Las eathel

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La pregunta del escolta fue recibida por un silencio atronador, todos se lo quedaron mirando como si estuvieran decidiendo si se lo habían imaginado o no. Finalmente Amaya carraspeó, los ojos de los otros integrantes del grupo se dirigieron a ella.

―¿Seguro qué queréis saberlo? ―Vic asintió―. Quizá ya no podáis odiarnos cuando conozcáis la verdad.

―Me arriesgaré ―afirmó entre dientes al notar el tinte burlón en las palabras de la curandera. Amaya suspiró.

―¿En vuestras historias se cuenta cuál era la función de las brujas antes de la caída de Amalur? ―Los dos más jóvenes negaron con la cabeza, el escolta mayor no dijo nada―. Cada clan servía de una forma distinta a nuestra diosa y las eathel eran las curanderas. Supongo que sí conocéis las leyendas de grandes héroes y heroínas como Indíbil, Caro o Baza, ahí donde hay un héroe hay una bruja de mi clan. Aunque haya sido omitida o sustituida por un servicial escudero; nuestra existencia siempre es borrada ―comentó con ironía, sacudió la cabeza y prosiguió―: Los protagonistas de vuestras leyendas no eran hijos de dioses o seres mágicos, simplemente alguna deidad se encaprichó de ellos y las mías se encargaban de evitar su muerte. Durante mucho tiempo ese fue nuestro cometido.

―Hasta la caída ―aventuró la princesa, aunque se disculpó por la interrupción.

―Sí, cuando Amalur fue consciente de la guerra que se avecinaba, reunió a todos los clanes. Quería que participáramos a su lado, las Eathel se negaron cuando la diosa dictaminó que todas debían luchar y dar muerte. Nosotras somos curanderas, salvamos vidas no las quitamos. La diosa no se tomó muy bien lo que ella consideró un gesto de rebeldía, así que maldijo a mi clan a recurrir a la muerte para vivir y a la vez nos hizo invulnerables. Nosotras que apreciamos la vida, que incluso nos vemos obligadas a salvar a aquellos que atentan contra nosotras, tenemos que dar muerte porque las consecuencias serían mucho más devastadoras. ―Amaya dejó de mirar a la nada y clavó los ojos en Vic―. A diferencia de lo que creéis los humanos, mi magia no depende de si termino con una vida o no. Es algo mucho más complejo. »Es como respirar, la sed o el hambre. Es una necesidad que se cubre y que lentamente mengua hasta que debes volver a saciarla, pero a diferencia de la sed o el hambre de la que te puedas privar si no tenéis agua o comida, la vida está por todos lados y si no hacemos caso a la necesidad, la absorbe de cualquier cosa a su alcance: plantas, animales o personas. No distingue, no para hasta que esté [está] satisfecha. ―Sus compañeros la miraban espantados, pero ninguno pronunció palabra alguna, atentos a lo que escapa de la boca de Amaya, quien soltó una risita entre irónica y triste―. ¿Las malas cosechas que nos atribuyeron? No fue la venganza de una mujer despechada para castigar a su amante por contraer nupcias, fue uno de los primeros intentos de las eathel para escapar de la maldición. Se encerraron en una cueva, dispuestas a morir antes de consumir más vida. Al no hacerlo voluntariamente, absorbieron toda la vida a su alrededor: miles de acres de tierra cultivadas. Pasó mucho tiempo hasta que de esos terrenos volvió a brotar alguna planta. Así que sí, supongo que mi clan fue culpable; pero no somos los monstruos de vuestras historias. Los humanos matáis animales para sobrevivir, yo acabo con vidas porque no tengo otro remedio.

La curandera echó un trago a la botella de vino, tenía la garganta seca y beber ayudaba a deshacer el nudo que se le había formado.

―Amalur no puede ser tan cruel ―balbuceó Lisi. La diosa a la que su familia había consagrado su vida, no podía ser tan despiadada. Amaya soltó una carcajada sin humor.

―Pronto descubrirás que ellos no son mejores que nosotros. No toleran la traición igual que una reina no lo haría. Tenemos que estar agradecidos de que la mayoría prefieren no habitar en nuestro mundo, aunque, por otro lado, si lo hicieran, todos verían que no son tan omnipotentes como se cree.

La heredera de AmalurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora