Capítulo 32

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Llegamos a la puerta de casa y me dispuse a sacar las llaves de mi bolso que colgaba sobre mi hombro. Encontraba de todo menos lo que buscaba, ¿donde estaban las malditas llaves?


-Tardas nena.- dijo Alfred.


-Ayúdame anda, sostén lo que te dé, voy a sacar todo, las llaves no aparecen.


-Una barra de labios, rimel, espejo, tijeras, tiritas, gotas para los ojos, pañuelos de papel, dulce de chocolate derretido, caja de chicles de menta, monedero, móvil, cartera para tarjetas interesantes, no puedo con más.-dijo Alfred con las manos llenas de artilugios de mujer.


-Pues suéltalo en el suelo y estoy vigilando las tarjetas, por si se te ocurre una idea.


-¿Crees que voy a robarte algo?No sería capaz de robarle a mi hermana.


-Sé que no eres capaz de robarle a nadie, eres muy cobarde.


-No me conoces del todo.


-En menos de un mes me ha dado tiempo, créeme.


Seguía sacando cosas y al fin encontré las llaves, las maldecí a más no poder.

Las introduje despacio en la cerradura, di dos giros a la derecha y empujé la puerta.

Entramos de puntillas, Alfred cargaba con todos mis trastos, incluidos mis zapatos.

En el sofá mi padre y la madre de mi hermano, todo muy raro, estaban dormidos y cogían una botella de vodcka, cada uno tenía la suya. Desprendían olor a alcohol, no teníamos ni idea de lo habría pasado, pero no hizo gracia la situación y empezamos a reírnos como si estuviésemos borrachos también, pero no. Lágrimas alían de nuestros ojos, no entiendo ahora la gracia que tenía. Pasamos a mi habitación.


-¿Dónde está mi cama?- dijo Alfred.


-Papá se olvidó de ponerla.


-Pues ponla tú.


-Que niño mas malcriado.


-Oye, no te pases.


-Digo la verdad.


-Soy el invitado, por educación deberías de hacerlo.


-Eras el invitado para cenar, no para dormir, esto no estaba planeado, no estarías aquí si tu madre no se hubiera emborrachado, ¿te queda claro? Creo yo que sí.


-No te pongas así cariño.


-No quiero cariños.- dije riéndome.


Saqué la cama de debajo de la mía y puse unas sábanas limpias, me recordó a la horrible noche, pero esta vez era Alfred, que aunque yo le gustara no era tan cerdo, no era cerdo.


-Ya puedes dormir cuando quieras, cariño.-dije con los brazos en jarra.


-Me encanta que me llames así.


-Se acabó el decir cariño Alma.- dije yo hablando conmigo misma.


-Te gusta fastidiarme, ¿verdad?


-No sabes cuanto.- dije sonriendo.


Se quitó la camisa dejando sus músculos al aire, se desabrochó el cinturón y bajó sus pantalones, quedándose en bóxer. Me puse nerviosa y salía de la habitación para ponerme el pijama en el baño.


-¿A dónde vas?-preguntó él.


-Como comprenderás no voy a ponerme el pijama delante tuya como lo estas haciendo tú.


-No pasa nada, es como si me ves en bañador.


-Ya, pero en una chica es diferente.


-Lo que quieras.


Me cambié rápidamente y salí des baño con mi pijama de lunares rosas y blancos, así como muy peluche.

Entré en mi habitación y estaba ya acostado, con los ojos cerrados, pero sabía que no dormía.


-Buenas noches, cariño.-dije yo metiéndome en la cama.


-No te irás a dormir, ¿no?


-Claro que sí, las cinco y media de la madrugada no es una hora muy buena para hablar.


-Si.


-No me vas a convencer. Hasta dentro de unas horas cariño.


-Sabía que me ibas a llamar así siempre.


-Quizá lo haga.


-No le pedimos los números ni direcciones a John, Lara y Marc.


-Que mas da, estaban muy bebidos, mañana no se acordaran de nosotros.


-Marc no estaba bebido.


-Ah, es verdad.


-Venga, no te molesto más, hasta mañana.






Stormy WeatherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora