capitulo 18: el ojo del huracán

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Habían pasado exactamente 4 meses en los cuales no había habido noticias de la bruja o de su sometido y más poderoso sirviente, en ese tiempo Gumball no había parado de buscar alguna alternativa o idea que pudiera darle una ventaja sobre la bruja.

- Deberías relajarte y descansar, no vas a lograr más que lastimarte si no piensas en el bienestar del bebé.

Repetía una y otra vez su fiel consejera Mentita, quien estaba demasiado preocupado por el bienestar del monarca del dulce reino.

- ... Si ella está esperando a que nos descuidemos... Podría atacar en cualquier momento, pero no sé esperaría que nosotros atacaramos primero.

- Mi señor, debe descansar, esa idea ya ha Sido ejecutada hace dos meses

- Si, pero hubo un fallo, está claro... Llama a Fiona...

- Como ordene.

En esos meses y con un embarazo ya avanzado, el príncipe del dulce reino había movido cielo, mar y tierra por encontrar a su prometido, quien desde que había aceptado perder su consciencia para servir a la bruja del bosque no se le había vuelto a ver, no hasta como Mentita bien había dicho, dos meses habían pasado desde que intentaron adentrarse en las profundidades del bosque tratando de derrocarla. Pero justo en esos momentos de delirante desesperación lo obtuvo, era una manera muy sencilla como peligrosa el salir victorioso de esa situación, pero sabía que por más que insistiera en ir solo todo el mundo que residía en el palacio se negaría rotundamente a dejar que fuera o simplemente a acompañarlo.

- Gumball, hola, escuché que me llamabas.

La rubia aventurera no había demorado en llegar a los aposentos del rosado, quien inmediatamente pidió que les dejaran solos.

- Necesito tu ayuda... Sé cómo podría vencer a la bruja... Pero necesito también que no le digas a nadie lo que estoy planeando ni lo que voy a hacer, necesito a alguien de confianza para decírselo, ya que en caso de... Bueno, tu sabes... Necesito que alguien se haga cargo del reino y de... Bueno... Tu sabes... De Prince...

- No, Gumball, no digas esas cosas.

- No es demasiado factible que pase, pero necesito asegurarme de que va a estar en buenas manos en caso de que exista la mínima posibilidad...

La rubia estaba confundida, no apenas habían regresado de su misión no tan fallida ya que con base en ello habían rescatado a Fiona, pero ella no estaba para aceptar eso, no quería aceptarlo.

- Déjame acompañarte.

- No, esto es algo que tengo que hacer por mi cuenta, la cantidad de soldados no va a importar si esa fue nuestra debilidad al inicio... Es lo que ella espera... Pero ella no sabe que no voy desprotegido.

La rubia suspiró derrotada.

- Al menos déjanos acompañarte en la primera parte de tu camino...

- De acuerdo... Pero por favor, después solo cuiden de Prince... Yo estaré bien...

Fiona asintió no muy conforme de las palabras de su rosado amigo, caminaron en silencio hasta los límites de su reino para adentrarse en el bosque.

- Bueno... Aquí comienza mi desenlace. Gracias Fiona, has sido una amiga formidable.

- Gumball, basta, lo dices como si fueras a morir ahí, recuerda que tienes que regresar y gobernar al lado de Marshall, ambos tienen tantas cosas y tabúes que cambiar.

- Lo sé, sabes que jamás he hecho esto, no por mi parte... Pero estoy seguro de que voy a volver... Cuida del reino por mi ¿De acuerdo?

- A la orden.

Dijo la rubia haciendo una postura militar haciendo que el pelirrosa sonriera.

- Y nada de viajes al Inframundo por parte de Mentita por favor.

El príncipe continuó el camino solo, pasando entre árboles y algunos matorrales que se volvían más espesos a medida que se adentraba, pronto encontró en una zona oscura, lejos de la civilización, una cabaña que bien recordaba de hace algunos días atrás en dónde su amado había entrado pero ya no salido.

- Solo entro... Hablo, lo salvo, regreso, entro, hablo, lo salvo y regreso...

Hizo aquella pequeña línea como un mantra personal, pero no apenas salió de su escondite, se vio rodeado de cuervonejos quienes dejaron un espacio para dejar a ver a la bruja quien le miraba entretenida.

- Príncipe, debo admitir que no esperaba su visita.

- Déjate de tonterías, vengo a hacer negocios contigo, y esta vez sé que va a interesarte.

- ¿Ah si? ¿Qué tienes que no me pertenezca y qué quieres a cambio?

- Primero que nada, yo vengo sin un ejército o sin compañía alguna, creo que esperaría que nos encontremos en igualdad de condiciones...

- ¿Qué dices?

- manda lejos a tus cuervonejos, está charla es entre tu y yo, ni siquiera Marshall está incluído en esta conversación.

- Bien, bien, bien... ¡Cuervonejos! ¡Fuera!

Y como si se tratara de una estampida, el ejército de la bruja se desapareció entre los árboles y los arbustos.

- Bueno príncipe, ahora que estamos solos ¿Quisiera acompañarme al interior de mi casa?

- No...

- ¿Cómo dices?

- No, nuevamente reitero en que necesitamos estar en igualdad de condiciones, que si bien, el estar en el mismo bosque donde se encuentra su casa ya me tiene en una desventaja, el estar en su misma habitación con puerta cerrada me dejaría desprovisto de cualquier defensa.

- Bueno, ya entendí, ahora... ¿Qué es eso que quieres y qué tienes a cambio?

- Usted ya lo sabe, quiero a Marshall de vuelta.

- ¿A mí sirviente? Pero tiene un valor incalculable¿Qué se supone que tienes tu que pueda compensar el precio de tan importante pertenencia?

- puedo darle algo igual o incluso más importante para mí, algo que incluso pudo ponerse sobre mi relación con Marshall en el pasado, algo mucho más invaluable ¿Qué es solo un sirviente cuando podría tener su propio reino?

Dijo confiado mirando que la bruja comenzaba a pensar en sus palabras.

- ¿Estarías dispuesto a darme todo tu reino solo por un sirviente?

- Seamos objetivos, Marshall no puede salir si hay sol, tiene las debilidades de cualquier vampiro... Sin contar que sus sentimientos van a oponerse a la mayoría de sus órdenes... En cambio... Si acepta a mi reino, tendrá a cualquier sirviente que se le ocurra...

Continuará...

La tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora