Agua fría, ojos verdes, cabello de fuego

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Dormir. Eso era lo único que quería, pero la maldita alarma del reloj no me dejaba, cuando estaba en lo mejor del sueño me pasaba; ese aparato de mierda me dañaba el buen rato y por lo general soñaba con situaciones de las que no quería salir y que guardo en mi memoria, porque los caballeros comemos callados y eso nos permite seguir comiendo. A diferencia de mis amigos y de los muchachos de mi edad, siempre he sido muy reservado, incluso para mirar a una mujer no me la como con la mirada, me parece de mal  gusto y también de perdedores. Como dice mi papá, el general en retiro Alonso Jackman "el que muestra el hambre, no come".

 Estaba soñando con cosas demasiado placenteras (en la chica que conocí en el bar hace unos días atrás y con la que coroné la noche anterior, ¡vaya que valió la pena la decomisada del teléfono!) cuando la alarma sonó inoportunamente. Eran las 5:00 de la mañana. Si bien entraba a las 7:00, mis padres odiaban que mis hermanos y yo nos levantáramos al ras del tiempo. Así que saqué voluntad de donde no tenía y me levanté de la  cama directo a la ducha (duermo desnudo para no tener que perder el tiempo quitándome la ropa así estemos en la estación más fría, para eso existe la calefacción). 

Miraba la perilla del agua y respiré profundo. La abrí y una cascada de agua fría cayó sobre mi cuerpo, el cual ha sido esculpido por el ejercicio. Odiaba esa sensación de los primeros 10 segundos, en donde mi piel luchaba por adaptarse del cambio del calor de mis sábanas de algodón egipcio al golpe glacial de la ducha. Después de eso, tomé mi uniforme de diario del closet. Era una camisa de dril azul oscuro manga corta y debajo de esta usaba una camiseta blanca con la heráldica del colegio, un pantalón en dril azul oscuro con reata, cordón de mando y botas negras. En el bolsillo izquierdo de mi camisa estaba bordado mi apellido en mayúsculas doradas: "Jackman".  Me miré al espejo detenidamente. Medía 1.83 de estatura, mi cuerpo era atlético por la actividad física del entrenamiento militar al que éramos sometidos tres veces por semana y porque también iba al gimnasio del colegio todos los días. Mi cuerpo no era el de un joven de diecisiete años, me veía de unos veinte y eso me ayudaba a entrar a bares y clubes nocturnos, puesto que no me pedían la identificación para comprobar si era mayor de edad. Siempre llevaba el cabello corto y me gustaba estar bien presentado, de ahí que un buen perfume no faltaba y siendo de una familia adinerada, me podía dar ese lujo.
Mi presencia física y la manera discreta en la que me desenvuelvo me ha ayudado mucho con el sexo femenino. Desde los catorce años me he involucrado íntimamente con mujeres, muchas de ellas mayores y siempre he sido de buenas en ese aspecto, y me permito tener hasta dos y tres aventuras a la vez. Tengo una novia desde hace un año, Ana Sofía, estudiaba en el colegio de las benedictinas,  hija de un prominente ganadero de la región, pero eso para mí no es impedimento a la hora de involucrarme con mujeres que me gusten y con las que pueda ver una oportunidad. Y ahora mismo, ando en un vacilón delicioso con María Clara. Siempre había existido una especie de coqueteo a través de las miradas, teníamos amigos en común y estudiamos en el mismo colegio, hasta que coincidimos en una fiesta y en una de las habitaciones de la casa empezó todo, algo rico, sin compromisos y cada quien por su lado. Me gusta eso.

Mi padre siempre me ha inculcado la importancia de nuestro apellido, que carga con una larga tradición militar la cual tiene más de 4 generaciones en el país, empezando por mi tatarabuelo, el general del ejército británico Aldous Jackman, quien llegó en una misión diplomática al país en los 1870s y terminó radicándose en este lugar. Aquí conoció a su esposa, una mujer de la alta sociedad de la época y sus hijos y los hijos de sus hijos (varones) empezaron a formar parte del ejército como oficiales, llegando a ser una de las familias con destacada tradición castrense del país. De ahí que todos los descendientes Jackman han estudiado en la Academia Militar "Inocencio Chincá" y nuestra familia es una de las más tradicionales en el colegio en donde estudio. La primera mujer de nuestra familia en formar parte del ejército fue una prima en segundo grado, prima hermana de mi papá y a partir de ese momento, también hay mujeres con nuestro apellido integrando las fuerzas militares en diferentes grados como oficiales.

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