𝙴𝚡𝚝𝚛𝚊 𝙸𝙸𝙸

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𝐸𝑛𝑡𝑟𝑒𝑛𝑎𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜𝑠.


Helena tomó una gran bocanada de aire e intentó regular su respiración lo más rápido que pudo, o al menos, lo más silencioso que pudo.

Apoyó su espalda en el tronco de un árbol sosteniendo su espada con ambas manos y apuntando con ella al cielo. Se asomó levemente por uno de los costados del árbol y echó una rápida mirada por el sector.

No parecía haber ni una sola alma en el bosque, pero bien sabía ella que eso no era verdad.

Escuchó el crujido de una rama a unos metros de ella, e instantáneamente, se refugió detrás del árbol en el que estaba apoyada. Y solo bastaron unos segundos para que una respiración -mucho más ruidosa y pesada que la de ella- terminara con el silencio del bosque, y que un gran minotauro hiciera presencia en el claro.

Helena volvió a asomarse para poder mirar. Esta vez un poco menos, y asegurándose de estar bien resguardada por el tronco. Vió al minotauro saliendo de entre otros árboles, llevaba una gran hacha sobre su hombro y pudo seguir el ritmo de su respiración gracias al vaho que salía de su nariz cada vez que exhalaba.

Suponía que por culpa de la hora y el clima frío que los acompañaba esa mañana.

Cuando el minotauro estuvo en un área más despejada, y más al centro, Helena tomó una gran bocanada de aire nuevamente; se mentalizó unos segundos, y planeó rápidamente cómo atacaría a la criatura. Contó hasta tres y salió de su escondite levantando la espada sobre su cabeza.

El minotauro dió la vuelta justo al momento que Helena bajaba la espada para poder golpearlo. Bloqueó el golpe con el mango de su hacha y resopló con fuerza al mismo tiempo que empujaba a Helena con el impulso de su ataque.

Cayó al suelo en un golpe seco y maldijo en voz baja mientras se levantaba un poco adolorida.

—¡Vamos, arriba! ¡Más rápido! —dijo Reepicheep, en la cima desde la rama de un árbol —¡En una batalla real, no esperarán a que se levante! ¡Luego tendrá tiempo para quejarse!

Helena volvió a su posición y se enfrentó al minotauro. Él se sacudió un poco e imitó su pose; ambos empezaron a girar en círculos y sin despegar la mirada del otro. Atentos a cualquier mínimo movimiento.

—¡Esto es una pelea, no el juego de la ronda! —exclamó Reepicheep otra vez — ¡Vamos, atáquense!

—Ugh —rodó los ojos.

Volvió a atacar con fuerza; golpeando el hacha de su contrincante, y provocando, a su vez, el distintivo sonido metálico de un enfrentamiento.

Tavros se alejó unos metros para recuperar el aire y Helena aprovechó ese instante para ganar terreno, así que avanzó un par de metros con rapidez. Ajustó su agarre en el mango de su espada y, con una finta casi profesional, logró quitar el hacha de las manos de Tavros y desestabilizarlo al mismo tiempo. Dejándolo acorralado entre el tronco de un roble y la punta de su espada.

—Está bien, está bien, sí. Usted gana —habló Tavros apresurado mientras levantaba las manos con inocencia. Helena sonrió triunfante.

Bajó la espada con cansancio y se agachó a recoger el hacha que no resultaba estar muy lejos de los dos. Luego se la tendió al minotauro con otra sonrisa y la respiración agitada.

—Te dije que te lograría vencer algún día.

—Diría que me sorprende, su majestad —Tavros tomó el hacha y la puso en su hombro mientras caminaban justo hasta donde Reepicheep los esperaba —. Pero lo tiene completamente merecido. Ha estado entrenando demasiado.

𝘛𝘩𝘦 𝘚𝘱𝘢𝘤𝘦 𝘉𝘦𝘵𝘸𝘦𝘦𝘯 𝘜𝘴 -  𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora