Capítulo VII

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La primera noche sin ver a Zahir no fue dura; la segunda, un poco complicada. La tercera, no obstante, fue otra historia. En la primera noche sin ver al vampiro Gael pensó más de lo acostumbrado en la particularidad de su pareja. Mientras más meditaba en ello, más real le parecía, y las esperanzas eran menores. La única solución para que su lazo se llevara a cabo era escapar; huir tan lejos como pudiera, y que solo entonces el resto del mundo supiera de ellos. Al parecer, el vampiro estaba igual de dispuesto que él a hacer que funcionara, por lo que solo era necesario pensar hacia dónde ir y cuándo. Y también cómo. Viajar de día no era posible por la naturaleza de Zahir, pero si no avanzaban, los lobos irían por ellos; si no viajaban de noche debido a que Gael necesitaba descansar del viaje durante el día, los vampiros les darían caza.

Huir era complicado. Todo en realidad lo era, pero no se daría por vencido.

Hizo puños armándose de valor, queriendo convencerse de que las cosas saldrían bien, y buscó un mapa del bosque. Tenía uno de tela en el estante en el que colocaba algunos libros que usaba para la escuela, envuelto y polvoriento. Lo llevó al piso, al lado de su lámpara de queroseno, y buscó primero su aldea. Al hallarla, ubicó las otras aldeas de licántropos, la pequeña ciudad humana que quedaba en un claro cerca del río más grande de la región y los pocos clanes de vampiros. Incluso estaban dibujadas las ruinas del castillo del mago, una leyenda entre los suyos para asustar a los cachorros. Todo quedaba cerca de su aldea, demasiado como para que Zahir y él no pudieran ocultarse y vivir en paz. Si no querían ser encontrados, salir de la región era la única opción. Tragó saliva. Él nunca había abandonado el bosque.

Se fregó el rostro suspirando de cansancio. ¿Qué era lo que estaba haciendo? ¿Eso estaba bien? A pesar del tiempo esa unión carecía de sentido, mucho más después de la última conversación que tuvieron. ¿Cómo serían capaces de amarse sin que sus naturalezas fueran un impedimento y huir sin ser castigados por ello? Necesitaban no dejar rastro. Necesitaban magia. Con algo de suerte, y mucha cautela, podría preguntarle a una de las sacerdotisas sobre la existencia de algo como para que él no se cansara durante algunos días seguidos, con la excusa de estar planeando algo para los cachorros. Bueno, ese era un buen comienzo. Un poco más tranquilo tomó una hoja, tinta y pluma para hacer una lista de las cosas que a encargarse antes de partir y otra de las cosas a empacar para huir; eran demasiadas, tendría que reducirla, pero eso sería un problema para el día siguiente. Guardó las listas entre los platos de la pequeña alacena de su cocina y fue a dormir.

Su día continuó como siempre, con él un poco más descansado a diferencia de días anteriores y la atención de Naím todavía sobre él. Tan pronto regresó a su cabaña guardó las listas de la noche anterior en el bolso a llevar esa noche; no confiaba en dejarlas ahí, pues estaba seguro de que de buscarían en su casa alguna pista que los guiara hacia donde sea que hubiera escapado esa noche. Cuando la hora de ir al bosque llegó, guardó su mapa para, junto a Zahir, empezar a planear su escape.

Al escabullirse de la aldea, no percibió el olor del vampiro. Inseguro de si avanzar o regresar, se detuvo a olfatear alrededor. No olfateó nada extraño, solo el olor natural del bosque, así que se aventuró de todas formas, la posibilidad de que un vampiro lo asesine muy presente. Avanzó hacia la cueva, corriendo despacio para estar atento a su alrededor, pero no lo suficiente como para ser fácil de atrapar. Al divisarla a lo lejos, y aún no percibir el olor de Zahir, redujo la velocidad. Desconocía si amiga de Zahir estaba cerca, o si iba a lastimarlo. Una cosa era cuando estaba con el vampiro y otra muy distinta es que estuviera él solo. No queriendo perturbarla, más que nada para no correr riesgos innecesarios, se quedó a las afueras oculto entre los árboles, alerta al olor de su pareja. El tiempo pasó y el olor que captó fue el de otro vampiro.

El pánico fue lo primero en llegar a él, luego el remordimiento y finalmente el instinto de supervivencia. Podría correr hacia la aldea Borbón, con la esperanza de llegar a ella antes de que el vampiro lo alcanzara, sabiendo que era mejor que los otros licántropos lo atraparan a que morir a garras de una sanguijuela. Cuando el olor del ser de la noche se intensificó Gael gruñó mirando frente a él, sólo notando la oscuridad de la noche.

La lealtad de tu traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora