Con tal de estar a su lado

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Solamente a mí se me ocurre aceptar la propuesta de la profe Diana, pero es que el decirme que Otero estaría participando, la idea de derrotarlo en su propio terreno no me disgustaba del todo. Ese hijueputa a cada rato estaba jodiendo y es peor que cualquier alimaña, el man es un rastrero. Hace casi un mes indispuso con las directivas al profesor de matemáticas, solamente porque en su hora de clase permitió que los estudiantes se tomaran los últimos 10 minutos para distraerse y conversar un poco. Desde que entró al colegio a empezar la primaria, siempre ha sido así, es un solapado. A veces se ha querido meter conmigo por la reputación que me he ganado a pulso, se cree el faro de la moral. En una ocasión le dije que no me buscara, y ese día en el entrenamiento militar se quiso meter con mi hermana, pero le dio duro lo que le dije. Soley, hablando un día conmigo, me dijo con mucha seriedad:

-Jackman, cariño. Yo creo que Otero está enamorado de tí.

La miré fijamente, algo divertido, y le respondí:

-Nojoda, que ni se le ocurra decirme algo.

-Es que no le veo otra explicación, porque siempre se mete con el asunto de que le gustas a muchas chicas.

-Ah, no me importa, mi vida. Allá él y su pendejada. Le respondí mientras la abrazaba.

Y es que a mí siempre me ha gustado tratar bien a las mujeres. Ese ejemplo lo he visto en mi casa con mi papá tratando muy bien a mi mamá y él siempre me ha enseñado eso, que a las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una flor. Mis primos mayores siempre me han dicho "de la única manera que le pegues a una mujer es que la tengas de perrito, agarrada del cabello y dándole nalgadas". De ahí que siempre trato bien a las mujeres que me rodean, así no tenga nada nada más allá de una amistad, y eso también me ha metido en chismes que me han montado a más de una chica de este colegio como mi novia o mi vacilón del momento. Claro está, no todas han sido chismes, pero muchas personas no están acostumbradas a ver que alguien trate bien a una persona, y aún más a una mujer. Definitivamente en este mundo la gente está podrida y le encanta.

Esa filosofía de la vida me ha ayudado mucho a la hora de conquistar. Y en este momento de mi vida, mi reputación de perro es más firme que nunca. Por un lado, está Sofi. Es la novia que todo hombre quiere: dulce, femenina, tierna. La encontré como el Amazonas, virgen, inexplorada; y ese candor me cautivó de ella. A mis papás les cae bien, mi mamá piensa que es una niña educada, de casa, es linda, buena estudiante, la niña ejemplar. Por otro lado, está María Clara. No es mi novia, pero me da lo que mi novia no me da ni me dará hasta que aprenda, es sensual, divertida, con ella me siento bien; en la cama es una fiera a pesar de que es un año menor que yo y también quiere divertirse. Aunque a veces siento que quiere pasar más tiempo conmigo y le recordé cómo eran las cosas entre los dos, que solamente pasamos bueno cuando nos tenemos ganas, ella por su lado me dijo que siempre lo ha tenido muy claro y que lo que menos le conviene es que se sepa que nos comemos. Lo que no quiero es que Sofi se de cuenta y me mande al diablo, la quiero, no puedo decir que la amo, pero la quiero y siento cosas bonitas por ella. Y una que otra que se aparece por ahí, son oportunidades y momentos que no se pueden despreciar fácilmente. Aún no me ha llegado el momento de "portarme juicioso", así que aprovecharé lo que más pueda.

También debo ser honesto en que no acepté lo del concurso solamente por revancha, también por estar con ella. No me basta con verla todos los días en el colegio por la mañana, en el gimnasio por las tardes o si me la encuentro en el Arcade, no. Quiero hablar con ella a cada rato, escucharla reír y reírme de sus locuras; es que a ella no le falta un tornillo, le falta una caja entera. Nunca había conocido a un profesor como ella, que se sienta en el escritorio para tener una mejor visión del grupo, que puede ser ácida y sarcástica y sin embargo, ganarse el cariño de los estudiantes. Era esa profesora que se sentaba con nosotros en los descansos a hablar y no nos aburríamos, y en la que podíamos confiar. Era una bacana, a pesar de lo joven que era, muchos se acercaban a pedirle consejo y nunca dio uno malo, por el contrario, si tenía que decirte la verdad en tu cara, así no te gustara, lo hacía.

Mi cadeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora