Tú tan Han Solo... Y tú tan Leia

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-Aún no quiero, amor. Solamente quiero lo que hacemos hasta el momento.

Veía el cuerpo desnudo de su novia Ana Sofía. Era una chica delgada y esbelta, de senos pequeños, delicada como una figurilla de porcelana. Él estaba desnudo encima de ella, su falo rosáceo, de venas palpitantes se encontraba erecto, aguardando la orden de entrar y arrasar con cualquier rastro de castidad en el cuerpo de la chica. Ella lo miraba con deseo, su novio tenía un cuerpo muy bien trabajado, sabía en dónde y cómo tocar para hacerla gemir de placer una y otra vez, pero no quería la penetración, sentía que aún no era el momento. 

Mario no podía forzarla, la quería y entendía sus temores. Le sonrió, puso el preservativo sobre su nochero, le dio un beso tierno en sus labios y le dijo:

-No te preocupes, bebé. Yo entiendo, será como tú digas.

Lo miró con picardía y le dijo: - Tú sabes qué me gusta.

La besó apasionadamente y le sonreía con malicia mientras bajaba entre beso y beso sobre su cuerpo. Se detuvo en sus pechos, su boca y su lengua jugaron un rato con sus pezones sonrosados mientras escuchaba la respiración entrecortada de  su novia. Ella acariciaba su cabello y su respiración se intensificaba aún más a medida que los besos iban bajando, deseaba el momento en el que su lengua empezara a jugar en lo profundo de su ser.

Mario abrió sus labios suavemente. Su entrepierna estaba perfectamente depilada, tal y como a él  le gustaba, era una caverna escondida en lo más recóndito de su intimidad. La humedad era una muestra de la excitación y ansias, el deseo de ser poseída y embestida ferozmente, pero entendía los principios conservadores de su novia, así que optaba por despertar sus apetitos por otros medios. Su lengua empezó a jugar con el rosado clítoris que se encontraba henchido de lujuria, saboreando sus diáfanos fluidos.

-Ahhh... amor... qué delicia... me vas a enloquecer. Le susurraba Ana Sofía

El joven sonrió. Él disfrutaba de ese momento de posesión. Era el primero en explorar ese cuerpo, el primer novio, el primer beso. Estaba amoldando su lujuria a la suya y momentos como este le engordaban el ego. Tomó la mano de la chica y la entrelazó con la suya, mientras su lengua la penetraba. Ella empezó a gemir con más fuerza y sentía que algo en ella iba a estallar, sus manos agarraban con fuerza su cabeza y él estaba complacido con ese ímpetu, así que decidió hacer algo diferente esa vez: usó uno de sus dedos  para penetrarla poco a poco,  llegando  justo detrás de su clítoris y empezar a jugar allí, frotando suavemente, era un juego en donde ese botón de placer tan sensible estaba siendo doblemente atendido. La mano de la joven apretaba la suya, mordía su labio y le susurraba:

-Ahh... no puedo con tanto placer... quiero más, ¡baby!

Él mantuvo el ritmo del juego hasta que ella estalló de placer en su boca, quiso gritar, pero ahogó el grito con su mano y él sonreía ante el gesto de la joven, no quería que nadie en la casa de su novio escuchara sus gritos de gata en celo; tenía una imagen que cuidar en esa familia, era una niña bien, ejemplar dentro de su círculo social. Pero su cara pasó al asombro cuando ella le dijo:

-Esto fue demasiado delicioso, quiero más. Quiero hacerlo contigo, amor .

Mario se incorporó y la miró fijamente. Le preguntó:

-Bebé, ¿estás segura de que quieres hacerlo?

La mirada de la joven cambió. No solamente era deseo, también ansiedad por alcanzar el mayor grado de éxtasis:

-No quiero esperar más. Hemos sido novios por un año, y quiero sentir más. 

Alcanzó nuevamente el preservativo, lo rasgó con los dientes cuidando de no dañar el contenido y se lo puso. Abrió suavemente las piernas de su novia y empezó a verla a los ojos mientras la penetraba suavemente. A medida que su formidable masculinidad la invadía, ella suspiraba. Él la besó apasionadamente y empezó a moverse suavemente, ella lo seguía en el movimiento; no le importaba el  pequeño ardor que sintió al principio porque el placer fue aún mayor. Le dijo al oído:

Mi cadeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora