Chapter V

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Las personas, con sólo seis meses de vida ya distinguen las cosas buenas de las cosas malas, y si se presentan las dos, se quedan con la primera opción: las cosas buenas. 

Pero él fue un niño criado en abusos, no existían las cosas buenas. 

Él fue un niño criado de mala forma, era una persona rota, alguien destrozado. 

Y no existe la cura para la mente, menos para el alma. 

Pecados, ¿realmente importan? Le da igual, si coger o fumar le hace feliz, al resto ¿qué? 

¿Por qué tiene que conseguir las reglas? 

"Por una mejor sociedad",

Mentira

¿Qué era lo bueno de una sociedad donde te juzgan por tu ropa, por tu casta, por tu sexo, por tus gustos, por tus aficiones, por tus hobbys, por a quienes sigues, por quién te crees? ¿Qué tiene de bueno una sociedad así? 

Sólo eran mentiras.

Haber tenido sexo con sus dos compañeros de clases fue un placer, al menos lo suficiente para decir que fue de su agrado. 

Sin embargo, no le agradaron las consecuencias de su acto. 

Spreen y Roier fueron a la dirección al día siguiente, encararon a la profesora e incluso involucraron a las autoridades. 

A Spreen no se le hacía difícil conseguir contactos, era jefe de la CGT, no había personas con más contactos que él. 

Los dos estudiantes fueron expulsados, estuvieron un mes en libertad condicional y luego fueron libres completamente. Obviamente, consiguieron las cosas a su favor porque Quackity era un buen actor, sin embargo, él tampoco se salvó.

Fue enviado a una nueva secundaria, aunque más bien, parecía un reclusorio. 

Reglas estrictas, profesores severos, compañeros obedientes. 

Muy aburrido para su gusto. 

Su único entretenimiento eran los sábados y domingos, cuando podía hacer y deshacer lo que quisiera. 

Agradecía que Spreen trabajara desde las seis de la mañana hasta casi las dos de la madrugada, y que Roier trabajara desde las doce de la tarde hasta las doce de la noche.

Ninguno de los dos tenía tiempo, ahora podía comprender porque cada que tenían la oportunidad cogían. 

Por pura casualidad, uno de esos sábados ajetreados para los dos adultos, él salió tranquilamente a la calle. 

Caminó por varias horas por distintas tiendas, sin comprar nada, sólo gozando de la "libertad".

Ahora que se ponía a pensar, él era libre, al menos más que antes. 

Tenía comida cuando quisiera, podía beber agua limpia, bañarse en cualquier momento y disfrutar de agua caliente, dormir en una cama, ver televisión, tenía aire-acondicionado, y Spren le daba una pequeña mesada de cien dólares para que se compre lo que quiera. 

Sí, tenía una buena vida. 

Entonces, ¿por qué buscaba la maldad? 

¿Por qué buscaba cosas que no le favorecian? ¿Cuál era la necesidad? 

A veces es difícil comprender a esas personas, porque para quienes estuvieron a salvo, no saben que el peligro es el hogar de otros. 

Buscaba estar mal porque se sentía seguro, porque sentía que eso merecía, que eso era. 

Su pasado se definía en drogas, alcohol, prostitución y ver a personas teniendo relaciones sexuales. 

Y aunque suene fácil abandonar todo y empezar de nuevo, para alguien joven y mentalmente inmaduro, que creció y se crió en ese ambiente, no era tan sencillo. 

El lugar que lo acogió primero: fue el maltrato. 

—. Hey, preciosura - habló un hombre. 

Los miró de reojo, no tenía interés de hablarles tanto. 

—. ¿A dónde tan solitario? ¿No quieres pasar a beber un poco? - preguntó otro hombre. 

Inhalo el ambiente: marihuana, alcohol y feromonas de alfas. 

Sonrió de lado, dio unos pasos acompasándose con sus caderas. 

Se acercó a uno de ellos y enredo sus brazos en su cuello. 

—. ¿Por qué no nos saltamos esa parte y jugamos un rato? - habló, seductor. 

Pocos sabían de la voz "omega", voz que sonaba "dulce", más bien, controladora, firme, seductora, hipnotizante al oído. Era como el canto de una sirena, sólo quien lo escucha siente el hechizo agonizante del placer. 

Los alfas... eran tan fáciles de manipular. 

Quackity disfrutó controlarlos, disfrutó manejar sus comportamientos a su antojo, disfrutó que hicieran con su cuerpo lo que él quería. 

—. ¿Te lo enciendo, cariño? - preguntó uno de los alfas, sacando el encendedor. 

Quackity asintió, acercando el cigarrillo que tenía entre sus labios. 

Inhaló, sintiendo la nicotina llegar a su cerebro, dándole una sensación placentera y distrayéndolo de sus problemas. 

Fumar, recuerda a su padre fumar fuera y dentro de la casa. Apagaba los cigarrillos con la piel de su madre, dejándole marcas rojizas y dolorosas. Cuando ella se negaba, él la golpeaba. 

Abuso... así se resume su vida. 

Era joven, se intentó suicidar, los policías condenaron a su padre y ahora vive en la casa de un rico porque todo se soluciono con el poder del amor.

No todos los cuentos tienen finales felices, porque la vida no es una película de princesas; donde el protagonista siempre triunfa sobre el mal. A veces, el mal triunfa sobre el protagonista, hundiendolo y haciéndolo el antagonista. 

Al regresar a su casa, se cambió de ropa y se duchó. 

Lavó toda la ropa que tenía pendiente para que no sospecharan del por qué lavó sólo una prenda. 

Hizo su cena, comió y se fue a acostar. 

Realmente no importaba nada. 

A mitad de la noche, fue despertado por unos ruidos. Al concentrarse, pudo distinguir que eran gemidos. 

Suspiró pesado, no podía creer que esos dos estaban cogiendo a las dos treinta de la madrugada. 

Entendía que vivían en un penthouse y que prácticamente es difícil que alguien los escuche, pero ahora no vivían solos en ese lugar. 

Escuchó cómo Spreen le dijo que bajara la voz, y cuando el sonido de los gemidos disminuyó, él pudo escuchar los jadeos y gemidos roncos del alfa con más claridad. 

No era un santo, y aunque para los demás era un niño, realmente no se consideraba uno. 

Se masturbo escuchandolos, le daba igual venirse por imaginarse a aquel alfa dominante cogiéndolo. Podría deleitarse sobre su piel, dominar a alguien que domina a los demás sería un deleite de placer. 

Spreen...

Hay que aspirar a cosas grandes. 

Blood - SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora