Capítulo II

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Nadie en su aldea era dueño de unos ojos de ese color. Por supuesto que algunos lobos los tenían azules, pero no del mismo tono que el del vampiro a su frente; un azul que empezaba a mezclarse en sus recuerdos.

Por extraño que fuera, empezaba a recordarlo de cuando era un cachorro, cuando sus ojos se encontraron a través de un arbusto en el que estaba escondido, y como corrió todo lo rápido que pudo en aquel entonces. Era capaz de sentir de nuevo en sus venas el pánico por haber visto un vampiro y ahora ese mismo ser estaba frente a él, luciendo menos aterrador que en los recuerdos que, de alguna forma, estaba recuperando. Y de todo eso, lo que también se mantenía igual era el olor que desprendía el vampiro. Era su alma gemela, estaba seguro; su lobo le estaba gritando, aullando, reprochándole el que no estuviera encima de él lamiendo su cara, pero Gael no iba a hacerlo. Es decir, estaba feliz por haber hallado a su alma gemela, llevaba algunas décadas esperando poder encontrarla, pero también estaba furioso. Incluso algo más que furioso. Selene lo emparejó con un vampiro. No quería quejarse, estaba agradecido de tener una pareja, pero ¡era un chupasangre!

—¿Cómo has estado? —preguntó el otro acentuando un poco más su sonrisa y acercándose un paso.

Gael se puso en modo defensivo mostrando los dientes. No le era natural estar de esa forma porque era su mate, pero tampoco podía olvidar que eran enemigos naturales. Que no lo estuviera atacando ahora no significaba que no lo fuera a hacer después. Según el conocimiento de Gael, los vampiros no tenían algo como parejas destinadas, sobre todo porque ellos no poseían sentimientos. Basado en eso, era ilógico que su mate fuera la sanguijuela frente a él. El vampiro dio otro paso, Gael gruñó feroz, aunque asustado, y retrocedió la misma distancia.

—¿Me recuerdas? —quiso saber.

Casi nada. Apenas estaba teniendo recuerdos en los que el vampiro sonreía en su dirección, pero eso era todo. A pesar de eso, y muy en contra de sus propios deseos, asintió. El de ojos azules suspiró aliviado y ensanchó su sonrisa, dejando ver sus colmillos. El hombre lobo se alertó todavía más, listo para cambiar de defensa a ataque en cualquier segundo. Nunca luchó contra un vampiro. Tenía entrenamiento, pero no era parte del equipo de Defensa y ataque, así que no sabía con certeza cómo era luchar con uno. Se enfrentó a hombres lobo en su forma humana, mientras él era un lobo, pero no era comparable porque la fuerza de los vampiros era descomunal comparada con la de los suyos, por lo que, aunque no tendría oportunidad alguna de salir vivo, al menos podría dar batalla. Pensaba en varias maneras para escapar porque nunca estuvo así de cerca de unos colmillos de vampiro, y el que no lo estuviera atacando le parecía irreal. No era así como debían ser las cosas entre un lobo y un vampiro.

—Me alegra que sí, por un momento creí que no lo hacías —admitió el chupasangre.

Sonaba sincero, y por unos minutos Gael ignoró su modo defensivo. Con una sonrisa en sus labios, el vampiro era menos aterrador; a pesar de ello, no bajó la guardia. No era una buena idea confiar tan pronto, aunque su lobo estaba luchando con su parte humana para correr y lanzarse encima del vampiro. Seguro todo eso era una alucinación; a lo mejor, este vampiro y él se encontraron minutos atrás, el vampiro lo atacó a traición y ahora estaba en algún lado del bosque muriendo desangrado porque su sangre era tóxica para un chupasangre. Eso era una ventaja, de alguna forma. No iba a aceptar que el olor que lo embriagaba saliera del ser a su frente, más que nada por ese olor a muerte que se mezclaba con los otros dos.

El vampiro movió un poco su mano y su modo defensivo regresó. No quería sorpresas ni acercamientos. El otro pareció notar que si actuaba de forma brusca iba a ser atacado, por lo que se movió con cautela: elevó su mano en dirección al lobo, frente a su nariz. Gael entendió su pedido, pero no era posible permitir que lo tocara. Su olor quedaría impregnado en su pelaje, y no tendría forma de justificarlo una vez regresara a la aldea. Sin embargo, una parte de sí mismo deseaba sentirlo, porque esperó tanto por ese momento, que negárselo ahora era un crimen contra sí mismo. Era su alma gemela la que estaba frente a él. A pesar de que retrocedió un paso, y que no hizo más que mirarlo, el vampiro no se movió ni un ápice. Tampoco quitó su sonrisa, ni su mirada, que parecía tener esperanza en ella. ¿Eran capaces de sentir algo más que solo sed de sangre? Tal vez, solo tal vez, ellos también tenían una pareja destinada o algo parecido.

La lealtad de tu traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora