Capítulo 17

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—Momo... ¡Momo Hirai!—Lalisa la sacudió por el hombro.

Por fin la pequeña pelinegra dejó de mirar al vacío, últimamente actuaba muy extraña.

—¿S... si?—balbuceó un poco nerviosa por todas las miradas de las chicas en ella.

Estaban frente al casillero de Irene, esperando que la chica recogiera sus cosas. Jisoo había notado la extraña actitud de Momo y las dos chicas habían intentado llamar la atención de las más bajita.

—¿Estas bien?—Jisoo alzó una ceja.

Momo se sonrojó un poco mientras sacudía una mano, para restarle importancia.

—Yo, estoy bien, muy bien—después observó a los lados sonriendo nerviosa. Jisoo y Lalisa se miraron, no podía ser, ¿verdad?

—¡Listo, vamos a clases, Momo!—Irene cerró su casillero antes de tomar a la pelinegra y salir corriendo hacia la clase—. ¡Las veo después, chicas!

Las otra dos se despidieron, Momo se había comportado muy extraño. Estuvieron unos segundos en silencio, meditándolo.

—¿Crees que...?

—Espero que no—Lalisa negó con la cabeza aun mirando por donde se habían ido sus dos amigas—. Esto es complicado.

Jisoo estuvo de acuerdo, después miró la hora y se alarmó.

—¡Hay que ir a clase de arte! Voy a buscar mis cosas, te veo en el salón—se despidió de la tailandesa saliendo en dirección a su casillero.

La tailandesa pensó que era mejor ir de una vez al salón de arte. Fue una de las primeras en llegar, habían unos tres chicos que no conocía (no eran tan relevantes) y Jennie y la pelinegra alta. ¿Tengo tan mala suerte? Al parecer así era, pero secretamente estaba ansiosa por ver a la castaña. Las dos se miraron, pero como siempre, Jennie apartó la cara y Lalisa terminó frustrada. Fue hasta su lugar, uno de los caballetes del fondo al lado del de Jisoo. Solo esperaba que hoy su amiga no quisiera hacer otro dibujo del kínder, si no ella volvería a estallar en risas y tal vez esta vez si la suspendieran.

—¡Manoban!—llamó el profesor, todos voltearon a ver a Lalisa.

La tailandesa se quedó quieta antes de voltear atrás y después volver al frente y señalarse.

—¿Yo?—sonrío inocentemente.

El profesor rodó y le hizo señas impacientes para que se apurara. Lalisa vio que todos la veían, excepto una muy supuesta distraída Jennie que prefería mezclar la pintura en su paleta antes que verla. Claro, Jennie Kim se hacía del rogar, entonces Lalisa no caería en su sucio truco.

—¿Diga?—preguntó nada más llegar frente al escritorio.

El señor acomodó sus lentes sobre el puente de la nariz, mirándola. Después alzó una bolsa de plástico, entregándola a la chica de ojos miel.

—Los rollos nuevos, para la cámara—le recordó ya que la tailandesa había pedido el favor de comprar unos nuevos.

Lalisa tomó la bolsa de plástico.

—Gracias, jefe—sonrío pero se detuvo de volver a su puesto cuando el profesor la llamó—. ¿Qué?

—¿Cómo vas con todo el asunto de la fotografía?

—¿Bien?—la tailandesa río un poco pero al ver el rostro serio del señor se detuvo.

—¿Ya has encontrado a tu inspiración?—levantó una ceja, Lalisa no parecía entender—. Ya sabes, tu musa.

—Ahh, eso—sacudió la cabeza antes de encogerse de hombros—. No, aun no.

El profesor la observó, entrecerrando los ojos.

⌗𝐑𝐢𝐯𝐚𝐥𝐞𝐬 ; 𝐉𝐞𝐧𝐥𝐢𝐬𝐚 𝐀𝐝𝐚𝐩𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora