23. Deseo

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Steven

Después que el tratamiento es colocado por en su totalidad entra la doctora con carpeta en mano. Madelen se levanta de la silla y se acerca a la doctora.

—¿Cómo sigue mi paciente? —le habla en voz baja viendo a la pequeña en su camilla dormida.

—La fiebre no ha regresado —le cuenta aliviada.

—Son buenas noticias, además, sus exámenes salieron bien. Voy a pedirle a la enfermera que le retire la vía, mientras tanto voy hacer los papeles para el alta. Tenla vigilada por veinticuatro horas, si no hay novedades, puede retornar a clases.

—Muchas gracias doctora.

Madelen respira aliviada por la noticia, me acerco a ella, la abrazo y al fin la siento relajarse.

—Tienes a una pequeña consentida, que le asusta no tener toda la atención de sus padres, solo dale tiempo a que se adapte a los nuevos cambios, ya verás que todo saldrá bien —le doy un pequeño beso en los labios.

—Gracias por quedarte conmigo, a pesar de que Elvis ha estado por aquí, al parecer el día continúa siendo incómodo —me dice con pesar, se separa un poco de mi restregando su cara con las manos.

—No te mortifiques con eso, cuando quise proponerte una relación estaba muy consciente qué situaciones cómo está iban a suceder. No te preocupes por mí, hay situaciones que escapan de tu control —me acerco por detrás abrazándola, dejo caer mi mentón en su hombro mientras vemos a la niña dormir.

—Después de vivir en un infierno durante varios años, finalmente he sido recompensada. Por un momento pensé que no me volvería a enamorar, que por una mala decisión estaría condenada para siempre.

—Ya ves que no es así, las malas decisiones nos dejan una lección de vida, mas no una condena, somos nosotros los que nos auto condenamos en lugar de aprender y seguir adelante —la libero de mi agarre dejando otro beso en sus labios— llama a Elvis, infórmale que le han dado el alta, yo me quedo aquí atento.

Le pasó su teléfono y ella frunce los labios en desacuerdo, pero al ver que mantengo mi postura finalmente accede, sale del cubículo con el teléfono en mano para hacer la llamada.

No pasa mucho tiempo cuando entran las enfermeras y empiezan a preparar todo para quitar la aguja del brazo de Alana, agarran su bracito con mucho cuidado, en este momento la niña se despierta y me colocó del otro lado de la camilla para tratar de tranquilizarla, le tiene terror a las agujas.

—No te preocupes pequeña, las enfermeras solo te lo van a quitar, nos vamos a casa —acaricio su cabeza y le sonrió para que se calme.

—¿Ya no hay más agujas? —pregunta aterrada.

—Ya no más, te lo prometo.

Alana extiende su brazo para que la enfermera pueda hacer su trabajo, pega un pequeño grito cuando le retiran la aguja por completo y Madelen entra corriendo.

—¿Qué le pasó? —ve a su hija y a las enfermeras colocando una bandita en donde estaba la vía.

—Nada de qué preocuparse, solo que le han retirado la vía —le explico sonriéndole para que se tranquilice.

—Ya tengo el alta, ya nos podemos ir —levanta el papel con la autorización.

—¿Mi papi se fue? —pregunta viendo a su alrededor, sus ojos empiezan a cristalizarse debido a las lágrimas.

—No muñeca, aquí estoy —entra Elvis justo a tiempo, se acerca a su hija y la abraza, deja un beso en su frente —vamos, los acompañó hasta el carro.

Mi amor de primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora