Capítulo XIII

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Zahir estaba seguro de que si tuviese un corazón latente él suyo se habría detenido esa noche. En un par de horas más el sol gobernaría el cielo y Gael no había llegado a la cueva tal como acordaron. Toda la noche que esperó estuvo caminando de un lado al otro, mirando hacia afuera con la esperanza de verlo cerca, o al menos a unos kilómetros de distancia.

—¿Se habrá perdido tu cachorro?

Hubo un tinte de burla en el tono de Ágata que le desagradó, pero la ignoró. O hizo lo posible, porque poco después la demonio rio. Ella estaba bocabajo levitando sobre Zahir. Al igual que él, no pudo quedarse quieta por mucho tiempo y empezó a moverse por toda la cueva, hasta que aseguró que levitar la cansaría menos y desde entonces se la pasó más cerca del techo de la cueva que del piso. El vampiro se preguntó si su vestido era una extensión de ella, o era tela de verdad, pero maldecida, por su falda permanecía pegada a sus piernas, incluso cuando estaba de cabeza.

—No crees que le pasó algo malo, ¿o sí?

Zahir continuó caminando, ignorándola. Ágata rio una vez más para luego dejar caer su torso hacia adelante, su cuerpo formando una L. Se aseguró de que su rostro estuviera frente al del vampiro, y también de seguirlo, incluso cuando giraba.

—¿No eres capaz de sentirlo? —El vampiro frunció el ceño una vez más lo que provocó qué ella riera divertida de nuevo—. Aunque no estén unidos propiamente, deberían ser capaz de sentirse el uno al otro.

Zahir detuvo su caminata.

—¿Eso es posible?

—Debería. Su unión está destinada, predicha antes de que nacieran —habló con dramatismo.

Zahir tenía algunos siglos más que Gael, los suficientes para ver nacer al padre del lobo y a él mismo, y que Ágata explicara eso era desconcertante. Significaba que la unión de ellos no era tan simple como se forzó a creer.

—No te equivoques, Zahir. Su unión es especial, pero no como para cambiar el mundo o provocar una guerra.

El vampiro discrepaba de lo último. Se movió para continuar caminando de un lado al otro. La demonio rodó los ojos, cansada de verlo caminar y descendió al suelo, apoyando los pies en la tierra y sacudiendo el vestido que llevaba. Dada la época, los vestidos que usaba no le daban mucha movilidad, pero prefería eso a que verse simple con esos vestidos de algodón y colores opacos.

—¿Puedes sentirlo o no?

Zahir se detuvo de espaldas a ella.

—No creo poder. ¿No necesito estar vivo para eso?

—Pues tampoco te veo muy muerto que digamos.

Zahir suspiró resignado, aceptando que no era buena idea tener conversaciones serias con Ágata. La demonio hizo una mueca, dudosa de si decirle o no qué era posible. Después de todo, Zahir no era el primer vampiro unido a un lobo que ella conocía, pero si le confesaba eso a Zahir era probable que la llenara de preguntas y pidiera información que no estaba dispuesta a compartir sin un trato de por medio. Prefirió no contarle nada. En cambio, se ofreció a ir en busca del lobo para corroborar que estuviera a salvo.

—¿Vas a querer algo? —preguntó Zahir sobre el hombro.

Ágata sonrió divertida cruzando sus brazos tras su espalda, balanceándose de adelante hacia atrás.

—Considera esto como un favor. No me gusta que estés triste por no ver al lobo.

«Además, quiero ser testigo de si logran huir, o al menos saber quién de ustedes morirá primero».

La lealtad de tu traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora