𝐴𝑑𝑑𝑖𝑐𝑡𝑖𝑜𝑛 (+18)

Los negocios ilegales de Cherry

Cherry
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Después de dos horas de camino llegué a la bodega abandonada en la cual trabajábamos James, su primo y yo. Estacioné mi coche y bajé en dirección a la entrada trasera del lugar; antes de abrir la puerta me puse el pasamontañas, empujé la puerta y entré.

Como esperaba, James ya estaba vigilando a una chica que se encontraba atada de pies y manos a una silla, con la boca amordazada y los ojos vendados, tenía puestos unos audífonos de casco en los oídos y podía escuchar a la fistancia el sonido de la música provenir de ellos, pero no era la chica que teníamos que raptar.

— ¿Y ella? —Pregunté en lo que me acercaba hasta donde se encontraba James.

—Es la chica que pediste que trajéramos.

—No, esta no es.

— ¿Cómo que no es? Cherry, esta es la chica de la casa de los Hudson.

—Que no, James, no es esta —me acerqué a la mesa donde teníamos el expediente de la hija del alcalde Hudson y saque las fotografías mostrándoselas—. ¿Lo ves?

— ¿Qué tiene?

—James, mira esta fotografía —mi amigo hizo lo que le pedí—. Y ahora mira a la chica. ¿Te parece la misma?

—Bueno... —James pareció dudarlo pero no se atrevió a dar una respuesta—. Son muy parecidas.

— ¡Una es rubia, idiota, la otra tiene el cabello negro! ¡¿Cómo diablos van a ser parecidas?! ¡Míralas!

— ¡Pero esta es la chica! —Insistió.

— ¿Dónde la encontraron?

—Dentro de la casa de los Hudson, es esta.

Esta vez me acerqué a la chica y apagué por un momento la música quitándole los cascos, la joven de inmediato se sobresaltó y comenzó a respurar con rapidez.

— ¡No me hagan nada, por favor, no me hagan nada!

—Cállate, no te haremos nada —quise tranquilizarla un poco pero no parecía funcionar—. A ver, niña, guarda silencio.

— ¡Auxilio! ¡Ayuda! ¡Ayuda!

— ¡Que cierres la puta boca, carajo! —Le grité en esta ocasión logrando que al menos sus sollozos fueran callados—. Te haré unas preguntas, ¿de acuerdo? Quiero que me contestes con la verdad.

—No me mates, por favor —otra vez la chica de no más de quince años volvió a tomper en llanto—. Por favor, no tengo nada que ver en lo que sea que estén involucrados, por favor.

—Si no dejas de llorar te prometo que te voy a tirar desde el precipicio, ¿oíste? Ya cállate —ordené y al cerciorarme que guardaría silencio comencé a hablar—. ¿Cómo te llamas?

—Martina, Martina Williams.

Mi mirada fue directo a James que ahora estaba cruzado de brazos y cabizbajo para evitar que le gritara por su incompetencia.

—Muy bien, Martina. ¿Qué carajo hacías en la casa de los Hudson?

—Fui a una pijamada con mi prima —otra vez estuvo a nada del llanto pero pareció contenerlo bien—. Estaba a nada de regresar a casa cuando me pusieron una gasa en la cara.