―¿Nos vais a acompañar? ―preguntó sorprendida Lisi, sus ojos azules completamente abiertos.
El adolescente permanecía en silencio, Vic también aunque su mirada se intensificó. A pesar de que a él nunca le había gustado el plan de añadir una bruja al grupo, las eathel eran otro nivel de locura. De todos los clanes, a ellas se les relacionaba con un largo período de hambruna y muertes inexplicables. Solo su roce era mortal, no necesitaban espadas o venenos para poner fin a una vida. Solamente un simple roce.
―No he dicho eso ―respondió la curandera lentamente, pero él conocía esa expresión. Era la misma que lucía anoche antes de subir a la habitación, sus ojos se movían a gran velocidad, estaba decidiendo cuál sería su siguiente paso. Amaya clavó la mirada en la princesa y se dirigió a ella―: Pero quizás sí que podáis darme lo que deseo, aunque no estoy segura de que estéis dispuesta a pagar el precio.
―Lo que queráis, lo conseguiré.
―¡Alteza! ―exclamó el escolta atónito, no podía creer que la princesa fuera tan descuidada―. Pensad antes de hablar, por favor. ¿Y si os pide vuestra vida? No podéis dar vuestra palabra así como así.
Amaya rodó los ojos y esbozó una sonrisa irónica, se preguntaba si todos los humanos creían que las suyas eran seres desalmados que coleccionaban víctimas o que la muerte era su pasatiempo favorito. Seguro que se imaginaban a dos brujas apostando para saber qué miembro del aquelarre había acabado con más vidas o mostrándose entre ellas prendas de las víctimas como recuerdo.
―¿Me creéis idiota? ¿Dar muerte a la heredera de Epona y Amalur? ―Vic calló, no tenía respuesta para eso―. Y, tranquilo, no pediré vuestra vida tampoco o la del niño que os acompaña. Es más, lo que reclamaré os hará muy feliz. ―Los tres forasteros escuchaban atentos, intrigados, las palabras que salían de su boca―. Os ayudaré a llegar a Mirmanda sana y salva, pero, a cambio, cuando os hagáis con la Matrona, la utilizaréis contra mí.
Ninguno de los tres dijo nada por unos segundos, asimilando el deseo de la curandera. Incapaces de creer que esa fuera su elección.
―¿Queréis que os...?
―Mate ―acabó Amaya por ella―. Sí.
La mano de Vic se movió rápidamente a la empuñadura de la espada, la descansó allí. «¿Quiere morir?», se preguntaba el escolta y dudó si había escuchado bien, frunció el ceño al no encontrar sentido a la situación. «¿Por qué?».
Amaya tuvo que ver la pregunta formulada en sus rostros porque suspiró y respondió:
―Solo la Matrona puede matar a una eathel.
―Sois inmortal ―afirmó el adolescente. Ella negó, explicó que ninguna otra arma podía herirla―. Imposible.
La bruja puso los ojos en blanco y con un hechizo arrancó el cuchillo de las manos de Lisi, quién soltó un grito de sorpresa; lo cogió y lo apretó contra su carne, ninguna gota de sangre. Aumentó la presión notando las tres miradas puestas en ella y otra vez, nada.
―¿Entonces lo que quieres es que alguien ponga fin a tu vida con esa espada? ―cuestionó Vic, su voz empapada de sospecha e incredulidad. Amaya volvió a negar y miró directamente a la princesa.
―No cualquiera, ella.
La idea fue rechazada tajantemente por el escolta, mientras que el adolescente y Lisi parecían haberse convertido en estatuas. Poco a poco, ella volvió a la vida. Vic seguía maldiciendo, lamentando el momento en el que los reyes aceptaron que su hija realizara aquel viaje.
―¿Por qué yo?
―¿Para qué preguntáis? No, alteza. Encontraremos otra forma.
Amaya hizo como si no lo hubiera escuchado y contestó:
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La heredera de Amalur
FantasyAmalur, diosa de la vida y la muerte, después de muchos siglos encerrada, contempla como se acerca el fin de su cautiverio... Y hará cualquier cosa para ponerle fin, caiga quien caiga. Cuatro vidas marcadas por las deidades, cuatro caminos que nun...