Capítulo XI

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Tal como él y su primo llegaron en carruaje al Clan Caruso, el príncipe Félix y su pequeña corte llegaron al Clan Radev en uno. No lucía caro, pero era elegante. Bajaron del vehículo un hombre rubio, su cabello corto y arreglado; un hombre con el cabello negro largo, recogido en una coleta baja; y por último una mujer pelirroja, su cabello rizado suelto. El joven rubio puso su brazo para que la mujer enredara el suyo en él, así avanzaron hacia la puerta, mirando los alrededores y comentando entre los tres. Zahir notó sus sentidos agudizarse tan sólo con olerla y supo que no era el único cuando percató a Ezra tenso frente a él.

—Bienvenidos sean.

Ezra acortó la distancia que los separaba en el porche de la mansión, seguido de Zahir y de Asim, que siempre estaba un paso atrás. Los invitados sonreían, especialmente el rubio.

—Muchas gracias por recibirnos —habló el vampiro de cabello negro dando un paso delante de los otros dos y haciendo una pequeña venia. Zahir notó que lo que más resaltaba de su rostro eran sus labios abultados, demasiado rosas para ser de un vampiro. El joven se movió a un lado haciendo un ademán hacia las personas tras él—. Su alteza, el príncipe Félix Maglione; la Senescal Luna; y su servidor, el Justicar Emilio. Estamos todos a su cuidado, alteza Ezra.

Zahir le prestó especial atención a la Senescal, curioso por su naturaleza y su posición. Era una bruja cuyo nombre era una variante del nombre de la deidad a la que Gael adoraba. Contuvo la sonrisa que pensar en Gael provocó y se removió en su sitio. Saludó a los invitados, apartándose de la puerta para que ingresaran. Algunos de los miembros de su clan se formaron en el recibidor como séquito de bienvenida. Zahir notó el brillo de hambre en los ojos de sus vampiros, pero todos fueron advertidos de las consecuencias si alguno osaba clavar sus colmillos en ella. Ezra guio a los invitados al comedor y los sentidos de Zahir se agudizaron de nuevo: dos humanos estaban en un rincón, su mirada llena de miedo.

—Supuse tendrían hambre —comentó su primo señalando hacia los humanos que se aferraban el uno al otro—. Espero esto sea suficiente, no estoy seguro de su dieta.

—Esto será más que suficiente —habló por primera vez el príncipe Félix, su grave voz sorprendiendo a Zahir—. Siendo honesto, no pensé que seríamos recibidos con un banquete.

—Espero hayan pensado en mí también.

Ezra sonrió mientras le explicaba que su banquete estaba en la cocina, pero la mujer rechazó la idea de no cenar en ese hermoso comedor pidiendo que trajeran su comida. Con algo de sorpresa, el príncipe Radev ordenó a un vampiro que lo hiciera. La Senescal comió sin inmutarse, a pesar de los humanos que estaban siendo devorados a pocos metros de ella. De hecho, conversaba animadamente con Ezra, riendo de vez en cuando, apenas y dirigiendo una mirada hacia su príncipe o el Justicar. Cuando ellos terminaron de comer, Luna apresuró su comida. Al finalizar, pasó al lado de los cadáveres con indiferencia; Zahir la admiró y temió en partes iguales. Era un secreto a voces que ella llevaba el mando del clan de Félix; rumores de que era fría e inflexible se corrieron por toda la región y Zahir lo estaba comprobando. No percibió en Luna algún remordimiento o pena por ver a humanos ser devorados ante sus ojos. Si ellos no le importaban, mucho menos lo harían unos vampiros que ni siquiera eran de su clan, así que ¿cuáles eran las intenciones de Ezra al hacer tratos con ella? Tuvo una ligera idea cuando estuvieron en el estudio de su primo, este empujando hacia el príncipe y la Senescal, sentados frente a él, un pequeño cofre de madera.

—Son esmeraldas —informó Ezra. Zahir notó el brillo de entusiasmo en los ojos de la mujer—. Si nos ayudan, cada mes recibirán una porción similar a esta.

—¿Y qué quiere a cambio? —preguntó el justicar parado tras su príncipe.

—Magia —replicó Asim.

La lealtad de tu traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora