Poco a poco

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Dicen que el tiempo pasa volando, pero para Diana sus primeros dos meses fueron raros. Habían días en que se iba rápido el tiempo, y otros en los que el ritmo era a paso de tortuga. Prueba de ello, empezó a experimentar que de lunes a viernes, todo era más lento, pero que del viernes del mediodía hasta el domingo por la noche y los festivos, el tiempo volaba a la velocidad de un Concord.

La rutina de todos los días al llegar era la misma: formación en la mañana, entonar el himno nacional y caminar entre las filas. Ya no era solamente  la profesora Vélez la que despertaba suspiros y pensamientos candentes entre los estudiantes de los tres últimos años, también Diana provocaba una oleada de halagos y despliegue de hormonas, pero a diferencia de la profesora de matemáticas, la joven era más cálida. A través de los uniformes que usaba, se podían ver sus formas femeninas, y la combinación de sus ojos verdes y su cabello rojizo era algo que dejaba a los hombres del colegio sin aliento, sin importar que fuesen colegas, militares, estudiantes y hasta padres de familia. Para los jóvenes del bachillerato, se había convertido en el amor platónico y la fantasía sexual de más de uno. Las invitaciones a salir se habían convertido en algo casi que diario y lejos de indignarla y avergonzarla, se divertía rechazando a estudiantes, especialmente aquellos que la veían como un reto y que incluso habían apostado entre ellos quién la podía seducir. Le conmovía el hecho de ver que esos hombres tan grandes y fornidos en realidad eran adolescentes embobados con la nueva profesora. Algunos militares no se quedaron atrás con las insinuaciones, pero ella las manejaba inteligentemente diciendo cosas como "me halaga sobremanera que un hombre como usted se fije en mí, pero mi corazón tiene dueño" y acto seguido mostraba la mano con el anillo de compromiso, y eso hacía que se frenaran. No faltaba el que le dijera que no le importaba, a lo cual ella simplemente sonreía y respondía "va a estar predicando en desierto frío".

Sus clases se habían convertido en las favoritas de la mayoría de los estudiantes de último año, si bien en un principio había tenido problemas, no solamente por el carácter de algunos estudiantes, los cuales pensaban que porque se veían mucho mayores que ella y por ese dejo de machismo que tiene la instrucción castrense iban a hacer lo que se les daba la gana, pero Diana se impuso, demostrando que no solamente era una joven hermosa y dulce, también fuerte, con carácter y agresiva en ocasiones, y eso hizo que se ganara el respeto de los estudiantes así les cayera mal a algunos. Su inexperiencia, también le daba dolores de cabeza, no era lo mismo dar cursos cortos de redacción, lectura crítica, oratoria y teatro, que ser docente en un colegio con una carga de 22 horas semanales, llevar registros de asistencia y preparadores de clases al día, calificar trabajos y evaluaciones, atender a padres de familia y asistir a reuniones de área.

Esa rutina era agotadora, pero no desaprovechó la oportunidad para usar su membresía premium del gimnasio e iba de lunes a viernes por la tarde, y cuando se supo que ella iba regularmente al gimnasio, muchos estudiantes empezaron a emplear la membresía del gimnasio e ir también. Esta "ola fitness" causó curiosidad en los instructores militares y profesores de educación física, por ello decidieron asistir en una tarde al gimnasio, para encontrarse con la sorpresa de ver a la nueva profesora con lycras y camisetas cortas pero vestidoras; ahí entendieron que los estudiantes querían hacer gala de su físico a la joven y de paso deleitarse con sus piernas, las cuales no dudaron en admirar, aparte de su disciplina y concentración en sus rutinas. Los profesores e instructores también se deleitaban con la belleza de la profesora y de paso se divertían viendo a los estudiantes tratando de cortejarla, parecían pavos o palomos alrededor de una hembra que solamente los veía como polluelos con plumones y no como un macho elegible para la cópula.

 El hacer ejercicio le ayudaba a canalizar todo el estrés del trabajo y de los últimos ajustes a su tesis, al igual que tener la vida social con sus amigas, familia y su prometido, el cual sentía que ya no tenían tanto tiempo como antes. Federico tenía un horario flexible por su trabajo, y al no tener a su novia disponible como antes, esa situación le estaba empezando a generar celos nuevamente, y Diana se lo hizo ver. En vista de la circunstancia, la joven le brindaba tiempo de calidad saliendo juntos a comer, a bailar, a la playa y a estar solos, y era en ese último momento en los que los besos y las caricias un poco subidas de tono abundaban, pero se controlaban porque querían dejar lo demás para el matrimonio. A Federico a veces lo ofuscaba eso, pero cumplía las reglas de la iglesia, y por el lado de Diana, ella no creía mucho en eso y aunque deseaba a Federico, no lo deseaba lo suficiente como para tener relaciones sexuales con él, no aún.

Mi cadeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora