Todo por Andrés

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Para María Clara tampoco había pasado desapercibida la actitud de Mario hacia la profesora de castellano. De lejos, ella veía cómo la saludaba y a veces le llegaba con una galleta o un dulce. Si bien sentía celos, se tranquilizaba porque sabía cuán orgulloso era él, las mujeres lo buscaban y ella era una profesora que no le iba a prestar atención a un estudiante. Además, le caía muy bien por su amabilidad y lo divertida que era; no le daba clase, pero se encontraban en los pasillos o en los recesos y hablaban de moda, maquillaje y accesorios. Toda esa cordialidad inició el día en que ella iba por un pasillo con su mejor amiga Victoria Ureña, y escuchó una voz por detrás llamándola "¡Cadete, cadete!". al girar, vio a la joven profesora que ese día llevaba el uniforme gris. Estaba corriendo con los tacones y se maravilló al verla hacer eso. Cuando la tuvo frente a frente, le dijo:

-Profe, cuénteme, ¿en qué le puedo ayudar?

Diana se acercó y suavemente y le dijo:

-Debes ir al baño de inmediato. Te acabas de manchar- Al ver cómo la chica palidecía, le dijo:- No te preocupes, te voy a ayudar. Vamos al baño que está aquí cerca, tiene duchas. ¿Tienes alguna toalla higiénica en tu bolsillo?-Al ver el gesto negativo, se dirigió a Victoria: - Ve a la cafetería y pídele a las cocineras que por favor me envíen un puñado de sal y guantes desechables, y ve con la teniente Ramos que por favor me envíe a mí, a la profe Diana, una toalla de cuerpo, jabón y una toalla higiénica.

Victoria obedeció y al rato las tres estaban en el baño. María Clara estaba quejándose con dolor, casi llorando, lo cual conmovió a la profesora y le dijo que abriera el agua caliente, el agua fría le aumentaría la intensidad a los cólicos. Diana le dio instrucciones a Victoria para que se pusiera los guantes y lavara las prendas manchadas mojándolas en agua y poniéndoles sal. La chica hizo una mueca y Diana la miró con impaciencia pensando "y así son amigas". Entonces, se puso los guantes y lavó las prendas sacando la sangre con sal y luego quitando el resto con el agua. Le pasó las prendas a Victoria para que las secara debajo del secador eléctrico de manos y al estar secas, la joven se las puso.

-¿Cómo te sientes? Le preguntó Diana

-Un poco mejor, gracias , profe. Le respondió un poco más tranquila.

-¿Porqué no llamas a tu casa para que vengan por ti? lo digo porque veo que tus cólicos son muy intensos y a lo mejor no te dejen tranquila.

-Es verdad, profe, pero debo ir hasta coordinación o a la oficina de mi teniente Ramos, y no me siento muy bien para caminar. Mis ciclos menstruales son muy dolorosos por la endometriosis, y no me la esperaba hoy. Le respondió llorosa.

Diana sacó de su bolsillo su teléfono y marcó a Ana. Le contó lo que había sucedido. Las chicas miraban los gestos de la profesora: "ajá, sí. Claro, yo te mando a la amiga. Gracias, mi teniente". Colgó y le dijo a Victoria:-Ve con mi teniente Ramos y le dices que vas de parte mía, ella te va a entregar la orden de salida. Luego vas al salón, recoges las cosas de tu amiga y le muestras la orden al profesor de turno y te vas con ella hasta la recepción del colegio.

María Claudia había visto a esa profesora de lejos y le había parecido bonita, muy llamativa y veía cómo hasta sus compañeros de grado se desvivían en atenciones con ella, también veía el mismo comportamiento hasta en padres de familia que conocía, pero ella siempre los trataba con respeto. Nunca había tenido la oportunidad de cruzar palabra con ella hasta ese día y pensaba que era cordial pero a la vez distante como todos los profesores del colegio, pero ella era diferente: reía con los estudiantes así no les diera clases, las chicas le pedían opinión sobre maquillaje o moda y hasta se ponía a jugar volleyball con los estudiantes que la invitaban sin importar que estuviera de tacones y elegante. Era fresca y descomplicada, y también había descubierto que era sorora y empática.

-¿Cómo se llama, cadete? Le preguntó del otro lado de la puerta.

-María Clara, profe.

-¿Cómo te sientes, María Clara? Le preguntó con dulzura- ¿Te ayudó la ducha caliente con los cólicos?

Salió ya vestida. Sus ojos azules estaban enrojecidos por las lágrimas y aún en su rostro angelical se leía un gesto de dolor.

-Si, profe, ya me siento mucho mejor, gracias - Le respondió con una sonrisa -. Cada vez que me baja el periodo, de inmediato es un auténtico sufrimiento, y los medicamentos no me han servido de mucho.

Diana observaba a la chica. "Es preciosa, parece un ángel" pensaba. Le respondió:

-Te entiendo perfectamente. Cuando me estreso demasiado, el periodo se me retrasa y cuando llega, es espantoso, como castigándome. Por eso hago ejercicio casi todos los días menos sábados y domingos, esos son mis días para descansar.

-Es genial, profe- la miró a los ojos:- , a mí también me encanta, pero tengo instructor en casa y hago ejercicio con mi mamá y sí, es divertido- Suspiró y dijo:- Ay, ¡no entiendo cómo podemos aguantar esto! ¿No se ha preguntado porqué esto no le pasa también a los hombres?

Diana le respondió con una sonrisa divertida:

-Si se quieren morir con una simple gripa, ¿Te imaginas con un cólico menstrual? Las UCI de las clínicas y hospitales no darían abasto, ni siquiera sabrían cómo ponerse una toalla higiénica, o peor aún, un tampón.

La chica la miró y ambas estallaron de risa de solamente imaginar a un hombre con un tampón metido en el ano, y así lo comentaron.  No paraban de reír con la imagen cuando Victoria llegó con el bolso de la joven (en ese colegio, el bolso de todos era un morral de campaña de color azul oscuro). Su cara se relajó al verla más tranquila y riendo con la profesora.

-Amiga, ya tengo la orden y acá están tus cosas. Ya llamé a tu papá y mandó al chofer.

La agarró del brazo y las tres salieron del baño. Maria Clara le dió un abrazo a Diana (dejando sorprendida a su bestie por la reacción, no era algo normal en ella) y le dijo:

-Gracias, profe linda. No se imagina cuánto me ayudó su compañía. En un colegio donde los profes son tan distantes, es bueno encontrar a alguien como usted.

Diana correspondió a su abrazo. Se notaba que era una niña privilegiada materialmente, pero rodeada a su vez de un mundo algo solitario:

-No te preocupes, María Clara. Me alegra muchísimo haberte ayudado. Sabes que cuentas conmigo.

Las chicas se alejaron y Diana regresó a la sala de profesores a seguir calificando unos exámenes que había hecho ese día. Pensaba en la actitud de Victoria con lo de lavar la ropa de su amiga y se dijo "para médico de urgencias o cirujana no sirve, menos para militar" y empezó a reír.

Durante dos días no la vió en el colegio. Le preguntó a su mejor amiga cómo seguía y ella le dijo que estaba reposando; Diana le mandó saludos. A los dos días, después de haber bajado de clases con Playa Alta (era un salón excelente, fuera de serie; pero se sentía incomoda, vigilada y el ambiente era muy frío, nada que ver con Playa Media o hasta con Playa Baja que si bien no eran los mejores estudiantes, tenían mejor calidad humana), llegó a su cubículo y encontró una caja de sus chocolates favoritos con un post it  de color lila que decía "Gracias, mi ángel de la guarda. M.C" Sonrió y destapó uno de los bombones para comerlo.

A partir de ese entonces, casi siempre hablaban y reían de cualquier cosa. Gilma y Juan vieron la escena de lejos y este le dijo divertido a su amiga:

-Este cuadro está hermoso, ¿no crees?

-La atacada que le voy a pegar a Jackman, tipo "hey, se te juntó el ganado"

Ambos rieron estrepitosamente mientras iban rumbo a la cafetería

Mi cadeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora