Lo que menos me esperaba era ver a JuanDi en la Academia Militar. La última vez que lo había visto fue hace poco más de un año, cuando llegó al gimnasio de la universidad, había terminado mi rutina de ejercicios que consistía en una hora de máquinas y luego clases de rumba e iba saliendo de ahí cuando nos tropezamos. Lo saludé con cariño y me invitó a tomar una gaseosa. Me confesó que me había buscado porque quería verme, me extrañaba, se había comportado como un idiota y quería regresar conmigo; pero lo bajé de la nube. Le dije que tenía un tiempo saliendo con Federico y que nos queríamos mucho. Quiso insistir, pero le dije que se conformara con mi amistad, porque era lo único que podría encontrar en mí . ¿Qué pensó, que después del no eres tú, soy yo lo iba a estar esperando toda la vida? ¡Ni estoy y me demoro!
Muchas personas se ahogan en el alcohol, la lujuria o la promiscuidad para hacerle frente a un mal de amores, algunas hasta se enferman. Pero en mi caso, decidí meterme al gimnasio (hay gente que también se sepulta en los libros y en la religión, pero yo ya estaba en ello, solamente que si bien he sido creyente, no soy una fanática), y me hizo sentir muy bien. No solamente estaba mejorando mi figura, también me estaba ayudando a sobrellevar el estrés de los últimos cursos de la carrera de literatura que estaba cursando y ahora el estrés de mi tesis de grado, la cual disfrutaba desarrollar pero también se había convertido en un dolor de cabeza a la hora de encontrar antecedentes. La actividad física se había convertido en uno de mis refugios fuera de los libros y la escritura.
La iglesia era caso aparte: me gustaba mucho estar en el grupo de adultos solteros, tenía amigos ahí, sin embargo había cosas que no compartía y con las que no estaba de acuerdo. De hecho, desde la exclusión de Daniel por su homosexualidad me fui apartando poco a poco de la iglesia, porque fuimos pocos los que lo apoyamos, pero no hay nada peor que la superchería religiosa disfrazada de piedad. Mi obispo era de las pocas personas que me respaldaba y al igual que yo, teníamos una visión más amplia del mundo, sabíamos que la vida no es a blanco y negro, que existen muchos colores incluyendo la gama de grises. Mi manera de ser algo reaccionaria me había ocasionado situaciones algo incómodas, pero la verdad no me importaba.
Fue bonito haber visto a JuanDi en estas circunstancias, me sentí a gusto hablando con él durante el empalme. Me hizo una especie de tour por el colegio, hablándome un poco acerca de la filosofía del colegio y de las normas que se rigen ahí. Me di cuenta que para ellos la disciplina y el orden deben ir de la mano junto con la excelencia académica, no por nada era uno de los mejores colegios de la región. Los edificios recordaban a los cantones militares que veía en las películas, pero estaban rodeados de jardines muy bien cuidados. A pesar de ser una institución con su enfoque, era inevitable dejar de lado el toque de lujo y excentricidad: tenían su propio gimnasio y muy bien equipado, me enamoré de las máquinas que vi y le dije a JuanDi embelesada:
-Me encantaría entrenar en un lugar así.
-Pues lo podrás hacer, Red Diana- Me contestó. Lo miré a los ojos con escepticismo y continuó:- Los docentes del colegio tienen derecho a la membresía Premium del gimnasio sin costo, que incluye el uso de toda el área deportiva, lo que pasa es que aquí somos pocos los que entrenamos. Creo que vas a poder dejar de pelear con las máquinas dañadas del gimnasio de la U. Dijo esto último riendo.
La verdad, eso sí me hizo feliz. Ese lugar tenía todos los juguetes: el gimnasio, piscina, canchas de tenis en césped y ladrillo, pistas de atletismo y patinaje, sauna, salón de masajes, mejor dicho. Hasta médico especialista y rehabilitadores físicos, era el paraíso de alguien que le encante la vida fitness. JuanDi me dijo que los miembros del ejército de la región entrenaban ahí, ya que el colegio era un convenio de las fuerzas armadas con el sector privado, de ahí que las instalaciones eran de lo mejor. Durante mi recorrido por el colegio, pude ver no solamente a los estudiantes (los cuales su apariencia me asombró, no parecían adolescentes. Se veían como adultos jóvenes y de apariencia atractiva, era un lugar donde la belleza abundaba. La verdad, no sé a dónde vine a parar, si a un colegio o a una pasarela), también vi a miembros del ejército, fuerza aérea, marina, luciendo sus uniformes y condecoraciones con gallardía y no puedo negar que tanto como hombres y mujeres se veían muy atractivos. Bien dicen que el uniforme embellece hasta al menos agraciado y eso lo pude ver tanto en los estudiantes como en los militares.
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Mi cadete
RomanceUna joven e inexperta profesora de literatura llega a trabajar a un colegio militar, en donde conoce a un apuesto y gallardo estudiante de último año que le hará replantear todo, incluyendo su escala de valores.