Capítulo 4

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Ya era el segundo trimestre y Lisa apenas si lograba aprobados en Biología, era un asco en esa materia. Era la segunda semana del mes, Lisa estaba en la casa esa tarde. Estaba esperando a Jisoo, quien ahora asistía con mucha más frecuencia a la biblioteca.

—Es para mantener los deberes al día, sin distracciones—le había respondido su pelinegra amiga un día que la tailandesa preguntó al respecto.

Pero Lisa la conocía lo suficiente, le estaba ocultando una parte de la historia de la chica estudiosa, había algo o alguien especial en la biblioteca que lograba que Jisoo fuera a ella todas las tardes. Pero era su vida, si había algún chico que le gustara a la pelinegra cuando estuviera lista se lo contaría, después de todo eran mejores amigas.

Su mamá estaba temprano en casa hoy, era extraño, parecía un poco más tranquila.

Aun le veía los ojos rojos e irritados de tanto llorar en las noches, pero ahora salía más de la casa, a distraerse. En estos momentos estaba cocinando, la tailandesa tenía casi cuatro meses sin verla en la cocina, le alegraba un poco. Con tan solo catorce años Lisa debía hacerse sus tres comidas diarias todos los días, si tal vez si su mamá comenzaba a cocinar más seguido no tendría que hacerlo después de todo.

—Lisa, querida, ¿podrías ir a dar una muestra de bienvenida a los vecinos del frente, por favor?—dijo su mamá entrando a la sala, una de sus famosas tartas de frambuesa ocupaba sus brazos.

Su cabello castaño, antes largo hasta la cintura, ahora estaba corto. Fue un cambio de imagen de la semana pasada, tal vez significará también un cambio de vida.

—Pero, mamá, los vecinos llevaban ya varios meses viviendo en la residencia—creía que el presente de bienvenida estaba casi cinco meses atrasado.

Su mamá mostró una sonrisa débil, pero real, era lo suficiente para hacer a Lisa un más poco feliz.

—Entonces discúlpate de mi parte, explica que no hemos estado... en condiciones—dijo lo último lentamente, como si esperara alguna reacción negativa de su hija.

Lisa asintió suavemente entonces fue hasta su mamá y con cuidado cargo la tarta, olía de maravilla.

—Ten cuidado, cariño—acarició levemente la cabeza de Lisa.

La tailandesa sintió un escozor en los ojos, hacia tanto tiempo que su mamá no mostraba tanto cariño hacia ella.

—Volveré en un rato, ¿ok?—dijo un poco insegura de dejarla en la casa, temiendo que cuando volviese ella estuviera en el trabajo dejándola sola, otra vez.

Su mamá asintió mientras le despedía con la mano, Lisa abrió la puerta y salió a la calle. Cruzó un poco nerviosa al otro lado, en dirección a la casa hogareña del frente, pensando en qué pensarían sus vecinos al recibir el gesto de bienvenida un poco tarde.

Levantó la mano, decidiendo si tocar o no, hasta que al final lo hizo. Escuchó unas voces al otro lado hasta que al fin un hombre de mediana edad abrió la puerta, su cabello aún era castaño y sus ojos brillaban de color avellana.

—Buenas tarde, jovencita—saludó educadamente.

Lisa, un poco nerviosa, asintió y después comenzó a hablar con la seguridad que creía sentir.

—Buenas tardes señor, disculpe la molestia, soy de la familia Manoban y veníamos a entregarle este detalle—dijo estirando las manos con el recipiente de la tarta, el hombre se lamió los labios.

—Un poco tarde, ¿no crees?—pero a pesar de todo lo dijo divertido, Lisa asintió con una sonrisa.

—Disculpe, es que mi mamá estaba de... viaje y no se había enterado de los nuevos vecinos—una pequeña mentirilla no haría daño a nadie.

⌗𝐑𝐢𝐯𝐚𝐥𝐞𝐬 ; 𝐉𝐞𝐧𝐥𝐢𝐬𝐚 𝐀𝐝𝐚𝐩𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora