Capítulo 11: Sangre

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ANONIMO:

Adoro ver la forma en la que se acaba la vida de una persona.

Es un proceso natural que puede ocurrir frente a nuestros ojos de manera rápida, pero particularmente siento que percibo el curso del tiempo de un modo distinto a la mayoría, porque para mí, la muerte pasa de forma lenta... Como si hubiera una dilatación en el espacio-tiempo, la cual me permite distinguir las últimas emociones que nacen en los seres humanos que están a unos instantes de morir.

Las emociones más sinceras son las que surgen cuando estamos a punto de perder la vida.

Me encanta ver sus miedos más profundos, inseguridades ocultas, sus últimos deseos. Todo completamente al desnudo y en cuestión de segundos.

Es un proceso simplemente hermoso.

Sin embargo, me resulta irónico pensar que cuando era más joven la muerte me aterraba, porque crecí pensando que dicho suceso solía significar el final de aquellos individuos que deseamos conservar en nuestra vida. Pero con el pasar del tiempo logré entender que es un final inevitable y a veces es necesario para depurar al mundo de almas que ya cumplieron su propósito en este mundo, a pesar de que su existencia fuera breve.

Además, también descubrí que el concepto de la belleza reside en la destrucción.

Tal efecto me recuerda a la creación de una supernova en el universo: "tiene que morir una estrella para formarse una explosión llena de colores asombrosos"

<<Belleza en la destrucción>>.

Por lo tanto, no hay una cosa que me fascine más que presenciar esa escena; la combinación de terror, esperanza y desesperación que cruza por el rostro de las personas... Aquella mezcla simplemente no tiene comparación.

De tal manera que me muerdo los labios mientras recuerdos fugaces pasan por mi cabeza al mismo tiempo que corro esquivando los árboles para alcanzar a mi presa.

Hace unos años llegué a considerar mi existencia inservible cuando perdí mi mayor motivo para vivir. Luego de eso nada me llenaba, ninguna persona, actividad, pasatiempo u objeto me reconfortaba... Todo era tan vacío.

Hasta que entendí el verdadero propósito de mi vida: cambiar a Illinois con mi llegada.

Luego de que cumpla mi misión podré marcharme, porque me corresponde limpiar este sucio y asqueroso pueblo de una vez por todas.

Y aunque ese es el mantra que he mantenido hasta ahora, la persona que se encuentra en este preciso instante huyendo de mí, lo hace por un asunto más personal.

- ¡Déjame! – Grita cuando estoy a punto de alcanzarlo.

Me acerco a él por la derecha derribándolo con el peso de mi cuerpo, ambos caemos al suelo donde rodamos, sin embargo, me estabilizo sacando la daga de mi bolsillo para colocarla sobre su cuello.

Él le echa un vistazo a mis guantes, los cuales me coloqué hace unos minutos para evitar crear un rastro de huellas.

Una sonrisa torcida se extiende por mi rostro.

- ¿Tienes miedo? – Pregunto con sarcasmo observándolo desde mi posición, él está debajo de mí.

Él forcejea, lanzando la mochila negra a un lado de nosotros, seguidamente me empuja, levantándose con rapidez pero le impido que escape abordándolo desde atrás para presionar mi instrumento de tortura contra su cuello.

- No te equivoques cometiendo un error que te cueste la vida – Le digo con detenimiento, su cuerpo está temblando – No seas idiota – Le aconsejo en voz baja.

¿Por Qué Siempre Él?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora