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Me quitaste el aliento, ahora quiero respirar
Porque no puedo ver lo que tu si tan fácilmente
Pensé que mis demonios estaban casi derrotados,
Pero tomaste su lugar y los dejaste en libertad.
Ellos saben mis secretos y no me dejarán ir
No me dejarán ir.

Jacob Lee - Demons.

Jacob Lee - Demons

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Bien. Hagámoslo una vez más.

La voz hizo eco en el oscuro y encerrado lugar. Y pasos, lentos pasos a su espalda lo ponían cada vez más nervioso. 

"No" quiso decir, pero las palabras no salían de su boca, su garganta estaba cerrada y sus labios se secaban cada vez más. 

— Dilo una vez más —exigió.

Intentó obedecerlo, no porque quisiera, sino porque solo de esa manera podría acabar con eso lo más rápido posible. Pero no podía hablar para nada, el dolor en su cuerpo era tan grande que sentía que iba a desmayarse en cualquier momento.

— ¡Tao! —Advirtió irritado— Dilo.

Se esforzó por levantar su mirada, estaba tan mareado que el hombre frente a él se veía borroso, las lágrimas mojaban sus mejillas. Pudo notar como comenzaba a molestarse más y más, hasta que otra oleada de dolor atravesó su cuerpo y abrió su garganta, dando paso a un fuerte grito.

Lo había golpeado, de nuevo.

El bate de metal que yacía en sus manos de nuevo había sido estrellado contra su costado. Suplicó con la voz quebrada e intentó encogerse, bajar sus brazos para proteger su cuerpo de los brutales golpes. 

Pero le era imposible.

Tenía ambas extremidades encadenadas al techo de la bodega con un gancho y gruesas cadenas que le era imposible doblegar, sus hombros parecían a punto de salir de su lugar cada que hacía un movimiento por más mínimo que este fuera, sus pies no lograban llegar al suelo así que todo su peso estaba sobre sus brazos. 

Podía sentir sus muñecas a carne viva, y la sangre corría por su piel hasta su pecho.

— Tao, me estás haciendo enojar.

La voz logró traerlo de nuevo a la realidad, intentó hablar de nuevo, solo tenía que decirlo, solo tenía que suplicarle, darle lo que quería y así podría sacarlo de ese lugar que tanto odiaba, estaba a nada de desmayarse y sabía que eso, en lugar de despertar la compasión del hombre, lo haría enfurecer más.

Pero por más que lo intentó, el esforzarse más solo lo hacía sentir peor, las náuseas lo invadieron y agachó la cabeza para vomitar, cuando notó que manchó los zapatos del hombre frente a él, el miedo heló su sangre.

A penas pudo mirarlo a los ojos cuando lo escuchó.

¡Maldición, Tao! —Había gritado el hombre, y el pesado objeto de metal dio de lleno en el costado de su rostro.

Cruel (KrisTao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora