Encuentro en el Arcade

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Era sábado por la mañana. Diana desde la oscuridad de su cuarto escuchaba la vida que poco a poco se despertaba; escuchaba a su mamá en la cocina haciendo el desayuno y a uno de sus hermanos limpiando la casa. Miró su reloj, eran las 6;30 de la mañana. "Demonios, ¿Podrían hacer menos bulla?", pensaba mientras se ponía la almohada en la cabeza.
La noche anterior, Federico había llegado a su casa con pizza hawaiana y Coca Cola. La encontró calificando trabajos y exámenes, muy a pesar de su política de "no llevo el colegio a la casa". Su semana había sido caótica y las horas libres no le habían alcanzado para calificar los trabajos, además el día viernes hubo la reunión de docentes de último grado. Al ver a su novia tan ocupada, le ayudaba buscando los nombres en las planillas y poniendo la calificación que ella les había asignado. Con asombro, vio que su novia era estricta para calificar, incluso hacia anotaciones con la finalidad de que el estudiante no volviera a cometer el error.

-Mi animalita, se un poco más flexible con esos pelaos, no seas tan estricta

Diana lo miró fijamente y le respondió:

-Fede, si no les exijo, no van a aprender. La gran mayoría vienen de familias prestigiosas, muchas de esas familias manejan el país y la ciudad, no me puedo dar el lujo de enseñar la mediocridad en ellos, porque serán los futuros líderes. Es absurdo.

Federico sonrió mientras agarraba el siguiente informe y lo ojeaba. Ella les exigía presentarlo a mano con todas las reglas. Pero su sonrisa se desvaneció cuando al final del trabajo, en una esquina, encontró una nota que decía "Si usted me dedicara una mirada de sus hermosos ojos, mi vida en este colegio tendría sentido". Miró el nombre del autor, un joven de último grado. Sentía que la sangre le hervía, pero luego se calmó al ver a su prometida metida en otro reporte. Ella notó su mirada, le sonrió y le tiró un beso. "No me debe inquietar, ella es hermosa y tiene ojos para mí. Soy afortunado de que una mujer hermosa que muchos desean quiera estar conmigo". Miró su nota y la pasó a la planilla.

Y así estuvieron hasta las 11 de la noche, en la cual Diana insistió en que se fuera para su casa, ya que él vivía del otro lado de la ciudad.

-No puedo dejarte así, aún no has terminado. Se quejó Federico.

-Me faltan solamente calificar las pruebas de ortografía, y eso lo puedo hacer sola. Hoy solamente califico y mañana por la mañana transcribo a la planilla y subo a la plataforma, no te preocupes. 

Federico tomó unos trabajos que había dejado separados y le mostró:

-¿Te quieres quedar sola para seguir viendo cosas como estas en los trabajos?

Diana lo miró. El tono de voz amoroso de su novio había cambiado a uno tan gélido que llamó su atención. Le preguntó extrañada: 

-¿De qué hablas, Fede?

-De todo lo que te escriben los estudiantes en la parte de atrás de los trabajos- Le pasó los trabajos bruscamente-. Mira todo eso- Le buscaba las últimas páginas y le mostrabas las pequeñas cartas y declaraciones de amor resumidas en dos y tres líneas, habían hasta invitaciones a salir- . Tus estudiantes no te respetan.

Diana leía las notas y no pudo evitar empezar a reír. Federico la veía con evidente disgusto mientras ella decía "No había visto esto, me enfoqué tanto en los trabajos que..." y seguía riendo, ahora con carcajadas algo sonoras. Empezó a responder a las notas con respuestas escritas tales como "Aprecio tus buenos gustos, pero no tienes chance conmigo", "Lo siento, pero el bus al que te quieres montar está muy ocupado" y "Salir conmigo, solamente en Narnia". Sin embargo, Federico seguía enojado. Ella le tomó de la mano y le dijo:

-Amor, en mi profesión, este tipo de situaciones son normales, el cuento del estudiante que tenga fantasías de levantarse a la profesora. ¿Crees que este es mi primer rodeo? Pues no, estoy acostumbrada a esto, y se cómo manejarlo. 

Mi cadeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora