Capítulo 1

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Yakuza's Prostitute

Título en español: La Prostituta del Yakuza.

Con dinero puedes comprar los cuerpos que desees, pero habrá algo que no puedas adquirir...

Parte 1
Mujer marchita.


«En el punto justo donde el día besa la noche, ella hacía su aparición en vuelta en colores refulgentes, cuyos destellos dejaban ver su alma virgen de afecto, colmada de amores sin nombres, fugaces y baratos.»


Era una noche de esas en las que, en calles como esas, ni un peatón se pasaba a tan altas horas, exceptuando algunos hombres que deseaban saciar sus bajas pasiones con alguna mujer que estuviera de pie en esas esquinas, dispuesta a ofrecer sus servicios aun con el frío que hacía, pues aunque las nevadas aún no habían dado comienzo, se podía sentir el frío húmedo que venía en esas brisas nocturnas, calando hasta en lo más profundo de los huesos.

Un par de jóvenes compañeras de trabajo y amigas, yacían de pie en una esquina, titiritando de frío, ambas vistiendo vestidos exageradamente cortos y provocativos, portando una de ellas liguero y una un par de medias que hacían lucir sus piernas como todo un largo camino directo a la perdición donde se ahogarían las ganas.

— Creo que podemos dejarlo por ésta noche. —Habló la joven de cabellos cortos y despeinados, un estilo algo alocado, rebelde, indomable, a diferencia de su amiga que portaba cabello largo a mitad de espalda dentro de su abrigo, con un aspecto suave, sumisa, cariñosa.

— ¿Crees que esté bien? —La joven de cabellos largos parecía dispuesta a seguir con la jornada, no por gusto en realidad, pero su amiga le tomó por el brazo.

— Vamos Yuna, nos vamos a congelar aquí, además no ha pasado alguien que necesite nuestros servicios. —Le reprendió con levedad, intentando convencerle de abandonar la farola en la que estaban de pie.

Ellas era un par de damas que brindaban servicios sexuales, dispuestas a complacer a los hombres que no eran bien atendidos o simplemente tenían dinero para pagar por sus caprichos. Era un trabajo que no era bien visto por la sociedad, es más, por ser ese tipo  de mujeres, eran tachadas como la peor mancha o suciedad que pudiera haber en un lugar.

El mundo de la prostitución no solo consistía en tener sexo, había muchísimo más de lo que las personas veían, había cosas de las que ni siquiera eran conscientes o conocedores, dependiendo el lugar, el área, el puesto y un sinfín de cosas, las damas que brindaban sus servicios podían estar atadas a forzosas cuotas, siendo obligadas, o por voluntad propia al ver que es una entrada de dinero sencillo, el sexo como moneda, o algunas que fueron engañadas y simplemente no podían abandonar ese mundo o podrían perder la vida. Éste tipo de acontecimientos y cosas no solo cerraban ahí, era un tema hasta complejo, con varias historias de cada dama, con cada cliente que llegaba a parar el carro y llevarlas a un hotel o en ocasiones simplemente a hacerlo detrás de un lugar en un callejón.

Las jóvenes caminaban por la acera con pasos largos y firmes, luciendo sus pálidas y torneadas piernas con esos vestidos cortos, ocultando las manos en los bolsillos de sus abrigos, hasta que una de ellas se detuvo, específicamente, la joven que tenía un rostro más dulce, con ojos redondos y largas pestañas, flequillo recto y cabello largo, haciendo que su amiga de cabellos cortos frenara los pasos volviéndose.

— ¿Qué sucede Yuna? —Preguntó la joven de cabellos revueltos, acercándose hasta su amiga que veía fijamente hacia una calle que llevaba a una zona donde había demasiadas edificaciones con departamentos nuevos, por lo que no todos estaban habitados.

— ¿Escuchaste eso, Cinthy? —Yuna le tomó ligeramente por la muñeca, esperando que no se apartara mientras daba unos cuantos pasos por esa calle.

— ¿Escuchar qué? —No era la primera vez que su compañera se detenía por algo así, usualmente de las dos, Yuna era la más curiosa en muchos aspectos, en parte por ello, Cinthya odiaba mucho que a pesar de su belleza estuviese en un lugar como ese dando servicios a hombres que a veces no eran para nada apuestos.

— El llanto de un bebé... —Habló en un suave susurro, parecía querer guardar silencio absoluto con cada paso que daba, esperando que su compañera escuchara algo.

— Yuna, es una zona de renta, puede ser el bebé de algún departamento. —Intentó hacer que Yuna cambiara de opinión, tomándola por el brazo, no obstante, su agarre vaciló al escuchar muy despacio el llanto que mencionaba su acompañante.

— ¡Es un bebé! —Exclamó en un susurro, jalando a su compañera, corriendo ambas en tacones, intentando seguir el camino que les dejaba aquel llanto que venía de manera muy baja y en un eco difuso.
— Es por acá, estoy segura que es por acá... —Insistía la joven de cabello largo, jalando a su compañera hasta que el llanto sonó por otro lado.

— Yuna, podría ser una trampa para asaltarnos, es mejor irnos. — Cinthya a diferencia de Yuna, era una mujer demasiado fría, dura y ruda, no parecía confiar demasiado en su entorno, Yuna en cambio, era un poco confiada, pero Cinthya no le perdía la fe, creía que pronto maduraría y dejaría de confiar en todo.

—Pero... —Lo pensó en uno momentos, recordaba que se habían dado reportes de nuevos métodos para engañar mujeres y asaltarlas. Terminó cediendo al escuchar que el llanto ya no se escuchaba desde hacía unos momentos, dando un suspiro, volvió a avanzar una vez más al lado de Cinthya, pasando sobre el metal de una alcantarilla que surcaba de manera horizontal el lugar, casi doblándose el tobillo por las rendijas, escuchando una vez más el llanto del bebé.

Quizá ambas no hubiesen hecho caso esta vez, pero el llanto se escuchaba claro, e instintivamente ambas bajaron la mirada, percatándose de que la razón del eco era por los desagües y por ello les había confundido.

— ¡Está ahí...! —Yuna, sin dudarlo, se arrodilló, aprovechando la iluminación de una farola cercana, logrando divisar como un bebé envuelto en una cobija gruesa y sucia yacía llorando porque tierra había caído en su cara en el momento en que ellas pisaron las rendijas de metal.

— No puede ser... —La joven de cabellos revueltos no pudo creerlo, de inmediato sacó su celular. — Llamemos a la policía, ellos sabrán qué hacer. —Sugirió, marcando el número de emergencias, esperando ser atendida.

Por su lado, la joven de nombre Yuna, intentaba meter sus manos por las rendijas de la alcantarilla, era un poco profundo, un metro aproximadamente, sus brazos por más delgados que fueran no pudieron alcanzar ni siquiera un poco al bebé que le había enternecido el corazón al verlo llorar de esa manera. Mientras Cinthy intentaba comunicarse por la pésima señal, la joven de cabello largo se recostó sobre la alcantarilla, extendiendo más su brazo, pensando que podría llegar, pero ni siquiera así logró su cometido.

Eso no significaba una derrota, la joven miró a su alrededor, encontrándose con un trozo de un palo de escoba roto, corriendo por él para volver a recostarse sobre la alcantarilla, extendiendo su brazo con el palo, logrando tocar la manita del bebé que entre llantos pareció calmarse sujetando aquel trozo de madera en su pequeña mano... Aquella acción iluminó los hermosos ojos de esa bella joven a la vez que una preciosa sonrisa se curvó en sus labios rojos, enternecida por ese gesto que parecía haber despertado su instinto protector.

—Ya, ya mi pequeño... Estoy aquí. —Susurró la joven, recargando su mejilla en el metal de la alcantarilla, notando como el bebé ahora solo parecía buscarle entre sollozos al escuchar su voz.

La joven se había enamorado del infante, su instinto materno parecía haber florecido en ese momento al igual que tomó una decisión al levantarse con cuidado, haciendo que el bebé soltara el trozo de madera comenzando a llorar una vez más. Decidida la joven arrodillada, habló, llamando la atención de su compañera ya enfadada de que las autoridades detrás de la línea telefónica no entendieran lo que les explicaba.

— Cinthy, ayúdame... Debemos sacarlo. —La joven de cabellos revueltos se volvió, alejando el celular de su oreja, colgando la llamada a la vez que negaba.

— No, no, no, la policía debe encargarse de esto. —Intentó persuadir a su compañera de cabellos claros al ver que yacía arrodillada al lado de la alcantarilla.

— ¡Cinthy, el pequeño nos necesita! Por favor, debe tener mucho frío y hambre... —Suplicó, estrujando el metal en sus manos al ver como el bebé lloraba, lastimándose la garganta. — Solo míralo, escúchalo... Lo han dejado aquí y nadie lo ayuda, ¿por qué no podemos ayudarlo? Nos está llamado, Cinthy... —Susurraba, manteniendo su bella mirada en el bebé que deseaba acariciar.

— Yuna... No sabemos nada de bebés...

— ¡Puedo aprender de inmediato! ¡Mi instinto maternal lo siento aquí! —Respondió de golpe Yuna, llevándose las manos al pecho donde se ubicaba su corazón, haciendo que Cinthy apretara los labios, suspirando.

—Estás loca, y yo más por ayudarte. —Soltó a la vez que guardaba el celular en su abrigo, acercándose a su amiga para sujetar juntas la alcantarilla y jalar con todas sus fuerzas, logrando levantar solo un poco el pesado metal. Se rindieron por momentos.

— ¡Una más, Cinthy! Pero esta vez hay que empujar a un lado. —La castaña sujetó una vez más el metal de la alcantarilla, haciendo que su amiga en un suspiro agotado cediera, sujetando una vez más las rejas.

Contando hasta tres, ambas chicas jalaron con fuerza, logrando empujar a un lado la alcantarilla, lo suficiente para que una de ellas bajara de inmediato en un desliz, pues un brinco podría hacer que se le doblaran los tobillos por los tacones.

— Yuna, ten cuidado, podría haber algún animal venenoso, o ratas... —La mencionada asintió, agachándose con cuidado con una tierna sonrisa en sus labios al temblarle las manos, buscando la manera de cargar al bebé, dejó que este sujetara uno de sus dedos, sintiendo como sus manitas estaban casi congeladas.

— Mira Cinthy... Es hermoso. —Se podía notar la fascinación en la voz de la joven al levantarse con el infante desnudo, envuelto en su abrigo al dejar atrás esa sucia cobija.

— Sal de ahí, loca, es peligroso. —Evadió la azabache, ayudando a salir a su amiga antes de colocar una vez más la rejilla, bajándose el vestido y acomodándose su vestuario, ignorando la mirada de un hombre malhumorado que les veía con desprecio desde su hogar en el quinto piso. — Vámonos, Yuna.

La joven asintió maravillada, intentando brindarle todo su calor al bebé que desesperado parecía buscar su pecho en busca de alimento, ella sostuvo la pequeña cabeza del bebé con delicadeza mientras veía a la azabache.

— Cinthy, ¿Me lo puedo quedar? Es varoncito... —Le mostró moviendo su abrigo, como el bebé sin pañales en efecto era un varoncito que jalaba con desespero aquel vestido.

— Cielos... No sabemos si vaya a sobrevivir, la leche, el clima, Yuna no te hagas ilusiones, por favor. —La azabache parecía ser un poco más fría en ese aspecto, no era que el bebé no provocara nada en ella, era solo que temía que eso metiera en problemas a ambas.

— Yo sé que va a sobrevivir, porque él nos estaba llamando. Él nos llamó porque nos necesita... —En su voz se podía notar aquella dulzura con la que hablaba, aquel amor que por el bebé desbordaba.— Lo criaré, será mi hijo, será el mejor hombre de todos, respetuoso, educado, bondadoso... Será mi hijo y le daré todo el amor que no quisieron darle. —No paraba de decir, cubriendo al bebé en un amoroso y cuidadoso abrazo contra su pecho.

— No creo que solo viva de amor. Vamos a comprarle leche a una farmacia de veinticuatro horas con lo que hemos ganado hoy. — Interrumpió la azabache extendiendo su brazo para atraer a la castaña a su lado, caminando juntas, sin importarles que más adentrada la ciudad, algunas personas que aún caminaban por ahí les miraban de manera despectiva, como si el simple hecho de verlas salir de su zona les causara asco, repudio, un sentimiento desagradable.

Yuna estaba sumergida en su mundo, hablándole en tiernas y dulces palabras al bebé, acariciando sus manitas, caminando detrás de Cinthya, ganándose miradas de algunas muchachas que acomodaban las cosas en la farmacia, pero la azabache les dedicó una mirada pesada antes de abrirse paso al pasillo donde había cosas para bebés, tomándose su tiempo para leer cada envase de leche, buscando cuál sería el mejor para un bebé que seguramente no llevaría más de dos meses de nacido...

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