciado Miller, le encargo a la licenciada Heredia para que haga el empalme con ella.
Salieron los tres de la oficina y Daniel se acercó a su amiga. Le susurró:
-¿No me digas que  el famoso JuanDi que fue tu novio y tu traga maluca es este hombre?
Daniel lo preguntaba porque conocía la historia de los dos, si bien en ese momento no vivía en el país porque estaba haciendo una especialización. Juan David y Diana habían sido novios hacía más de dos años y duraron poco más de siete meses. Ella había sido la primera novia que él había llevado a la casa y la única mujer con la que tuvo una relación romántica que no se llevó a la cama (él era un mujeriego empedernido), y ella se enamoró como una tonta de él. Tuvieron una relación llena de ternura y dulzura, pero a él le dió el ataque de inmadurez y sentía que estaba perdiendo su libertad y entró en la crisis de "no eres tú, soy yo" (si bien no existía nadie más). Terminó su relación y destrozó el tierno corazón de Diana, a tal punto que hacía videochats y llamadas a largas distancia para desahogarse con Daniel, quien le ayudó a sobrellevar la situación.
Muchos meses después, él la buscó, pero ya era novia de Federico y lo rechazó, sin embargo le ofreció su amistad incondicional, con la cual le tocó conformarse.
Diana lo miraba caminar delante de ella y pensaba en lo loca que era la vida. JuanDi era muy atractivo, pero solamente veía eso en él, ya no le movía las fibras, a raíz de la ruptura a ella le quedó claro que quería a un hombre a su lado que supiera qué quería y hacia a dónde se dirigía, tal y como ella siempre había sido; y Federico lo era, a pesar de sus celos. Al escuchar a su amigo preguntarle, le respondió:
-Sí, es él. Pero en tu oficina hablamos bien, ¿te parece?
-Con Coca Cola a bordo, querida.
Caminaron un poco más rápido hasta llegar a Juan Diego, quien al tener a Diana a su lado, le dijo:
-Lq verdad, me siento mucho más tranquilo al saber que vas a reemplazarme. Se quien eres, y para mí concepto, eres de las mejores profesoras que conozco.
-Ay, JuanDi, ¡por favor! No digas eso. Le respondió apenada. A él le encantaba ver cómo el rubor de sus mejillas contrastaba con su cabello rojizo. Daniel interrumpió la escena apoyando lo que había dicho Juan Diego:
-Es que es simplemente la verdad. Eres muy inteligente, talentosa y disciplinada, y por todo eso te irá muy bien aquí. Y fuera de eso, eres hermosa,  la mujer 10.
Diana soltó una carcajada al darse cuenta de las negras intenciones de su amigo y veía como su exnovio se sentía aludido y abochornado a la vez "Dani Dani, te voy a matar, pero también te cocinaré tu plato favorito después de esto, eres la cagada" pensaba mientras esbozaba una sonrisa. Daniel se fue a su oficina, satisfecho por su comentario y las reacciones conseguidas, mientras Diana y Juan Diego se dirigían a la sala de profesores. Era un bloque de una planta que contenía una oficina por cada jefe de área, un cubículo por cada docente, baños una cocineta y una sala de juntas. Caminaron por entre los pasillos que formaban los cubículos hasta llegar a uno de los cubículos del final. Dentro habían unas cajas con cosas de oficina, Juan Diego había estado vaciando su espacio. Se sentaron y él le fue mostrando los registros de asistencia, de calificación es y cómo diligenciarlos. También le entregó el portátil que el colegio le había asignado cuando llegó y que ahora estaría en mano de Diana. Lo abrió, lo encendió y le enseñó el manejo del software académico del colegio. Duraron poco más de una hora haciendo el empalme y otra hora más hablando y riendo sobre cosas que habían vivido. En ese momento, Diana se sintió muy a gusto, incluso cuando él le comentó sobre los casos difíciles que le tocaría.
-Los estudiantes de aquí son cosa seria, son difíciles algunos. Creen que porque reciben entrenamiento militar, se ven adultos y provienen de familias prestantes pueden hacer lo que se les venga en gana, pero la cosa no es así. Hay que pararse firme con ellos
-Tú sabes que yo no me dejo, JuanDi
-Eso es verdad. Siempre has sido una mujer de carácter fuerte y gran templanza, yo diría que sobrenatural. Eso siempre me ha gustado de tí. Le respondió sonriendo. Pero su sonrisa se esfumó al ver en el anular izquierdo de Diana un anillo de oro con un brillante. "Se va a casar, no pensé que la cosa fuera tan en serio" pensó. Luego le preguntó:
-¿Cómo vas con tu novio?
Ella lo miró a los ojos y le respondió:
-Muy bien, gracias a Dios. Fede es un gran hombre y tenemos muchos planes juntos.
-Los puedo ver por el anillo en tu mano. Me alegra muchísimo que hayas encontrado a alguien que te valorara como mereces.
-Gracias, JuanDi. Le contestó mientras esbozaba una sonrisa.
-Ah, se me olvidaba comentarte algo más. El último año están clasificado en tres salones. Para formar esos grupos se tuvieron en cuenta las pruebas diagnósticas de inicio de año y su desempeño en la parte militar desde el entrenamiento, el cual inicia desde el tercer año de secundaria. El grupo A es el de los mejores estudiantes, los chicos modelo, el grupo B es el de los estudiantes promedio. Son buenos estudiantes, pero no tanto como los del A; y por último el grupo C, el cual se compone de estudiantes repitentes y con problemas académicos y disciplinarios -En ese momento adquirió un tono un tanto jocoso:- . A esos salones les han puesto unos apodos bien particulares: a los del A les dicen Playa Alta, a los del B Playa Media y a los del C Playa Baja.
Diana no pudo evitar reír, y Juan Diego se unió a su risa.
-¿En serio, JuanDi?
-En serio. Es una tradición que hay aquí con los de último año, por cosa de promedios y puntajes de pruebas estatales. Te acostumbrarás.

Mi cadeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora