19. En mi vida no te metas

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Madelen

Detengo a la niña justo a tiempo, me ha dado el susto de mi vida, me inclino quedando a su altura y la giro hacia mí descubriendo que está llorando, el sentimiento de angustia que tenía hace un segundo cambia por dolor, no me gusta verla llorar y menos de este modo, la cargo y Steven abre la puerta de atrás del carro para nosotras, la siento en mis piernas y la abrazo, esperando pacientemente que se calme.

—¿Qué pasó hija? ¿No te ha gustado la idea de tener un hermanito o hermanita? —le pregunto intentando averiguar qué fue lo que realmente le disgustó.

—Papi te ha cambiado por Pilar y ahora me va a cambiar a mí por ese bebé, ya no me va a querer —me cuenta mientras un par de lágrimas más baja por sus mejillas.

—Claro que no muñeca —Elvis llega junto a nosotras y más atrás está Pilar, él se pone de cuclillas para poder hablar mejor con Alana— tú siempre vas a ser mi princesa mayor y eso nada ni nadie lo va a cambiar, no pienses ni por un segundo más que algo o alguien podrá cambiar lo que yo siento por ti.

—Eso es mentira, ya tú cambiaste a mamá por Pilar y nos dejaste sola, harás lo mismo conmigo.

Elvis intenta cargar a la niña, pero ella no se lo permite, se baja de mis piernas y se sienta del otro lado para que su papá no la logré alcanzar.

—Lo mejor será que le des tiempo para procesar la información, le ha caído como un balde de agua fría evidentemente, dale tiempo, después que se calme estará más dispuesta a escucharte.

—Está bien, avísame cuando su ánimo mejore —resopla frustrado.

Se va caminando hacia el restaurante pasando de largo de Pilar, Steven cierra la puerta y se ubica frente al volante para salir del lugar, Alana regresa a mis brazos, ya no está llorando, pero sigue triste y acongojada.

—¿La dejarás en casa de la abuela o te vas con ella a casa? —Me pregunta Steven viéndome por el espejo retrovisor mientras espera que el semáforo cambie.

—Llévame a casa, es lo mejor en este momento.

Por todo el camino nos mantenemos en silencio, Steven coloca música relajante a un volumen que no incomode a la niña. Estaciona frente a la casa y antes de marcharse toma en brazos a Alana y le da un fuerte abrazo.

—Antes de irme quiero decirte algo. Cuando yo tenía más o menos tu edad me pasó algo parecido, mi mamá quedó embarazada y yo pensé que ya no iba a ser el hijo de mamá y papá, hasta incluso llegué a imaginarme que me iban a regalar cuándo naciera mi hermanita. La primera vez que la llevaron a casa, no la quería conocer, no quería estar con ella y cada vez le reprochaba a mamá y a papá el que hayan tenido otro bebé, siempre los culpa de que no me querían suficiente, pero con el tiempo descubrí qué el tener otro niño en casa no era tan malo como imaginaba, incluso llegué amarla, hoy día es mi mejor amiga.

—¿Tus papás no te dejaron de amar? —le pregunta con ojos curiosos.

—Nunca. Más bien sentía que su amor por mí creció más, yo los ayudaba a cuidar de mi hermanita, le enseñaba a caminar, ayude a papá a enseñarle a manejar la bicicleta, incluso cuando ya estábamos más grande, me iba con ella al colegio. Pasamos momentos muy bonitos y hoy día estoy muy agradecido a mis padres por haberme dado a una excelente amiga y hermana.

—¿Crees que me pase igual?

—Estoy seguro que si.

—Gracias Steven —le da un abrazo.

Sreven deja a la niña nuevamente en el suelo y ella se va corriendo hacia la casa, su ánimo ha mejorado evidentemente y eso hace que me sienta aliviada.

Mi amor de primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora