Capítulo 24

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A la mañana siguiente me despertó Alfred tocando con sus nudillos en mi puerta dos veces. Le di permiso para que entrara, yo estaba entre las sábanas cuando el me destapó y me dijo.


- Buenos días, hermana.


Escuchar eso me sacó una sonrisa, no estaba acostumbrada pero me hacía feliz saber que tenía a alguien con el que compartía sangre.


-Buenos días a ti también- dije yo adormilada.


- Espabila, dentro de una hora salimos para el hospital- dijo él.


-Esta bien.


Me levanté sin pensarlo, mi mirada y la de Alfred se cruzaron, nos encontrábamos uno en frente del otro mirándonos fijamente, yo sentía algo extraño, no lo consideraba todavía mi hermano, no lo quería como tal.

Empecé a desabrochar los botones de mi blusa del pijama, y me di cuenta de que él seguía mirándome y en mi habitación, no tenía intención de salir de ella y yo desde luego no estaba dispuesta a cambiarme delante de él.

Le ordené que saliera, y al contrario, se acercó a mí y sin dejar de mirar mis ojos me dijo:


- Alma, no me voy a ir de aquí, ni te vas a vestir hasta que te diga una cosa que llevo desde el primer momento que te vi queriéndote decir y ahora es el momento: Te quiero.


-Y yo a ti, bueno, eres mi hermano, aunque no nos conozcamos de toda la vida nos tenemos que querer por nuestro padre.


-No, como hermano no.





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