Capítulo 3: Espejos

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"Si quieres cambiar el mundo cámbiate a ti mismo."- Mahatma Gandhi

Después de despedirme de Erick, el chico que vi en la cafetería, llegué a mi casa con un dolor insoportable y fui directo al baño. Sentía como si se me fuera a romper el estómago en dos y las ganas de llorar se me acumulaban en los ojos. Al final, después de casi media hora de dolor infernal, me bañé y fui a mi habitación.

En la cama todavía estaba la guitarra eléctrica que dejé antes de irme a la cafetería así que la volví a poner en su stand y recogí un poco mi cuarto.

Puse la ropa que estaba tirada en el piso en el "hamper" y la que estaba encima de las gavetas o en mi cama las doblé y las puse en mi cómoda. Después busqué mis audífonos, los conecté a mi celular y me tiré en la cama.

Traía puesto una camisa negra ancha con un diseño de un dragón anaranjado y unos pantalones short de algodón igual de anchos. Para el pelo simplemente me había hecho una dona dejando unos cuantos mechones rojos rebeldes a los lados. Bastante cómoda, diría yo.

Busqué en mi "Spotify" música de rock, me encantaba. El ritmo de la batería y la guitarra sonando con todo su poder y la adrenalina que uno siente eran brutales. Encontré la que estaba buscando y la puse.

Me acomodé mejor en mi cama poniendo la almohada debajo de mi cabeza y cerré los ojos para descansar, parecerá raro, pero sin música no puedo dormir. Y caí en un sueño profundo.

-"¿Qué sizes eres? XXXL?"

-"Eres una escoria."

-"Sí, una escoria, y fea".

-"Gorda."

Rostros de personas rondaban en mi mente dando vueltas y vueltas mientras me insultaban, señalaban y se reían. En el sueño una de ellas tomó el liderazgo y le dijo a los demás que me agarraran.

-No, no, suéltenme -forcejeé. .

-Quédate quieta, pelo de sirena -un chico moreno que no vi bien me respondió molesto.

-Eso es -se acercó a mí y me apretó los cachetes con una mano-. ¿No te da vergüenza tanta grasa?

Era ella. Suzanne.

-Déjame ir, Suzanne -le escupí en la cara y los que me estaban agarrando me sostuvieron con más fuerza.

-Bueno, bueno. Parece que ahora la Sirenita se quiere defender -se pasó la manga de la camisa por la cara-. Pero no vine a pelear contigo, Karen, no.

Seguí forcejeando contra los que me tenían retenida, pero eran más fuertes que yo.

-Y para qué -le solté mientras ella me miraba con una sonrisa diabólica.

-¡Karen! -escuché a lo lejos.

-Para preguntarte algo, Karen - Suzanne se acuclilló un poco como si le estuviera hablando a una niña pequeña.

Las fuerzas de los chicos me estaban lastimando las muñecas y quería irme de ahí, pero no podía.

-El qué.

Ella me sonrió, miró a los chicos y volvió su vista a mí.

-Dime. ¿Eres feliz?

De repente me levanté de golpe de ese sueño y me pasé las manos por la cara. Estaba sudando y tenía la respiración un poco acelerada.

Tranquila. Solo fue un sueño nada más, me repetí a mí misma.

Pero esa pregunta que hizo la Suzanne de mis sueños me dejó pensando mientras miraba cómo la luz de la luna atravesaba la ventana formando la sombra de ella en el piso.

Mi Ángel Guardián Donde viven las historias. Descúbrelo ahora