Catalina despertó en su cama y sintió que no estaba sola. Por un instante, creyó que su enorme león de peluche estaba con ella, cuando su mano sintió un torso desnudo. Palideció, y lentamente, giró hacia su izquierda. Palideció aún más al darse cuenta de que lo de anoche no fue uno de los sueños eróticos que tenía con Federico, que había sido cierto todo lo que había pasado y que habían amanecido juntos. Este dormía plácidamente, y ella se cubrió con la sábana al darse cuenta de que estaba totalmente desnuda. No, eso no fue un sueño. Fue real, lo vivió y no pudo evitar el sonreír.
La noche anterior, estaba a punto de acostarse. Se encontraba sola en casa, sus padres y sus hermanos habían salido de viaje donde unos parientes en el campo y ella no podía ir por sus compromisos académicos, debía presentar el proyecto de final de ciclo, la organización de un evento corporativo. Su celular sonó:
-Cata, soy Federico. ¿Puedo llegar a tu casa?
A ella le extrañó la pregunta, porque se suponía que estaba celebrando con Diana su sustentación y eran pasadas las 10 de la noche, pero en su tono de voz lo último que escuchaba era alegría.
-Claro, Fede, puedes venir. ¿Pasó algo?
-Necesito de una amiga en estos momentos, estoy devastado. Dijo con voz quebrada.
-Dios mío, Fede, ¿qué te pasó?
-Te necesito, Cata. Diana me acaba de terminar.
En un silencio que duró pocos segundos, Catalina estaba procesando todo. Federico era libre, ¡al fin! En esa confesión, se asomaba un atisbo de esperanza, como la última chispa de la fogata. Le respondió con un "acá te espero" antes de que ambos colgaran. Sentía la tristeza de Federico, y no podía creer que Diana le hubiera terminado. Algo pasó para que ella tomara esa decisión, estaba muy enamorada y se veía formando una familia a su lado, la conocía muy bien para saber que él había hecho algo verdaderamente feo.
Diez minutos después, Federico llegó. Estaba con los ojos llorosos, las rodillas de su pantalón estaban sucias. Apenas la vio, se arrojó hacia ella y la abrazó, llorando amargamente. Catalina lo abrazó y lo hizo entrar. Se sentaron en el sofá. Ella le preguntó:
-¿Qué sucedió para que Diana tomara esa decisión?
Respiró profundo y le dijo:
-Me di cuenta de que no me quiere lo suficiente para tener una vida conmigo. Le hice un reclamo por Juan Diego, porque estuvo en la sustentación mientras no estaba. Se han estado viendo y ella me lo negó. Ella no lo dejó, nunca lo dejó de querer.
-Federico, no digas eso. Yo estuve allí. Juan Diego y Diana son amigos, nada más. Y Diana siempre ha estado firme contigo...
-Nunca te diste cuenta, Cata. Ella lo supo ocultar. Hoy me dí cuenta de ello, no me quería ni besar ni abrazar. Me humilló. Y rompió a llorar, mientras se refugiaba en los brazos de su amiga.
-Lamento que estés pasando por todo esto. Esto va a pasar, te vas a curar- el joven la miró a los ojos -. Yo sé que hay alguien que te va a querer y vas a tener esa relación con la que siempre soñaste. Te aseguro que hay muchas mujeres que darían lo que fuera por estar con alguien como tú.
Federico la miró a los ojos y con el dorso de su mano empezó a acariciar su mejilla. Ella se ruborizó y cerró los ojos, esperando a que él la besara. En cambio, comenzó a rozar sus labios contra el lóbulo de su oreja, haciéndola estremecer. Al oído le preguntó:
- ¿Y tú formas parte de esas mujeres?
Pudo sentir cómo sus mejillas se calentaban y su respiración se aceleraba. Titubeando, le dijo:
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Mi cadete
RomanceUna joven e inexperta profesora de literatura llega a trabajar a un colegio militar, en donde conoce a un apuesto y gallardo estudiante de último año que le hará replantear todo, incluyendo su escala de valores.