Capitulo 11

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Tipo de narrador: Tercera persona [omnisciente]

Las piezas se empiezan a mover pero el juego se detiene por el sonido del celular de Massimo, es Stefan. Él la mira a los ojos intentando explicar que debe contestar la llamada.

— No te preocupes, tu contesta, puede ser importante.

Se levanta con el teléfono en mano caminando hacia la puerta que da a la playa.

— Señor, quisiera confirmar su regreso.

— ¿Y a ti que carajos te importa cuando voy a regresar?

— Hay asuntos que requieren de su presencia, la Reina Esmeralda se ha estado moviendo, mató a uno de nuestros socios y nadie sabe por qué.

La Reina Esmeralda ha vuelto hacer de las suyas, ella es así, impredecible. Nadie ha tenido la oportunidad de verle la cara, ya que los que han tenido tal suerte no están vivos para contarlo, una vez Massimo tuvo la oportunidad de verla. Había matado uno de los socios principales de su padre, se presentó al funeral con un vestido negro con guantes, y un sombrero que le cubría la mayoría del rostro, tenía una sonrisa macabra y aterradora para una mujer, o eso pensaba el. Ella es impredecible en todo momento, juega bien sus cartas preparando cosas que solo ella y su mente saben cómo jugar y nadie sabe lo que sucederá después.

— ¿Señor?

— Llegaré en cuatro días — avisa antes de colgar el teléfono y fijar la vista en su esposa que tiene la mirada plantada en el tablero.

Ella es otro lío, hay veces que él se imagina que es un maldito sueño y que eso no puede ser real, todavía recuerda el día en el que él la conoció.

Hace once meses, en la fiesta de cumpleaños de Lizzie, él y su padre habían sido invitados por Leonardo, todo iba bien hasta que fijó la vista en la hermosa mujer castaña y de ojos verdes que hipnotizan a cualquiera y él no era la excepción, bajaba la escalera del brazo de Leonardo, estaba enfundada en un vestido rojo que se le ceñía al cuerpo mostrando sus atributos, pechos medio, cintura pequeña, caderas algo anchas y una sonrisa que idiotiza a todos.

Cuando intentó coquetearle ella se enojó por el alto ego que se cargaba tanto así que le tiró la copa encima. Desde ese momento se empezaron a carga una pequeña enemistad que al parecer solo venía por parte de ella, ya que el nunca se la pudo sacar de la cabeza, no importa con cuanta mujer estuviera ella era la dueña de sus pensamientos y fantasías, hasta el punto de hartar, pero desde que Leonardo le pidió ayuda pensó que el mundo se le ponía a su lado por primera vez y no pensaba desaprovechar esa oportunidad.

— ¿Sucedió algo? — comenta ella al notar la mirada de él.

— Nada importante, sigamos — dice mientras fija su mirada en los muslos desnudos de su mujer.

Ella hoy se había puesto un vestido blanco medio transparente que le llegaba a la mitad del muslo, su cabello castaño estaba en una trenza que le dejaba algunos mechones sueltos. Es una tentación andante para el.

El juego continuó con normalidad, él estaba distraído mientras ella cada que podía le ponía un jaque, hasta un momento donde...

— Jaque mate, creo que esta vez no ganaste hermosa — comenta con tanta seguridad haciendo que su esposa de una pequeña carcajada.

— ¿Eso crees? Creo que los años te pesan y te están dejando ciego, abuelo.

Se le borra la sonrisa cuando ve la jugada que hace ella mientras él la mira con tanta atención.

— Jaque mate, como dije antes, yo nunca pierdo y esta vez no sería la excepción.

Luego hay un duelo de miradas y surge una extraña tensión que se corta hasta con un cuchillo, ella se levanta dejando el vestido un poco más arriba de los muslos sin la molestia de arreglarlo camina hacia el baño mientras él se pierde en esas piernas con las que fantaseaba día y noche.

Para ella, provocarlo se está volviendo uno de sus juegos favoritos y cada vez que puede no duda en hacerlo, está jugando con fuego y lo sabe. Y eso le encanta.

Sale del baño con el cabello suelto cubriéndose los hombros, camina a la cama arreglando las almohadas para dormir, mientras el mira con atención sus movimientos.

— ¿Qué?¿Te dejo abobado ver cómo te gane?

Se levanta caminando hacia ella prendiéndose de sus labios sin dejarla respirar hasta que ella lo obliga a separar su labios.

— Buenas noches.

— ¿Qué?

— Estoy muy cansada, y son nuestros últimos días en la isla así que quiero descansar y relajarme lo más que se pueda.

Dice dejándolo pensando mientras ella solo le da un pequeño beso antes de acostarse en la cama tapándose con la manta y poniéndose de lado dejando un lado de la cama para Massimo.

— ¿Vienes?¿O te quedarás ahí como estatua toda la noche?

— No se vale, me ganas y no me dejas ni follar.

Mueve la cabeza enojado metiéndose en la cama como tal cual niño que no le cumplieron sus caprichos.

.....

Es su último día en la isla, mañana partirán así que ellos piensan disfrutar este último día, Lizzie no a parado de recibir mensajes por parte de Jane y a dado una que otra orden, la pequeña Aurora ha mejorado y estos días ha pasado con Samantha «la hija de Jane» las niñas al parecer se han vuelto amigas.

— Solo haz lo que ya dije, espera mis órdenes cuando llegue a Italia, también dile a Cristal que vaya a la base 3b, quiero saber cómo va el proceso del chip.

Lizzie todo este tiempo ha estado dando órdenes para que sus hombres puedan proceder.

— ¿Lizzie estás ahí?

Massimo busca por la habitación a la chica que está en el baño haciendo de las suyas, cuelga rápido haciendo como si se estaba arreglando el cabello.

— ¿Puedo entrar?

— Pasa.

— ¿Qué hacías?

— Nada, solo me arreglaba el cabello

— Te espero en la playa.

El sale dejando que su pequeña mujer se termine de "arreglar" el cabello, pero ella usa ese tiempo para enviar unas últimas órdenes antes de salir.

Sale caminando hacia la playa viendo un lindo intento de almuerzo romántico, dos tumbonas y una mesa en medio con dos platos de pasta, vino y algunas fresas con chocolate de postre.

— ¿Qué es todo esto?

— Es nuestro último día en la isla, pensé que estaría bien almorzar y pasar toda la tarde disfrutando de la playa..

— Pues pensaste bien, esto me encanta

La tarde transcurre con normalidad, Massimo nadando en el agua y Lizzie tomando el sol sin perder de vista el cuerpo musculoso que nada en las olas.

Cuando empieza el atardecer Massimo sale del agua mientras que Lizzie disfruta de sus fresas.

— Oye — se queja cuando él le roba una fresa.

— Se te olvida que soy yo el que pagó tus fresas ¿Verdad?

— Pero las compras para mí.

Niega con la cabeza con una sonrisa que derrite a cualquiera, y Lizzie no es la excepción.

— No contradigo verdades. Ven, has pasado toda la tarde tomando el sol, caminemos — la obliga a levantarse de la tumbona mientras él entrelaza sus dedos mientras caminan por la orilla de la playa.

— Estos atardeceres son hermosos, ¿No nos podemos quedar un poco más?

— La idea me tienta, pero me necesitan allá.

El agua les moja los pies viendo como la gran bola amarilla se oculta entre las olas.

El busca su mirada fijándose en sus ojos esmeraldas, según él siente que ya los había visto en otra parte, aunque no lo recuerde sabe que conoce esos ojos que lo cautivan.

Mientras que ella solo mira la paz y la tormenta en esos pozos azules, que de alguna manera le dan tranquilidad.

Se funden en un beso cargado de perversión y deseo, mirando como el sol da sus últimos rayos antes de ocultarse por completo.

Odio, Amor y PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora