forty five

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El día donde comenzaría sus clases había llegado.

Ya no podía escapar de esa situación.

Yoongi no le había contado a nadie la situación por la que estaba pasando, ya que si le comentaba a los Kim todo esto, estaba seguro de que querrían volver a Inglaterra y alejarían a Seokjin de él.

Así que por el momento decidió dejar esa información para el solo.

Ya estaba instalado en el salón de música, inspeccionando que todo estuviera bien, que todos los instrumentos estuvieran afinados y tocaran los acordes correctos hasta que llegó al piano. Era un piano hermoso, según Yoongi, así que paseo sus manos por las teclas dejando salir sonidos ahogados mientras cerraba sus ojos.

Observó el asiento frente al piano y lo tomó.

Había algo en ese instrumento que siempre le pedía volver y esta vez no era la excepción. Se sentó frente al piano y sus dedos fluyeron, fundiéndose con las teclas, tocando la canción del corazón.

La canción de su corazón.

Aquella pieza que había compuesto años atrás mientras esperaba por su amado Kim Seokjin y ahora que lo había encontrado la tocaba con mucha pasión que en ese entonces, porque esta misma contenía todos sus sentimientos, todo su amor para ese humano con el que se había reencontrado tan solo unos días antes. Se dejó llevar por el momento y sus lágrimas comenzaron a fluir.

Nadie nunca supo porque Yoongi podía llorar y todos los demás no, pero Yoongi albergaba la esperanza de que era porque aún tenía un poco de humanidad en su ser, que su conversión no estuvo completa y de verdad vagaba entre el mundo de los Inmortales, de los humanos y de las Hadas, aunque el don que le había regalado Momo se hubiese extinguido cuando Seokjin murió, Yoongi sentía en su interior aquel poder primitivo dentro de su ser.

Sin darse cuenta del paso del tiempo, Yoongi siguió tocando aquella profunda pieza que emitía el más puro y fuerte amor que una criatura puede tener por otra.

Pero había alguien observándole desde el umbral del gran salón de música.

Quedaban solo cinco minutos para entrar a clases, así que Yoongi debía detenerse para estar listo y recibir a sus alumnos, pero no le bastarían cinco minutos. El chico que le miraba lo sabía y no entendía porque aquella melodía le removía tanto su interior.

Se quedó en silencio observando a su profesor mientras sus demás compañeros entraban y miraban al mayor todos sorprendido por el gran manejo que tenía con el instrumento y lo mucho que sus lágrimas caían por sus mejillas. Pero a nadie le llegaba tanto aquella melodía como a Kim Seokjin, quien aún no se alejaba del umbral de la puerta.

No lo entendía, ni siquiera estaba mirando al profesor a los ojos, como sucedió el viernes pasado, pero con tan solo mirar su espalda y la forma en la que sus brazos se movían sentía ganas de llorar.

Era un sentimiento completamente nuevo para Seokjin.

Pero también lo sentía conocido. Seguía sin asimilar todas las cosas que estaba sintiendo con tan solo conocer a una persona.

A un hombre.

A un chico.

La melodía terminó. Yoongi mantenía sus ojos cerrados por los sentimientos que había tenido, sabiendo que estaba rodeado de humanos y que Seokjin también estaba ahí, un poco más lejos que los demás. Se escuchó una ronda de aplausos y alabanzas, mientras Yoongi encontraba la forma más rápida de clamar su huracán de sentimientos.

Algo llamado AMOR (JinSu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora