𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚅𝙸𝙸𝙸

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—Pasteles y portentos. ¿Ese es su siguiente gran plan?

Todos estaban reunidos para idear un plan para la batalla que se les venía encima prontamente.

Luego de que las tropas de Telmar se impusieran frente a sus ojos, el tío de Caspian, y reciente soberano de Telmar, mandó un comunicado con uno de sus soldados para declararles la guerra abierta y formalmente. Así que los reyes no desperdiciaron el tiempo y pusieron a trabajar sus mentes para crear una estrategia infalible que lograra vencer a Miraz. Sin embargo, y como en toda discusión, habían diferencias de opiniones que aún no permitían tener algo en concreto.

Trumpkin era uno de los que difería.

—¿Mandar a una niña a la parte más oscura del bosque? ¡Y sola!

Helena entendía su preocupación. Mandar a Lucy en busca de Aslan en medio de una guerra sin la certeza de poder hallarlo era algo difícil de aceptar; especialmente cuando le tienes afecto a la niña. Pero Peter tenía razón.

—No tenemos otra opción.

—Y no estará sola —dijo Susan.

Trumpkin se acercó a Lucy con la consternación brillando en sus ojos.

—¿Todavía no hemos muerto los suficientes? —preguntó inquieto.

—Nikabrik también era mi amigo, pero perdió la esperanza —dijo Buscatrufas en un intento de animar al enano —. La reina Lucy no la ha perdido y yo tampoco.

El ruido de la espada de Reepicheep llamó la atención de todos los que voltearon a verlo. El ratón puso la mano con la que sostenía la espada sobre su pecho y habló con solemnidad.

—Por Aslan.

—¡Por Aslan! —repitió un oso con voz grave.

—Entonces iré contigo —dijo Trumpkin hacia Lucy.

—No. Te necesitamos aquí —respondió ella poniendo una mano sobre su hombro.

—Debemos contenerlos hasta que ellas vuelvan —dijo Peter.

—Si me permiten —intervino Caspian por primera vez desde que habían entrado a aquella sala —. Miraz puede ser un tirano y un asesino... Pero como rey está sujeto a las tradiciones y expectativas de su pueblo —dijo acercándose a Peter —. Y hay una en especial con la que podemos ganar tiempo.



✵✵✵




Helena caminaba junto a Edmund, Glenstorm y un gigante hacia el campamento telmarino que se había instalado dentro del bosque. Llevaban unos árboles recién plantados como ofrendas y Edmund llevaba entre sus manos el pergamino enrollado que leería frente a las autoridades de Telmar.

Resultaba que, al parecer, existe esta tradición telmarina sobre un duelo de espadas entre las máximas autoridades involucradas en la guerra o algo así. La verdad, es que la chica se distrajo un poco cuando Caspian lo explicó, pero de todas maneras se había ofrecido a acompañar a Edmund para que él presentara la petición.

Cuando llegaron a los límites del campamento de Telmar, Edmund explicó sus demandas a uno de los guardias que los habían detenido y este los llevó hasta la carpa en la que estaban Miraz y unos cuantos Lores. Helena entregó una de las ofrendas a uno de los guardias de ahí y se dispuso a esperar a Edmund fuera de la carpa junto a Glenstorm y el gigante.

Ambos le contaron fascinados sobre algunas batallas en las que habían participado y cómo solían ser las fiestas de Narnia cuando aún no sucedía la tragedia. Helena los escuchaba atentamente haciendo sonidos de afirmación de vez en cuando, totalmente encantada de cada una de las anécdotas que le podían contar.

𝘛𝘩𝘦 𝘚𝘱𝘢𝘤𝘦 𝘉𝘦𝘵𝘸𝘦𝘦𝘯 𝘜𝘴 -  𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora