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Miró por una fracción de segundo hacia arriba, observando el cielo oscuro, pero, al estar a punto de perder el equilibrio volvió a mirar al frente. Sus piernas se encontraban tensas se negaban a seguir avanzando, pero él las obligaba a continuar.

No podía permitir caer o dejar de avanzar, sabía que lo seguían de muy cerca y no permitiría que lo atraparan. Si ellos llegaban a atraparlo estaría perdido para siempre.

Escuchó el motor del auto dar vuelta en una esquina y sintió su corazón detenerse por un momento, su respiración se volvió errática y se mordió el labio.

— Malditos idiotas —rugió, se acercó a unos contenedores de basura y se ocultó detrás de éstos, para después, ver ésa camioneta pasar frente a sus ojos a toda velocidad. Buscándolo.

Suspiró cuando los miro perderse en la oscuridad. Salió de su escondite y comenzó a caminar, sintiendo una presión en sus muslos y un ardor en sus pies, había estado corriendo por tanto tiempo, y la adrenalina de pensar que podían atraparlo le prohibió ver cuanto dolía su falta de descanso.

Restregó sus brazos con fuerza, tratando de bloquear el frío que estaba sintiendo. Sabía que en cualquier momento caería al suelo inconsciente, ya que tampoco había comido nada.

Sólo tenía un lugar a donde ir, un lugar donde sabía nadie lo buscaría y donde sería bien recibido y cuidado, era algo lejos de donde se encontraba en ése momento, pero estaba decidido a llegar.

— El dolor no me va a vencer —rugió con fuerza, apretando los puños, clavó sus uñas en la palma de su mano, tratando de distraerse del dolor en sus extremidades inferiores— No ahora, ni nunca.

Las horas pasaban tan lentas en ése momento para él y a pesar de que el camino parecía hacerse cada vez más largo, estaba apunto de llegar, a lo lejos se lograba ver esa enorme casa con todas las luces apagadas.

Apretó sus ojos con fuerza cuando la idea de que no esté en esa casa se cruzó por su mente, pero no, ya era demasiado tarde y era consciente de que al menor no le gustaba salir de fiesta o desvelarse, siempre prefería dormir para ser puntual al día siguiente en su trabajo.

Al tratar de subir las escaleras para tocar la puerta, sus piernas fallaron y cayó de rodillas en éstas. Sin querer levantarse de nuevo, se arrastró y golpeó con fuerza la puerta, escuchando un espantoso eco en todo el silencio de la noche.

Pasaron unos minutos cuando las luces se encendieron y comenzaron a escucharse pasos acercándose. Sus ojos comenzaron a cerrarse, hasta quedar sumido en la completa oscuridad de su consciencia, si, efectivamente se había desmayado.

— ¡Bebé! 

Esa voz sonó tan lejana a los oídos del que se encontraba en el suelo, pero el contrario, se encontraba gritando por la sorpresa. Lo tomó en sus brazos y lo llevó dentro de la casa.

Negó con desaprobación al sentir lo frío que estaba— Estas congelado, joder —regañó, ignorando el hecho de que el chico no podía escucharlo. Lo subió a su habitación y lo dejó sobre la cama— ¿Dónde habías estado, precioso? —Le acarició la mejilla y lo cubrió con la manta, sonriendo cuando lo miró acurrucarse en ésta.

Acomodó un poco el cabello del chico y suspiró. Se apresuró a quitarle los zapatos para que pudiera dormir más cómodo, soltó una exclamación de sorpresa y susto al ver sus pies, se encontraban rojo y demasiado heridos.

— De nuevo a curar tus heridas, bebé —aseguró después de haber ido por el botiquín y sacar unas cosas, para curar el cuerpo de su pequeño.

Soltó un quejido de dolor y sus ojos comenzaron a abrirse lentamente, la luz lo cegó por un momento, por lo cual prefirió mantenerlos cerrados.

— Oh, bebé, estás tan herido. —Hizo un puchero y asintió lentamente con la cabeza, el menor sonrió al ver lo adorable que se veía— Por las heridas en tus pies, supongo que aún te buscan, ¿no es así?  —Murmuró pasando con cuidado el algodón por las heridas en sus manos, limpiando la sangre.

Cruel (KrisTao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora