Capítulo 30

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24 de diciembre.


Por la mañana todo mi afán era quitar la suciedad acumulada por todos los rincones de la casa. Limpiando los armarios descubrí algo extraño en esa casa, un tocadiscos, ¿cuándo escuchaba mi padre música? nunca, además, tenía polvo acumulado de veinte años por lo menos. Lo limpié inmediatamente y lo coloqué en una mesa pequeña del salón, con los discos que había comprado el día anterior.

Mi padre no le echó la más mínima cuenta al verlo, ¿qué hacía eso en la casa donde se prohibía todo tipo de música, cine, etc?

No quise preguntarle para no hacerle recordar un día como ese, pero tenía que averiguarlo.


Llegadas las nueve de la noche sonó el timbre, Alfred y su madre.

Abrí la puerta y saludé, con educación, pero no obtuve respuesta por parte de la mujer, solo Alfred se acercó a mí y me dio un beso en cada mejilla, y yo lo hice igualmente.

Se quitaron los abrigos y se sentaron a esperar. Yo estaba sin arreglar todavía, ya que habían llegado puntuales y estaba terminando los últimos detalles para que todo estuviera perfecto.

Mi padre estaba vistiéndose y yo avisé a los invitados que iba a vestirme también y que tardaría unos veinte minutos.

Entré en mi habitación, saqué de la maleta un vestido rojo, por encima de mis rodillas y con la espalda y brazos al descubierto. No estaba acostumbrada a arreglarme tanto y ese vestido me parecía raro llevarlo puesto, pero para cualquier chica de 16 años era ideal.

Abrí el cajón de las medias y cogí unas color carne. Una vez puestas me coloqué el vestido, me dirigía a la cómoda, elegí un collar y unos pendientes a conjunto y me los puse. Llegó el momento de los zapatos, odiaba con todo mi alma los zapatos de tacón, pero no me quedaba otra, mi padre me advirtió que tenía que ser muy elegante ante esa mujer, ya que era experta en el mundo de la moda. Me coloqué los tacones, a conjunto también y ante el espejo me pinté los ojos con un delineador negro y los labios carmín, el único color que me iba bien. El pelo me lo cepillé y lo dejé suelto.

Salí de la habitación y ya estaban todos sentados, faltaba yo. Los ojos de Alfred se pegaron a mi, no dejo de mirarme, pero solo yo me di cuenta.

A mitad de la cena la madre de Alfred se dirigió a mi y me dijo:


-Has escogido un buen vestido para hoy, te felicito, además, eres muy guapa.


-Gracias, suelo vestir con vaqueros y Converse habitualmente, y no se muy bien lucir un vestido como este, pero veo que me queda bien.


Entonces Alfred entró en la conversación.


-Claro que te queda bien, no te imaginaba tan arreglada, pero eres elegante, no como otras chicas que parecen señoritas de compañía.


-Aprende a ser tan elegante como ella tú, ese comentario tan inapropiado para hoy y este momento, siempre igual, parece que te he educado en un colegio público muchas veces, con el dinero que me gasté en tu disciplina, calla y no hables más hasta que terminemos de cenar- dijo la madre cabreada por el inoportuno comentario de su hijo.


Nadie habló, como dijo la madre de Alfred, después de comer, mi padre y ella se sentaron en el sofá a hablar y nos ordenaron que no fuéramos a dar un paseo, por lo menos así Alfred podía hablar libremente.


Salimos sin destino alguno, andando lentamente , intentando encontrar un tema de conversación apropiado.

Entonces se me ocurrió preguntarle por los gustos musicales.


-Y...¿qué música escuchas?


-Rock&Roll, Pop/Rock, solo Pop, y esas cosas.


- ¿Grupos?


-Ramones, Beatles, Doors, a veces Rolling Stones, y más grupos antiguos de ese tipo, la verdad es que la música de hoy en día no me hace mucha gracia.


-¿De verdad? pienso lo mismo que tú, y de los estilos, incorporo el blues y el jazz.


-También esta bien. Yo toco el bajo y a veces canto.


-Yo no toco nada, pero me defiendo con el piano y cantando.


-Canta conmigo.





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