𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝙸𝙸𝙸

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Si alguien le preguntaba a Helena, hace unas horas atrás, si estaba disfrutando la caminata, ella hubiese contestado con un rotundo sí mientras sonreía contenta. Ahora, sin embargo, su respuesta cambiaría a una estruendosa queja acompañada con una mueca. Y es que luego del incidente ocurrido con el oso, Trumpkin avanzó hacia el bosque determinado a llegar a algún punto que Helena no pudo escuchar muy bien; pero que de todas formas parecía quedar lo suficientemente lejos del río como para que, hasta ese momento, llevaran varias horas caminando por entre los árboles y pastizales, sin parar a descansar en ningún momento.

—Tienes un corte en la mejilla —dijo Edmund apuntando a su propia cara.

—Solo es un rasguño —le tranquilizó Helena.

Edmund la detuvo apartándose hacia un lado y quedando ambos atrás del grupo cuando el resto siguió avanzando.

—Déjame ver.

Edmund se acercó a Helena y apartó con delicadeza un pequeño mechón de cabello que ocultaba sutilmente la herida. Hizo una pequeña mueca al verla.

—Si ya veo —comentó ahora analizando el rostro de la chica por todas partes mientras le movía la cabeza con algo de brusquedad con ambas manos. Ella soltó una pequeña risa —. Lo lamento, Helena. Pero solo te quedan dos horas de vida.

Helena chasqueó la lengua con una sonrisa y apartó la mano de su cara.

—No seas tonto —rió —. No es para tanto.

—Fué por la flecha, ¿Cierto? —preguntó Edmund. La chica asintió —¿No te duele?

—Arde un poco.

—¡Oigan! —gritó Peter haciéndoles pegar un salto —¡No se queden atrás! ¡Luego tendrán tiempo para estar a solas!

Helena rió por su comentario y Edmund rodó los ojos.

—¡Ya vamos! —respondió el chico comenzando a caminar detrás del grupo —Oye, tengo una duda...

—¿Qué pasa? —preguntó la chica siguiéndole el paso.

—¿Qué diablos pensabas al ponerte frente a Lucy? —cuestionó mirándola con el ceño fruncido refiriéndose al incidente con el animal —Cualquier persona en sus cabales sabe que eso fué realmente estúpido.

—¡Oye! No seas grosero —le regañó Helena —. Quería salvar a Lucy... Obviamente.

—Y obviamente pudiste haber muerto —dijo Edmund imitando su tono de voz —Ambas pudieron haber muerto. Si Trumpkin no hubiese estado ahí...

—Lo sé... Pero sí lo estuvo. Y no voy a preocuparme por lo que pudo haber pasado si no —habló Helena mirando al enano que estaba a unos cuantos pasos frente a ellos —. Además, Lucy está a salvo y yo también. Eso es todo lo que importa.

Al no escuchar alguna respuesta del chico, Helena lo miró. Estaba con el ceño fruncido mientras miraba el suelo, seguramente torturándose con sus pensamientos y lo que hubiese pasado si realmente Trumpkin no hubiese disparado esa flecha. Él pateó una piedra haciéndola rodar hacia el frente provocando que el enano tropezara con ella.

—Perdón —dijo al ver que Trumpkin la miraba de mala manera. El enano solo rodó los ojos y siguió caminando mientras discutía con Peter.

La chica suspiró pesado llamando la atención de Edmund.

—Lamento leer tu libreta —dijo Helena —. Creo que no había podido disculparme propiamente por eso.

La verdad, Helena no se arrepentía del todo de sus acciones. Y sí, estaba de acuerdo en que estaba mal revisar la libreta sin su consentimiento. Sin embargo, si tuviera la oportunidad de leerla sin que hubiera consecuencia alguna, lo haría sin pensárselo dos veces.

𝘛𝘩𝘦 𝘚𝘱𝘢𝘤𝘦 𝘉𝘦𝘵𝘸𝘦𝘦𝘯 𝘜𝘴 -  𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora