Capítulo XII

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El castigo de Gael comenzó antes de que el sol siquiera asomara por el horizonte. Todavía estaba oscuro cuando tocaron la puerta y los golpes no se detuvieron hasta que la abrió. Del otro lado el panadero le sonrió como todos los días, le indicó que lo ayudaría esa mañana y antes de que pusiera como excusa sus clases el hombre informó que sería libre treinta minutos antes de que tuviera que ir a la escuela. Así, el garou cargó sacos de harina, rompió decenas de huevos, amasó, colocó y sacó panes del horno y desayunó antes de poder ir a su cabaña para alistarse e ir a dar clases. Bostezó todo el tiempo que estuvo con los cachorros, también mientras almorzaba con su hermana. La mayor y él no pudieron hablar ya que Emma tenía guardia por la tarde y Gael fue asignado a ayudar en el campo de cosechas. Llevaba años sin ensuciarse las manos en la tierra, o haber estado agachado durante tanto tiempo y bajo el abrazador sol de la región. Aunque el otoño estaba cerca el astro aún quemaba. Lo que le dio alivio fue ver a un joven hombre lobo siguiéndolo y no a Naím.

Terminó sus tareas en el campo cuando el día empezó a oscurecer y fue hacia su cabaña con el joven garou tras él. Al tomar el pomo de su puerta notó que sus párpados se cerraban solos, que sus músculos se sentían entumecidos y que lo único en lo que pensaba era en darse un baño rápido para dejarse caer en su cama. Con suerte no se ahogaría en el lago mientras se bañaba.

—Señor, disculpe. —Gael se dio la vuelta para ver al joven que lucía inseguro—. Me dieron la orden de informarle que desde ahora hasta que termine su castigo dormirá en la casa de Mateo.

Sintió sus hombros pesados. Contuvo la respiración y se fregó el rostro en un intento de quitarse la incomodidad de encima. ¿Era necesario que durmiera en casa ajena? ¿Sería ahora tratado como un cachorro? Notó entonces que hallar una manera para eludir a los guardias era imposible y estaba por descargar algo de su ira con el inocente lobo cuando vio a Naím aparecer por un costado, con esa sonrisa petulante que empezaba a detestar.

—Tienes suerte que le agrades a Mateo y sea él quien escoja tus guardias.

Gael apretó la mandíbula y las manos.

—¿A qué viniste?

—A decir que voy a escoltarte hacia la casa de Mateo para que lleves todo lo que necesites y no tengas que volver a esta casucha.

Molerle esa sonrisa a golpes se estaba convirtiendo en su mayor deseo, pero sería él el molido por golpes si es que llegaban a enfrentarse. Además, necesitaba sus pocas energías para empacar sus pertenencias, lo que incluía las listas y el mapa. Barrió con la mirada al otro hombre lobo, quien acentuó su molesta sonrisa, para luego ingresar a su casa. Naím lo siguió, pretendió incluso entrar en su casa, pero Gael informó que no era bienvenido y cerró la puerta en su cara. Si no era posible golpearlo al menos no sería amable. Tomó uno de los bolsos que usaba para salir y guardó en él algo de ropa, unos libros, y en medio de estos la lista. El mapa no era un problema en realidad. Cuando todo estuvo listo, su casa en perfecto orden, se detuvo unos momentos para analizar su nueva situación. Con tantos ojos encima, salir de la aldea no era posible en el futuro cercano, lo que se traducía a no poder informar de su estado a Zahir, mucho menos de su escape. ¿Logró planear cuándo y por dónde huirían? Si Gael continuaba con esa vigilancia absurda tendrían que huir en invierno; si pasarlo en la aldea era difícil, hacerlo en el bosque, y solo, sería imposible. Dejarse atrapar fue lo peor que pudo sucederle, pero ya era tarde para lamentarse por eso.

Al llegar a casa de Mateo se sintió aliviado de ver a Naím marcharse. Tras una breve bienvenida, y aún más breve instalación en su habitación, fue hacia el lago para asearse. A esa hora de la tarde siempre había cachorros jugando en el agua con los adultos que los vigilaban quejándose del ruido del generador. Gael sonrió con tristeza. Los envidiaba porque mientras ellos se preocupaban por el ruido, él se preocupaba por cuándo vería de nuevo a su alma gemela.

—Pareja destinada —se corrigió saliendo del agua.

Permitió que los pensamientos intrusivos lo atacaran, tan cansado para luchar contra ellos. Se permitió también reprocharle una vez más a Selene sobre su unión, y reprocharle todavía más el que le hubiera permitido conocerlo; de nunca haberse encontrado con el vampiro ahora no estaría en peligro ni él ni su familia.

De regreso notó a un solo guardia fuera de la cabaña. Lo de la vigilancia era extremo. El anciano lo recibió con entusiasmo y con la cena preparada para decirle al final que necesitaban hablar. Gael no pudo detener el suspiro que soltó. Todo el mundo ahora quería hablar con él para regañarlo, no le sorprendería que Mateo quisiera lo mismo, pero se negó esa noche alegando que estaba demasiado cansado para unir dos palabras que tuvieran sentido; haber estado cabeceando mientras durante la comida era prueba de ello. El anciano asintió en comprensión y lo dejó ir a descansar, repitiéndose que su conversación con el garou no debía retrasarse mucho. Le era imperativo saber por qué Gael escapaba por las noches para saber qué hacer al respecto. Cuando habló con Nicolás no pareció sincero, y Mateo no se quedaría con la duda. 

Notas:

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Notas:

¡Buenas tardes!

La semana pasada fue una semana intensa, y no alcancé a editar estos capítulos. Pero ya estoy de vacaciones y ya podré enfocarme más en esta novela.

Me había olvidado lo corto que era esta capítulo... Qué bueno que les daré otros dos 🤭

 Qué bueno que les daré otros dos 🤭

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La lealtad de tu traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora