𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚇

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La guerra parecía no tener fin alguno, a sí mismo como no lo parecían tener las tropas telmarinas. Los soldados venían en grupos y salían casi por turnos para atacar a los narnianos, muchas veces teniendo éxito en su acometida de derrotarlos.

Era sabido que las tropas telmarinas superaban por mucho más que el doble a las tropas narnianas. Sin embargo, en el campo de batalla, se sentía como si incluso más soldados telmarinos hubiesen aparecido.

Helena se sentía agotada, tanto física como mentalmente; sus músculos ardían como el infierno y dolían como nunca antes le habían dolido; su respiración estaba terriblemente agitada y la presión de la pechera de la armadura solo le hacía respirar mucho peor. Además que estaba sudando horrible. 

Esto, su dolor físico, parecía incrementar cada vez que veía a algún narniano inmóvil en el suelo; quietos como una estatua y con la mirada perdida y sin vida. Algunos incluso agonizando, mientras que con lo último de su aliento, rogaban por compasión para que alguien, quién fuera, terminara de una vez con sus vidas y acabaran con su lamento.

Era terrible.

Un fuerte remezón bajo sus pies hizo espabilar a Helena, haciéndole mirar al suelo y a su alrededor preocupada.

Una rama, o lo que en realidad parecía una raíz, salió del suelo casi como una explosión llevándose a toda la hilera de soldados que iban dispuestos a enfrentarse con Helena.

—¿Qué diablos?

Desde un poco más atrás de donde estaba el campo de batalla, una gran cantidad de árboles avanzaba, literalmente, hacia la guerra; abriéndose paso bajo tierra con sus raíces para atacar sin piedad a cualquier soldado telmarino que se le cruzara.

—Es Lucy —dijo Peter con un suspiro de alivio.

—Creí que los árboles no se movían aquí en Narnia —lo molestó Helena chocando su hombro con una sonrisa.

—Pues, lo hacen ahora —le respondió con gracia.

Los árboles siguieron abriéndose paso por el campo de batalla con ayuda de sus raíces, rompiendo el sedimento con fuerza. Llegaron hasta el lado telmarino donde destruyeron sus catapultas tan fácilmente como si de un mondadiente se tratara.

—¡Por Aslan! —gritó Peter levantando su espada y enfundando en su pueblo el valor y el coraje necesario para continuar con la batalla.

El sonido de un cuerno telmarino resonó por el campo dando la señal a sus soldados para que se retiraran. Ellos no tardaron en hacer caso y corrieron hacia donde se les indicaba mientras eran perseguidos por las tropas narnianas.

Cuando llegaron a la orilla del río, ambas tropas se detuvieron abruptamente al ver a Lucy parada desde la otra orilla y sobre el puente, que los telmarinos habían construido, con una peligrosa sonrisa y su daga en una mano.

El lord que acompañaba a Miraz durante el duelo, se debatía seriamente sobre su próximo paso. Eso, hasta que vió aparecer, desde el bosque, a un gran e imponente león de esponjosa melena.

Aslan por sí mismo estaba parado junto a la reina valiente.

El lord no tardó en levantar su espada y gritar la órden a sus soldados.

—¡Atacar!

Ya sea por medio del puente o cruzando por el río, los telmarinos avanzaban fuertemente y preparados para derribar a sus oponentes que los esperaban pacientemente desde el otro lado.

Helena, desde su lugar, pudo ver a Aslan removiéndose en su sitio; posicionándose de tal manera que, al momento de rugir, logró sobresaltarla y detener a todos los soldados. Incluso, las ondas de sonido se reflejaron en el agua.

𝘛𝘩𝘦 𝘚𝘱𝘢𝘤𝘦 𝘉𝘦𝘵𝘸𝘦𝘦𝘯 𝘜𝘴 -  𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora