XXI.

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CHAPTER TWENTY-ONE
falling out of grace
june 28th, 2014.




El mundial de Brasil fue lo mejor que le pasó a Lizzie.

Para una niña de 12 años cuyos padres peleaban por cada gallo que cantaba al amanecer el día, las casi cuatro semanas sin discusiones o malentendidos que la familia Bellington García llevaba en el país del fútbol eran una bendición de Dios mismo. Ella no recordaba la última vez que vio a sus padres así de acaramelados por tanto tiempo, aunque Lizzie suponía que la pronta llegada de su hermanito cambió las cosas para todos.

—Ew, eso es asqueroso —se quejó Lizzie, con una fingida mueca de repulsión en el rostro. Ella agitó la bandera de Colombia que traía en las manos y los golpeó con la tela en repetición—. Nadie quiere verlos intercambiar saliva, váyanse.

Valentina apartó los labios de los de William y soltó una carcajada de auténtica felicidad, un sonido que retumbó a través de la transitada calle y el corazón de Lizzie. El ritmo de la música carnavalera dio vida a la oscura noche, el casi inexistente soplido del viento y las personas que celebraban una victoria más de su selección eran el panorama que ambientaba los alrededores del estadio Maracaná.

La horda de camisetas amarillas era bastante sofocante en el calor del verano brasileño, pero los colombianos se las arreglaron para ignorarlo. Ellos bailaron en los espacios estrechos de la calle, cantando la cumbia que los bafles en carros reproducían a todo volumen. Valentina se apartó de los golpes de Lizzie con la bandera tricolor y tiró de William hacia el tumulto de gente, en un experto balanceo de caderas que William solo pudo mirar con admiración.

Valentina hizo un puchero al ver que no se movía.

—¡Baila conmigo, bobo! —ella insistió, pero William se apresuró a escapar del agarre de las manos de Valentina y negó con la cabeza.

—¡Pero si papá es un inútil!

—¡Beth! —exclamó William. Ojos verdes brillaron de traición exagerada cuando se dio cuenta de que Lizzie ocultaba una carcajada detrás de su camiseta de la selección cafetera—. Que no sepa bailar no significa que sea un inútil.

—Nah, eso es exactamente lo que significa —dijo Valentina.

Él frunció el ceño, aunque el malestar se le borró de la cara cuando Valentina se inclinó contra el pecho de William y lo besó en los labios. Detrás de ellos, Lizzie fingió vomitar otra vez y rodó los ojos, ignorando el resplandor encantado que permaneció en estos cuando Valentina volvió a bailar sin apartarse de William, que la sostenía.

KARMA ━━ julián álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora