Capítulo XVII

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En la aldea, el alfa consideró que un día para pasar el susto estaba bien, por lo que Gael tuvo que regresar a sus tareas en la mañana, lo que significó hacer pan de nuevo. Mientras amasaba, repasó la conversación con Galilea, preguntándose una vez más si algún otro lobo por ahí tenía por pareja a un vampiro. ¿Acaso lo sabrían? ¿Y de los cachorros que tuvieron y tendrían su ceremonia? ¿Cuán frecuente era ese capricho de su diosa? No pudo pensar más en ello pues, en medio del desayuno, el alfa apareció. Necesitaba hablar con él, dijo, y el licántropo apuró su comida.

—Hablemos en tu cabaña, será más calmado.

Gael asintió. En el camino, Nicolás preguntó si hablar con Galilea fue de ayuda, que supo por Mateo que se encontraron ayer por la tarde para tranquilizarlo.

—Muchos de los lobos no suelen reaccionar bien después de un susto de tal magnitud, pero veo que lo llevas bien.

—Galilea y Mateo me ayudaron mucho —aseguró mirándolo.

Al desviar la mirada ligeramente notó cómo los demás lobos los veían; algunos con sospecha, otros con recelo. Uno de sus amigos cuestionó con su mirada qué era lo que sucedía y Gael se encogió de hombros. No estaba mal que el alfa le hablara después de una situación peligrosa como la que pasó, ¿o sí? Porque de todas formas no era el primero y estaba seguro de que tampoco sería el último. Al llegar a su cabaña Nicolás la recorrió con la mirada con atención, buscando algo, cualquier cosa, que le indicara que no todo estaba bien. Gael lo miró con algo cuidado y con algo de alerta.

—Sabes, es algo curioso que tu pareja decida aparecer ahora.

Nicolás apoyó las manos en el espaldar de una silla del pequeño comedor, mirándolo. Gael no estaba seguro de lo que responder, así que lo hizo con una pregunta.

—¿A qué se refiere?

—La noche de tu ceremonia no hallaste a tu pareja, ni en el risco ni en alguna de las otras manadas. Y ahora, después de tantas décadas, regresa. Es raro, ¿no?

De entre todas las cosas que Gael pensó que el alfa le diría jamás se le ocurrió esa. ¿Qué postura tomaba ahora? ¿Debía confesar o fingir no saber?

—¿Usted me siguió al bosque esa noche?

—Es deber del alfa organizar un grupo para aquellos cachorros que salen de los límites la noche del festival —informó halando la silla para sentarse—. Y en esa, tú fuiste el único que lo hizo. Los demás, o sus parejas eran otros lobos, o no detectaron olor alguno. —Nicolás guardó silencio y al notar que el otro lobo no diría nada continuó—. Y ahora escapas para ir por ella, pero no se deja ver, o eso es lo que aseguras. A menos que ya sepas quien es y nos ocultes su existencia.

Gael se mordió la lengua, un intento por mantener su cuerpo en control; si dejaba oler su miedo no dejaría de interrogarlo. Necesitaba calma, sobre todo porque el tono del alfa estaba cargado de amenaza.

—No la conozco, señor. Ella, quien quiera que sea, no me permite verla.

—¿Y eso no te parece extraño? Con lo importante y preciada que es nuestra unión ella sigue dando vueltas alrededor. ¿No será que es un lobo? Sabes que Selene suele emparejar licántropos del mismo sexo —habló con desdén.

Gael se mantuvo en silencio. No iba a desterrarlo si se trataba de un hombre, pero su vida dentro de la manada tampoco sería fácil. El descontento por parejas del mismo sexo no era algo que el alfa ocultara, y se hacía de la vista gorda cuando algún abuso hacia ellos ocurría. Y era eso lo que no le daba confianza para decirle, al menos, una parte de la verdad. Lo vio fruncir el ceño, pero Gael continuó callado, seguro de que notaba su angustia. ¿Qué era lo que quería escuchar? ¿Qué estaba unido a un hombre? ¿Venía a avisarle que no sería bienvenido y que mejor se fuera?

La lealtad de tu traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora