𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚇𝙸

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La coronación de Caspian había sido completamente encantadora.

Durante la ceremonia, estuvo lleno de decoraciones florales y tradiciones antiguas que pertenecían tanto a Narnia como a Telmar; Y Aslan se había encargado de dar un discurso en honor al nuevo rey que logró emocionar a más de alguno en el lugar. El discurso que otorgó Caspian, en cambio, había sido casi igual de bueno, siendo quizás su poca experticia con las palabras o los mismos nervios los que le traicionaron al momento de hablar.

De todos modos, estuvo bonito.

Helena, por obvias razones, nunca había presenciado tal acto como el de la coronación de un rey. Y a pesar de que no tenía la imaginación suficiente como para pensar en una ceremonia más notable que esa; Edmund seguía insistiendo en que su coronación y la de sus hermanos había sido más linda.

Ella reía divertida y rodaba los ojos cada vez que Edmund susurraba suavemente esas palabras en su oído. No sabía si lo hacía simplemente por molestarla, o porque de algún modo, estaba llamando su atención para que dejara de mirar con ojos de admiración a cualquier cosa menos a él.

Llegada la noche, se organizó una gran fiesta a puertas abiertas para celebrar los hechos en el palacio de Telmar.

La música resonaba por las murallas del gran salón, y las mismas decoraciones florales de la ceremonia de la coronación adornaban las esquinas de la habitación combinando con los centros de mesa. Algunas personas de las que trabajaban en el castillo se paseaban por entre los invitados ofreciendo comida o algo para beber.

El ambiente era festivo y muy alegre. Y es que no era para menos; la segregación de Narnia bajo el dominio de Telmar había terminado dando por acabada la guerra entre ambos pueblos, y había iniciado una nueva etapa de paz y prosperidad con la coronación de un nuevo rey.

El nuevo rey de Narnia, Caspian X.

Luego de una amigable cena, los mismos invitados se encargaron de correr la mesas y hacer el espacio suficiente para crear una, no tan pequeña, pista de baile. Los músicos volvieron a su labor y no tardaron en tocar las mejores canciones de Narnia de manera precisa y sin fallar en ninguna nota.

Helena reía divertida desde su asiento mientras veía a Lucy intentando bailar con Trumpkin; ambos estaban tomados de las manos y giraban en círculos totalmente descoordinados a comparación de las otras personas en la pista. Sin embargo, y a pesar de que el enano refunfuñaba cada cinco segundos sobre lo mucho que odiaba bailar, se notaba que, en realidad, la estaba pasando bien mientras bailaba con la reina.

Trumpkin pisó uno de los pies de Lucy, y la preocupación y vergüenza invadió el rostro del enano. Helena rió entre dientes cuando lo vió disculparse apenado y a Lucy reír para no hacerlo sentir mal.

Sintió una mano apoyarse en su hombro y Helena miró hacia arriba para encontrarse con la persona y así, no tener que girar en su asiento. Sonrió mostrando los dientes cuando vió que Edmund ladeaba la cabeza de forma extraña para que ambos pudieran mirarse del lado correcto.

—Hola.

—Hola —le respondió él volviendo su cabeza a su posición normal y sentándose en una silla desocupada a su lado —. ¿Estás ocupada?

—Tal vez —respondió con una sonrisa traviesa para luego cambiar su tono de voz a uno burlonamente sofisticado —, ¿Se le ofrece algo a su majestad?

—Me preguntaba si a la señorita le apetecía bailar un poco —dijo imitando su tono con una sonrisa.

Mmm...Puede ser, ¿Tendría que bailar con su persona? —preguntó revisando sus uñas como si no le importara.

𝘛𝘩𝘦 𝘚𝘱𝘢𝘤𝘦 𝘉𝘦𝘵𝘸𝘦𝘦𝘯 𝘜𝘴 -  𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora